Fue casi un acto fallido o una muestra no premeditada de la cruda radiografía de la oposición: las postales antirreeleccionistas de ayer mostraron a dirigentes ególatras, partidos enfrentados, alineamientos por espanto y una estrategia de seguidismo al Gobierno como plan único de instalación de la agenda pública.

Más allá de la intención loable que pueda perseguir la oposición al rechazar una reforma constitucional, sus acciones fragmentadas confirmaron que el kirchnerismo es el que sigue marcando la cancha e impone temas por encima de las críticas al Gobierno. Ocurrió en otros casos recientes, como el voto joven, la estatización de Ciccone o la reforma al Código Civil.

La UCR se reunió con Moyano y en palabras del jefe de la CGT se planteó que esa reunión no responde a "un polo opositor, sino una oposición a la falta de libertad". La aclaración tuvo como emisarios a radicales reacios a ese encuentro y a Binner, que no quiso estar en una foto con ex kirchneristas.

Nadie sabe aún si la reunión de ayer tendrá correlato electoral, pero ya hay signos: hablaron de "poskirchnerismo" y la UCR ayudará a la CGT a reunir firmas por una ley de asignación familiar universal. Varios radicales sueñan con utilizar la campaña antirreelección para volver a un escenario de confrontación con el Gobierno como el de 2008, cuando fue la pelea con el campo. Se entusiasman con tener a Moyano de socio y sustentan ese ánimo en las encuestas que dicen que el 60% del electorado rechazaría una reforma.

Por separado, el GAPU, que reúne a dirigentes del PJ disidente y Pro, planea una asamblea popular contra los planes kirchneristas y hará actos en el Obelisco.

El FAP saldrá a buscar un millón de firmas contra la re-reelección, una idea que la UCR abrazó hace diez días y luego calificó de ilegal. La Coalición Cívica no se sumó aún a ninguna movida antirreforma y hace planes por separado.

Así, el kirchnerismo parecería ser el único que gana en este escenario de fragmentación.