El estancamiento de la economía significa, más allá de la épica y la leyenda, un despojo al oficialismo de la única bandera electoral que tenía. La inflación, la falta de inversión y la caída vertical de la oferta de empleo conviven con un ritmo descontrolado de inseguridad. Esos conflictos, irresueltos hasta ahora, dañaron a la Presidenta en las encuestas desde enero.
Algunas mediciones señalan que la imagen negativa del Gobierno es superior a la positiva. Quizá la necesidad de la reforma constitucional haya sido proclamada para acallar el debate sobre aquellas desgracias sociales. El kirchnerismo suele tapar un problema con otro problema.
La conclusión es que el oficialismo podría haber disparado la única bala de plata con que contaba. Menem planteó la reforma constitucional en 1993, cuando acababa de ganar ampliamente una elección nacional, contaba con inmejorables índices de popularidad, la economía crecía al 8 por ciento anual y estaba en condiciones de ganar un plebiscito sobre su re-reelección.
Si bien Cristina ganó también rotundamente los comicios presidenciales de octubre pasado, lo cierto es que después se le complicó la política y la economía.
Peor: la mayoría de la sociedad argentina votaría ahora en contra de una reforma y de la re-reelección si se la consultara. Esta última constatación forzó a la oposición a unificarse en una posición contra la reforma. La Presidenta no tiene el número de legisladores necesarios en el Congreso para sancionar la necesidad de la reforma. Si no la ayudaran algunas deserciones de la oposición, su suerte estaría echada y comenzaría a vivir el período final de su experiencia de poder. Difícilmente lograría en las elecciones del año próximo, además, los legisladores que ahora le faltan, incluso cuando ganara los comicios legislativos.
En ese contexto de reveses reformistas, los opositores avanzaron ayer provocando algunos actos comunes. Hugo Moyano los sorprendió a los radicales cuando los invitó a elaborar el año próximo un conjunto de ideas para el poskirchnerismo. ¿El poskirchnerismo? "Cuando quede definitivamente claro que no habrá re-reelección, el kirchnerismo se terminará por carencia de candidato", explicó el líder cegetista. Los radicales aceptaron la inesperada invitación. Ellos se entusiasmaron con el recibimiento de Moyano, sobre todo porque venían de un rechazo de Hermes Binner.
El líder del FAP les negó a los radicales su firma para una amplia solicitada contra la reforma constitucional. ¿Por qué? ¿Duda acaso Binner sobre la conveniencia -o no- del cambio de la Constitución? No. De hecho, ayer también el FAP lanzó una campaña pública de firmas contra la reforma y la re-reelección. Nadie sabe qué lo llevó a Binner a negarle su presencia a ese documento ni, mucho menos, qué los lleva a los radicales a estar tan pendientes del líder socialista. Tal vez haya sucedido que Binner sólo quería saber quiénes serán todos los firmantes del documento. Binner es más amplio, pero su heterogénea alianza es muy refractaria a abrirse a nuevos espacios, aunque sea sólo para fijar principios específicos o institucionales.
Moyano propuso también un acto público y masivo contra la reforma, con un palco ocupado por todos los referentes opositores. En ese mismo momento, la embrionaria alianza entre Pro, el peronismo disidente y el partido de Patricia Bullrich llamaba también a un acto opositor contra la reforma para el 10 de diciembre. Quizá se haya tratado de dos ideas distintas, pero no por eso dejarían de ser iguales. "Estamos abiertos a todo", contestaron los radicales. Moyano ya no está entre dos veredas: la suya es la de la oposición. Insinuó, incluso, que está dispuesto a confeccionar una amplia lista opositora al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires el año próximo. ¿Con Scioli? ¿Sin Scioli? "Depende de Scioli", suele contestar Moyano.
Ninguno de los referentes opositores dejó de subrayar el proceso de miedo e intimidación que inició el cristinismo. ¿Se detendrá? ¿Habrá una rectificación por parte de Cristina Kirchner? La mayoría de ellos cree que pasará todo lo contrario: que el Gobierno aumentará su perfil autoritario en la medida en que vislumbre un final irremediable para el kirchnerismo. "Nos están apretando a lo perro", se sinceró Moyano ante la dirigencia radical.
Alguien le preguntó a Mauricio Macri si en su reciente viaje a Córdoba habló con José Manuel de la Sota sobre eventuales alianzas electorales. "No. Sólo conversamos sobre la mejor manera de frenar el avance del gobierno nacional sobre las instituciones", contestó.
En la conversación de ayer de Moyano con los radicales, hubo coincidencia en que se necesita un freno a los avances autoritarios del gobierno nacional. "Sólo si logramos mostrarle a la sociedad ese freno, la gente recuperará la confianza y saldrá del temor", dijeron. De la Sota fue más explícito: "No voy a vivir con miedo a estas alturas de mi vida", dijo, al mismo tiempo que se volcaba abiertamente contra la reforma constitucional.
Ayer se movió, fundamentalmente, el arco no peronista o antikirchnerista de la sociedad contra la reforma. Esa posición es decisiva para descartar, incluso, los rumores de supuestas corrupciones en el Congreso para alcanzar los números que requiere la reforma constitucional . Pero el peronismo mostró, a su vez, a dos hombres de poder (y con poder) en condiciones de enfrentar al kirchnerismo y sus planes de perennidad. Moyano y De la Sota. Uno con poder territorial y el otro con poder entre los decisivos sindicatos.
El círculo cristinista comienza a encogerse. El peor escenario podría suceder para la Presidenta. Probablemente se quedará con los mismos problemas que tienen ahora ella y la sociedad, aunque ella nunca hable de esos conflictos, pero ya sin la posibilidad creíble de mostrarse perpetua e imbatible.