El Gobierno, después de instalar la cuestión a través de sus múltiples usinas, pareciera haber arriado el entusiasmo. La habitualmente dispersa oposición transformó el día de ayer en una jornada militante en contra del propósito oficial.
A saber. El radicalismo, con sus primeras espadas, entre ellas el jefe partidario, Mario Barletta, y el diputado Ricardo Gil Lavedra, mantuvo un encuentro –no fue el primero– con el secretario general de la CGT, Hugo Moyano. El Grupo para la Acción Política para la Unidad (GAPU), donde domina el PRO en medio de algunos lunares extrapartidarios, inauguró el camino hacia una Asamblea Ciudadana en diciembre también para abortar el proyecto reformista. Hermes Binner, del Frente Amplio Progresista (FAP), lanzó la recolección de un millón de firmas durante ocho semanas con el fin de rechazar un ensayo reeleccionista. El dirigente socialista se pondrá a la cabeza de esa campaña, mechada con actos públicos.
El señalado enfriamiento kirchnerista tal vez tenga vínculo con la llamativa ebullición opositora.
“¿No les habremos regalado un tema que no tenían?” , se preguntaba anoche inquieto un disciplinado diputado de la legión K. El interrogante podría resultar válido.
El Gobierno de Cristina venía desde octubre último, luego de la victoria, imponiendo con holgura la agenda política. Cada vez que propuso al arco opositor alguna discusión, lo terminó fragmentando. El caso más resonante fue la expropiación y estatización de YPF. La causa por las Malvinas –con actos e invocaciones patrióticas– también sirvió para ornamentar la escena con los colores K. El kirchnerismo sólo debió retroceder cuando tumbó al ex Procurador General de la Nación, Esteban Righi, y pretendió reemplazarlo por el titular de la SIGEN, Daniel Reposo. Una maniobra rústica cuya única meta fue la defensa de Amado Boudou. Pero algunas grietas, pequeñas, afloraron de nuevo en la oposición cuando se propuso la estatización de la empresa Ciccone, ligada al escándalo que viene acechando al vicepresidente.
También una porción opositora significativa parece seducida por la propuesta oficial para habilitar el derecho a voto de los menores entre 16 y 18 años y los extranjeros sólo con dos años de residencia. Otra vez el kirchnerismo, con astucia, supo enredar un relato de barniz progresista con un objetivo de permanencia en el poder, como sería la re-reelección de Cristina. Pero el insinuado abroquelamiento opositor por la reforma constitucional podría colocar en tela de juicio la practicidad política de sumar a las elecciones legislativas a menores y extranjeros. Hay un tiempo de cavilación en el kirchnerismo, sin que eso represente marcha atrás. El proyecto sobre los menores de Aníbal Fernández tendrá en el Senado un tratamiento más prolongado que el esperado. Quizás para aguardar que se disuelva el furor de la campaña antirreformista de la oposición.
Tampoco al kirchnerismo lo estaría ayudando el clima político . A las dificultades económicas y sociales objetivas se añaden las restricciones cambiarias que, en vastos sectores medios, se vivirían como una intromisión desmedida del poder en la vida privada. Si se habla de sectores medios, la referencia apunta a las grandes urbes. Sería en esos lugares (Capital, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza) donde el kirchnerismo requeriría cosechar la mayor cantidad de votos en el 2013 para apropiarse de los dos tercios e impulsar la necesidad de la reforma en el Congreso prescindiendo de la oposición.
Tal vez el kirchnerismo logre salvar la ropa en Buenos Aires. Dependerá del papel que cumpla Daniel Scioli. Pero en territorio porteño campea Mauricio Macri. Desde Córdoba, José de la Sota ocupa el espacio peronista que deja libre Scioli. En Santa Fe, el socialismo y los K podrían verse amenazados por Miguel Del Sel. En Mendoza asomaría de nuevo Julio Cobos.
Hay otro elemento, característico de las legislativas, que conspiraría contra el sueño reeleccionista.
La gente suele utilizar el “medio término” para votar con menos apremios, para rastrear un equilibrio en el sistema de poder.
Ya ocurrió en el 2009, más allá de que la oposición no haya sabido sacar rédito de ese panorama.
A diferencia de entonces, cuando la sociedad se expidió por lo que había pasado (el conflicto con el campo como eje), la oposición pretendería ahora, con el rechazo de la reelección, fijar una agenda inamovible y un interrogante que apuntaría al futuro.
Escrutar a la sociedad si habilitaría una reforma para que Cristina continúe o no en el poder.
La reacción del arco opositor en este amanecer impediría la posibilidad de cualquier intento de acuerdo político alrededor de la reforma. Fue el mecanismo que en la década del 90 utilizó Carlos Menem para pactar su reelección con Raúl Alfonsín. El ex presidente llevó a la rastra a su partido. El radicalismo carece hoy de un liderazgo de esa talla y parece dispuesto a utilizar el rechazo a la reforma para recuperar, en parte, un protagonismo político menguado.
El éxito de la estrategia opositora radicará en el grado de cohesión que alcance sobre la meta planteada. Macri insinuó la ambición de liderar esta campaña y produjo cierta dispersión en el resto. Binner se ha circunscripto al espacio del FAP. El radicalismo optó por despersonalizar el tema y arrimarse, en forma orgánica, al sindicalismo peronista y a los disidentes. De la Sota decidió plantarse ante el kirchnerismo por motivos de gestión y no por la reforma. Aunque algunas voces peronistas anticipan el rechazo.
Todos ellos quieren sumarse a la carrera presidencial. Pero dependen de lo que suceda en las próximas legislativas clave.