Sin embargo, parece funcional a algunas de las necesidades políticas tanto de Cristina Fernández de Kirchner y sus acólitos como de sectores de la oposición.

A la jefa del Estado y al ultracristinismo, en teoría, les posibilita demorar cualquier discusión interna sobre la sucesión presidencial y evitar la temprana evaporación de poder que sufriría una mandataria golpeada por la situación económica y sin posibilidad de ser reelegida.

A los dirigentes de la oposición , desperdigados y desdibujados, les brinda un argumento para movilizarse juntos en contra del Gobierno.

Esa funcionalidad, no obstante, choca con las expectativas de la sociedad. En el caso de la Presidenta es más que evidente en los sondeos de opinión pública. El debate sobre la re-reelección parece impuesto en un contexto de radicalización del discurso oficial, acompañado por una serie de hechos que la mayoría de la población ha juzgado desafortunados: la salida de presos de las cárceles para asistir a mítines políticos, la defensa de Amado Boudou, el cepo cambiario y las campañas de adoctrinamiento por parte de La Cámpora en escuelas.

No es extraño que de la mano de ese mensaje agresivo la imagen positiva de la Presidenta se haya desplomado hacia el 21 del actual hasta el 30%, desde el 38,1% que tenía a fines de junio pasado, de acuerdo con las encuestas nacionales de Management & Fit.

Al mismo tiempo, la instalación del debate sobre la reforma y la re-reelección que la Constitución no permite tiende también a debilitar al oficialismo, en tanto parece hacerlo depender de una figura única e irreemplazable. Lo confesó una representante de Carta Abierta, María Pía López, cuando expresó que la reforma era urgente, "fundamentalmente porque el kirchnerismo no tiene otro candidato" que Cristina.

La oposición afronta problemas parecidos. Se tiende a pensar que el proyecto hegemónico del oficialismo la puede unir. Pero al otro día de la carta que el titular de la UCR, Mario Barletta, envió a líderes de distintos partidos Ricardo Alfonsín arremetió contra Mauricio Macri, por citar apenas un síntoma de las asimetrías que acosan a quienes están en la vereda de enfrente del kirchnerismo.

Queda claro que los dirigentes de la oposición deberán someterse a sacrificios más exigentes para posibilitar la creación de un auténtico espacio alternativo de poder. Pueden haber encontrado una táctica, gracias al proyecto reeleccionista, pero carecen de una estrategia.