La nutrición y fertilización fueron los temas desglosados en el segundo módulo del congreso Mundo Soja Maíz 2012. Más de 1200 productores y técnicos del país se encuentran reunidos para conocer las últimas innovaciones técnicas y las tendencias en la investigación sobre los dos principales cultivos de la gruesa. El evento se extenderá hasta hoy en el Centro Costa Salguero de la Ciudad de Buenos Aires.
El Dr. Fernando García, director de IPNI Cono Sur –una de las instituciones auspiciantes de este módulo junto a Fertilizar– fue el responsable de coordinar el panel. “Cualquier decisión que tomemos en el sentido de incrementar la sustentabilidad de nuestro sistema productivo, debe apuntar a aunar los ejes económico, ambiental y social, y los trabajos que se presentarán aquí apuntan a eso”, introdujo.
A continuación, Graciela Cordone, de AER INTA Casilda y el Ing. Matías Trossero, de la Universidad Austral, disertaron sobre los costos ocultos que conlleva la degradación del suelo pampeano.
“Cuando hablamos de costos en la producción agropecuaria, normalmente computamos semillas, productos químicos o alquileres, dejando fuera a un gran número de factores, como la pérdida de materia orgánica, porosidad del suelo o nutrientes”, señaló Cordone, para luego definir: “los costos ambientales siguen siendo los intangibles del sistema de producción”.
La experta señaló que el INTA promueve la rotación de soja con gramíneas, y mostró los resultados de experimentos sobre los efectos del monocultivo llevados a cabo en cuatro departamentos de la zona centro-sur de la provincia de Santa Fe, que presenta en el verano un 90% de su superficie sembrada con soja. Allí se comparó un “lote sojero” con un “lote rotado”, presentando el primero un nivel mucho mayor de compactación, menor porosidad, y una merma superior de los nutrientes.
Luego Cordone presentó el cálculo del costo oculto de los nutrientes al final de la cadena industrial. “Cuando un barco se va de nuestros puertos cargando 40 mil toneladas de granos, se lleva consigo 3.576 toneladas de nitrógeno, fósforo, azufre, potasio y magnesio. Esto equivale a 8735 toneladas de fertilizantes, que habría que aplicar para reponer esos nutrientes”, indicó, para luego resaltar: “Harían falta 290 camiones para transportar esa cantidad de fertilizantes”.
En el caso de la materia orgánica, Cordone señaló que en sus investigaciones se percibió una merma de 3 toneladas en 10 años en suelos en los que se realiza monocultivo de soja. “Esta merma pasa desapercibida para el productor, ya que al término de los 10 años sólo se reduciría la producción en un quintal. No obstante, para el Estado significaría una pérdida de 200 millones de dólares para el período 2010-2020”, indicó.
“Este tipo de información puede servir para planificar el sistema productivo de mejor forma, trabajando mancomunadamente el estado junto a los privados”, concluyó Trossero.
La mayoría invisible
La jornada continuó con una disertación sobre el impacto de los microorganismos en la agricultura, a cargo del Ing. Gustavo González Anta, de Rizobacter. “Estos elementos constituyen una verdadera mayoría invisible, que recibe muy poca atención, a pesar de su influencia en la determinación de los rindes”, indicó.
“La cantidad de microorganismos que se encuentran en el planeta desafía nuestra capacidad de imaginación, pero la cantidad no es importante en sí misma, sino las funciones que cumplen en los distintos ambientes que se encuentran”, señaló el experto, para luego precisar: “Ellos se encargan de descomponer residuos vegetales, generan y forman materia orgánica, constituyen reservorios de nutrientes, y participan activamente en los ciclos biogeoquímicos de los elementos”.
Según González Anta, determinados microorganismos pueden ayudar a hacer un uso más eficiente como el nitrógeno o el fósforo. “Se puede intervenir en el proceso de nitrificación inhibiendo determinados microorganismos o afianzando su fijación, o utilizar microorganismos que son solubilizadores del fósforo, para que las plantas puedan absorberlo”, ejemplificó.
Entre las tecnologías disponibles para el manejo de microorganismos, el experto señaló la inoculación, los protectores externos, la bioinducción y la osmoprotección. “La buena noticia es que la investigación en el área ha crecido, se produce a niveles industriales y se prueba a campo”, indicó.
“Queda como desafío seleccionar cepas que resistan el estrés abiótico, desarrollar microorganismos genéticamente modificados y trabajar conjuntamente con los fabricantes de agroquímicos para producir formulaciones más amigables con este tipo de microorganismos y su medioambiente”, concluyó.
Dr. Fernando García, director de IPNI Cono Sur
Graciela Cordone, AER INTA Casilda
Ing. Matías Trossero, Universidad Austral
Ing. Gustavo González Anta, Rizobacter