Así el Gobierno busca de facto que los argentinos pensemos y usemos pesos. Sin embargo, su consecuencia es la contraria: se retroalimenta la inconsistencia cambiaria en el marco de una desaceleración económica. A diferencia del 2009, esta vez no se trata de un fenómeno externo. El mundo no se nos vino encima, en realidad, la Argentina se cayó del mundo.
Al ejercer esta represión casi total en el mercado cambiario, se genera un efecto letal: todos quieren comprar y nadie vender. Desde luego, un spread superior al 20% entre el tipo de cambio oficial y el paralelo no es sostenible en el mediano plazo, pero difícilmente esta prima vuelva a estar por debajo de los dos dígitos. Este mix de variables nominales (tipo de cambio, tasa de interés y tasa de devaluación esperada) continúa altamente distorsionado. Las trabas a la compra de divisas sólo refuerzan el mercado paralelo e impulsan las colocaciones en pesos, manteniendo planchadas las tasas de interés, lo que a su vez retroalimenta la inconsistencia cambiaria.
El segundo trimestre del año es el de mayor afluencia de dólares comerciales. Sin embargo, ni los productores ni los exportadores están vendiendo y liquidando todo su potencial, y el Banco Central no puede hacerse de todos los dólares que quisiera. Aquí también opera la inconsistencia cambiaria, y cuanto más control, más se profundizará esta deficiencia. En la práctica, desde noviembre ultimo la economía esta indexando sus pesos a un sobreprecio para adquirir divisas de un modo cada vez más sistemático.
Esta coyuntura es solo otro reflejo de lo que venimos alertando hace tiempo: este modelo económico funciona (y se financia) en abundancia de dólares. En su ausencia, se dejan en evidencia los desequilibrios macro.
Dinámica
De esta manera, contrarrestar esta dinámica no es fácil en esta coyuntura, porque se han malgastado los stocks (superávits gemelos) para financiar problemas de flujo, y ahora el margen de maniobra (y la eficacia) de la política económica se ha reducido considerablemente. Habida cuenta que estamos al tope de la brecha de crecimiento potencial y con pleno uso de los recursos, cualquier estrategia de expansividad (dando por sentado que el gobierno reaccionará con iniciativas para contrarrestar el bajo ritmo de actividad en el segundo semestre), terminará con mayor inflación y atraso cambiario.
Una estrategia que no contemple la convergencia de las principales variables económicas como el gasto público, los salarios, la cantidad de dinero y la variación del tipo de cambio, se encuentra condenada a generar mayores traumatismos a la economía argentina.
La situación todavía es manejable, podríamos asistir a una estrategia profesional del BCRA, donde a partir de una flexibilización de los controles descomprima la demanda en el oficial con agresivas posturas de oferta (como lo acontecido en octubre de 2008). Mientras que la autoridad monetaria sea rehén del poder político no tiene la capacidad operativa para administrar esta situación.
Por Martín Redrado - Árbitro de la Organización Mundial de Comercio