Por Werner Pertot
¿Hay un cambio de paradigma con respecto al rol de Estado? Si existe, ¿se da en la dirigencia política o también en la sociedad? ¿Sigue activo en el sentido común el discurso de los noventa sobre un Estado ineficiente? Diversos intelectuales y políticos respondieron estas preguntas para Página/12, a partir del retorno de YPF al control estatal, pero también tomando en cuenta otros hechos de la última década y la crisis de los países centrales. Para los dirigentes cercanos al kirchnerismo, existe un cambio de paradigma, que se fundamenta en la acción del Gobierno. Los opositores ponen el foco en el 2001 y en el fracaso de las políticas neoliberales. Entre los intelectuales, existe un debate sobre si hay un real cambio de paradigma en la sociedad o si siguen presentes en las representaciones sociales los planteos del neoliberalismo.
“Achicar el Estado para agrandar la Nación”, fue uno de los emblemas de la dictadura. Se trató de un discurso que tuvo continuidad en los diversos gobiernos de la democracia y en los medios masivos de comunicación. La imagen más recordada es la del lobbista Bernardo Neustadt observando un aparato telefónico y preguntando dónde se puede encontrar allí la soberanía. Un análisis del caso YPF de dos antropólogos e investigadores del Conicet, Hernán Palermo y Analía García, indica que el Estado fue central tanto para generar las condiciones de la privatización como para la expropiación actual. “El Estado desempeñó un rol fundamental en la legitimación de las políticas de privatización”, concluyeron en su artículo. La YPF pujante de la época de Juan Domingo Perón –señalaban los antropólogos– sirvió para consolidar el Estado de Bienestar sobre dos variables: la generación de trabajo y el despliegue territorial, dentro “del modelo de regulación social fordista”. La privatización retrajo estas dos variables: tanto sobre el trabajo (de 50 mil puestos de empleo en 1991, YPF pasó a siete mil tres años más tarde) como sobre las economías regionales, que fueron calificadas por el Estado de “dependientes” de YPF.
Eficiencia
Palermo y García destacaron que el propio Estado jugó un papel en la redefinición del valor de las empresas que luego se privatizaron, a partir de la idea de que son empresas deficitarias per se si están en manos del Estado. Hizo su entrada la noción perseverante de “eficiencia”. “Lo cierto es que el valor simbólico que se les otorgó a los hidrocarburos a lo largo de la historia nacional se ha ido redefiniendo de acuerdo con la formulación del Estado, no sólo en materia de política económica, sino en función de un modelo de dominación”, advirtieron los antropólogos.
El discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner retomó esta idea de eficiencia: “No es incompatible la eficiencia con la patria”, dijo. El lingüista Alejandro Raiter señaló, sin embargo, que esta palabra no estuvo siempre asociada al Estado. “En la década de los sesenta o setenta, no existía la asociación a la eficiencia. No es que no estuviera la idea: uno viajaba mal en el trole o tardaba en llegar el teléfono. Pero no estaba naturalizado que debía ser eficiente, como tampoco la rentabilidad: nadie se preocupaba si YPF ganaba plata o no”, afirmó Raiter, titular de la cátedra de Sociolingüística de la UBA. “El cambio de discurso empezaba a darse con Alfonsín y no con Menem. Los grandes adalides eran Neustadt y Grondona. Ahí aparece el término eficiencia. Queda claro que el Estado es ineficiente y las empresas privadas, no.”
“La idea de que el Estado es ineficiente es una representación social consolidada: se incorpora a los contenidos del sentido común. Entonces, CFK tiene que salir a defenderse con YPF porque lo primero que se va a pensar es que una empresa estatal va a funcionar mal. Ella está contestando a algo ya presente en el imaginario”, indicó Raiter. “No creo que estemos ante un cambio de paradigma”, concluyó el lingüista: cambia el valor de los signos, pero el eje sigue centrado en la eficiencia.
Sociedad y elites
Por su parte, el politólogo Marcelo Leirás detalla que la sociedad nunca fue tan privatista como la elite política. “Puede haber habido algún cambio, pero es menor a lo que parece en la sociedad. El cambio es mayor en la elite política. La crisis económica de los ochenta generó la creencia en la elite de que el Estado era un problema y que la liberalización comercial era una buena política. Los resultados de la política de privatización fueron peores de lo que prometía el pronóstico en los ochenta”, advirtió el director de la carrera de Ciencias Políticas de la Universidad de San Andrés.
“La crisis de 2008 –una crisis de origen financiero y es muy difícil no verla como resultado de la desregulación financiera– hace que la elite política vea como no tan ciertas las recetas neoliberales”, consideró Leirás. Entre otras cosas, piensa que se puso en crisis el paradigma de una moneda estabilizada y de la integración comercial en bloques. “No está claro cuál es el paradigma nuevo, pero todo el mundo lo está pensando –reflexiona Leirás–. Y buscando cómo esto que pasó en la última década se traduce en un lenguaje. El kirchnerismo lo busca en las arcas del populismo peronista, Chávez lo busca en el discurso latinoamericanista. Son algunas hebras para tejer un discurso nuevo.”
Oficialismo y oposición
En la dirigencia política hay un cierto consenso en que existe un cambio de paradigma. Los motivos que se esgrimen son distintos según el sector político. Para Martín Sabbatella, “el kirchnerismo construyó un nuevo paradigma y ubicó al Estado en el centro. Lo público vuelve a ser lo de todos y de todas y no lo de nadie, como lo había ubicado el neoliberalismo para privatizarlo”. El ex intendente de Morón destacó que “se van ganando pequeñas batallas culturas al pensamiento único, porque hay un consenso importante en que es necesaria la presencia del Estado para garantizar derechos”. Entre las batallas ganadas, dio como ejemplo que “la sociedad plantea que el futuro se tiene que construir con memoria, verdad y justicia. También que el futuro de los abuelos está más seguro en manos del Estado que esperando una cotización de Hong Kong”.
“Los noventa planteaban el fin de los Estados-Nación, achicar el Estado es agrandar el país. Todo eso se instaló en la sociedad con un desprestigio donde lo público era equivalente a lo ineficiente”, analizó Carlos Heller, del Frente Nuevo Encuentro. “La revalorización del rol del Estado es, sin duda, un cambio de paradigma. YPF en manos de Repsol tenía como objetivo lograr la máxima rentabilidad. YPF en manos del Estado debe convertirse en un instrumento de desarrollo. La eficiencia está medida por el cumplimiento del objeto social, no por la ganancia”, consideró.
En tanto, el radical Leopoldo Moureau estimó como causa central de un cambio que “la crisis de 2001 volvió a jerarquizar el rol del Estado, en términos de la sociedad, que advirtió que la ausencia del Estado la llevó a lo que se vivió, que fue un desamparo muy fuerte”. “No sé si está del todo asumido en la sociedad, pero sí se ha revalorizado el rol del Estado en las fuerzas populares: el oficialismo, el radicalismo, el socialismo”, sostuvo el dirigente de la UCR. “Veníamos de una derrota cultural muy fuerte, con la sucesión de las políticas neoliberales caló bastante. Pero esa ola se ha revertido y el Estado es visto como algo significativo en la vida cotidiana. Eso hay que consolidarlo con un Estado eficiente”, estimó.
“Obviamente, se ha venido produciendo un cambio de paradigma en los últimos años. Por supuesto que el debate está presente. Y todavía existe en el discurso oficial el prejuicio anti-estatal. Por ejemplo, el discurso de CFK cuando anuncia lo de YPF dice que no son estatistas”, consideró Pino Solanas, de Proyecto Sur. Para el diputado, la causa del cambio es clara: “La sociedad ha conocido lo que es el castigo de la ola privatista. Las tarifas dolarizadas. Llamás por teléfono y te atiende un contestador. La sociedad se escarmentó con eso.”