Las elecciones de este domingo nos permiten dar un paso en esa dirección: por primera vez en la historia, hemos elegido presidente en siete ocasiones consecutivas en comicios libres, sin interferencia militar, cumpliendo 28 años de gobiernos escogidos por la mayoría.

Este es un gran logro, pero todavía nos falta madurar.

No hay democracia real sin garantías para la oposición, respeto a los derechos humanos, a la libertad de expresión; sin formaciones políticas que se enfrenten por el poder, sabiendo dialogar y poniendo los intereses de la nación por encima de sus ideas y pasiones. Las argentinas han sido pioneras en la lucha por los derechos políticos de la mujer. En 1911 la argentina Julieta Lanteri fue la primera mujer que votó en América latina y en 1919 la primera en ser candidata.

En 2007 Cristina Fernández de Kirchner fue la primera mujer elegida presidenta de la Argentina, aunque algunos con mentalidad machista atribuyeron su éxito al presidente Néstor Kirchner. Este último domingo obtuvo un triunfo contundente con casi el 54% de los votos, imprimiendo a su triunfo un tinte personal.

El Frente para la Victoria se diferenció, así, de las otras fuerzas políticas al presentarse como algo nuevo que, asimilando la historia del peronismo, supo situarse en el siglo XXI.

El candidato socialista Hermes Binner obtuvo el segundo lugar con 16,8% de votos. Cuarto en la primera vuelta, Binner atrajo a electores anti-K que hace poco respaldaron a candidatos que parecían más fuertes.

En tercer lugar llegó Ricardo Alfonsín con un 11,1% de los votos, con una campaña arcaica. Mientras el candidato a vicepresidente por el Frente para la Victoria entusiasmaba a los jóvenes convocándolos a conciertos de rock, Alfonsín aparecía con la marcha radical, vivando a Hipólito Yrigoyen, personaje histórico respetable, que poco tiene para decir en la era digital.

En cuarto lugar llegó Alberto Rodríguez Saá con casi el 8% de los sufragios. Gobernador eficiente, pudo ser un alternativa seria en estos comicios. No tuvo el apoyo de corporaciones importantes y sus logros en San Luis parecían demasiado espectaculares para ser reales.

Fue una sorpresa el quinto lugar de Eduardo Duhalde con el 5,9% de los votos. Más allá de sus méritos personales, el ex presidente tenía una imagen negativa difícil de revertir.

Habría hecho Duhalde un mejor papel con una estrategia que mejore su imagen, con un peronismo federal renovado, pero reeditó viejos ritos y formas anticuadas del justicialismo, sin caras nuevas, carente de un mensaje capaz de llegar a los nuevos electores argentinos.

Jorge Altamira y Carrió empataron prácticamente con el 2% de los votos. El primero obtuvo votos propios de candidatos de izquierda que todavía no asimilaron la caída del Muro de Berlín. El pobre papel de Elisa Carrió, la protagonista de un buen segundo puesto hace cuatro años, nos dijo cuán útiles son en nuestro país las derrotas honrosas.

El autor es consultor y principal asesor político de Mauricio Macri

Duhalde ganó en la Antártida

Al igual que en las primarias, el ex presidente Eduardo Duhalde se impuso con el 36,5% en las seis mesas de la Antártida, donde votó el personal militar y científico de las bases australes. Sobre un total de 190 sufragios, logró 68 adhesiones, contra 39 de Alberto Rodríguez Saá (20,9%), y 37 de Cristina Kirchner (19,9%), que se ubicó tercera. En cuarto lugar quedó Hermes Binner, que logró 27 adhesiones (14,5%), y más lejos salieron Ricardo Alfonsín, con 7 sufragios (3,7%); Elisa Carrió, con 5 (2,6%), y Jorge Altamira, con 3 (1,6%). Hubo cuatro votos en blanco.