La impronta narcisista que le dio Cristina Kirchner a la diplomacia hizo que por una sucesión de visitas oficiales, un cargo en la ONU o una gira presidencial, el país se convierta, desde la mirada del Gobierno, en el centro del universo.
La reunión del canciller de Brasil con la Presidenta para armar la visita de Dilma Rousseff dejó en la Casa Rosada el optimismo de que la sucesora de Lula seguirá teniendo a la Argentina como principal socio. Pero Antonio Patriota también exigió más diálogo y compromiso para resolver las eternas controversias comerciales. ¿Qué hará la Argentina ante este planteo si depende de Brasil hasta para la confección de sus billetes?
El paso del enviado de Obama tampoco fue un mar de rosas. Valenzuela fue evitado por la Presidenta, pero igual retrucó las quejas que Timerman hizo por el trato de alimentos argentinos en Estados Unidos. El funcionario norteamericano planteó la preocupación de Washington por la falta de colaboración en la lucha contra el lavado y el terrorismo.
El Gobierno mostró como gran trofeo que presidirá el G-77. Pero cualquier político novato sabe que consensuar con los 130 países que integran ese grupo en la ONU es difícil y que presidir el G-77 no garantiza nada. Ese grupo de países en desarrollo lo lideró Sudán, Nigeria o Paquistán. Ninguno cambió las leyes del mercado mundial como pretende Timerman.
Cristina Kirchner emprendió anoche su viaje por Asia para atraer inversiones. Viaja con 100 empresarios y confía en que podrá captar fondos de Turquía, Kuwait y Qatar para la obra pública. No será sencillo. Los empresarios argentinos que negocian con los árabes dicen que a éstos no les interesa poner dólares en carreteras en el exterior y que su mayor interés es comprar tierras. Qatar y Kuwait tienen fondos de inversión por más de US$ 300.000 millones. Pero la lógica de los emires no encaja con algunas trabas y dogmas que impone el Gobierno.
Hay escollos de otro tipo: la inseguridad jurídica sigue latente para muchos inversores. Un embajador europeo dijo que muchas empresas creen que el Gobierno aún no garantiza reglas de juego claras y temen por leyes retroactivas. ¿Cómo garantizar previsibilidad al mundo cuando no se alcanza un acuerdo con el campo para evitar que se frene la exportación de granos? ¿Quién confiará en un país que hasta la mismísima Presidencia resulta víctima de un robo? Demasiado silencio para estas preguntas. Borges nos recuerda que "cada día que pasa el país es más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos". La política exterior del narcisismo sabe mucho de ojos vendados y de pago chico.