El ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, expuso en Medellín, Colombia, en el marco de la Asamblea Anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entidad que este año cumplió 50 años. Lavagna estuvo en un panel junto al presidente del BID, el colombiano Luis Alberto Moreno; Alain Touraine, director de la Escuela de Altos Estudios de Francia; y Moisés Naim, editor de Foreing Affaire. Lavagna preparó un trabajo sobre la Calidad de Vida y un Índice de Desarrollo Humano Subjetivo, y concluyó que la calidad de vida objetiva en América Latina se mueve por debajo de los estándares internacionales. En este sentido, se refirió a que la crisis de 2009 ubicaría a otros 6 millones de personas por debajo de la línea de la pobreza. Aludió a las cuestiones de la seguridad, “o mejor dicho, de la inseguridad”, señaló. “El porcentaje de personas que han sufrido delitos de robo en América Latina, es entre 20% y 30% más alto que para el resto del mundo, para todos los niveles de ingresos”.

Es un honor estar presente en esta Asamblea de los 50 años del BID, nuestro banco, que cumple con dos requisitos básicos en el mundo actual: estar cerca de la Región y estar integrado al mundo financiero internacional. Lo primero garantiza una mejor comprensión de las particularidades de los países de la Región y lo segundo asegura recursos necesarios a una Región en desarrollo.

El BID cumple sus 50 años en medio de la peor crisis internacional, financiera, económica y de comercio internacional, desde la II Guerra Mundial. Un momento en que el papel de los bancos multinacionales tienen un rol institucional que cumplir,

- asegurando políticas anticíclicas y cubriendo la brecha de financiamiento que hoy no cumplen los bancos privados,

- trabajando por nuevos esquemas regulatorios que sin ahogar la innovación y la iniciativa privada hagan que esa innovación no se divorcie de la realidad económica subyacente, ni de los valores éticos que el capitalismo no puede ni debe perder, y

- cooperando en evitar el recurso a políticas proteccionistas que destruyan comercio como ocurrió en los años 30 y, por ende, afecten el bienestar colectivo.

Para esta Asamblea el BID ha preparado un trabajo sobre la Calidad de Vida y un Índice de Desarrollo Humano Subjetivo que creo de alto valor porque capta aspectos de la realidad económica, social y, por ende, política que la racionalidad extrema del homo economicus deja de lado o minimiza. De esa manera enriquece la ciencia económica, hace un aporte a la comprensión de la realidad y por tanto a una mejor formulación de las políticas públicas.

Los datos objetivos, los datos cuantificables, nos marcan claramente dos cuestiones en los que la calidad de vida objetiva en América Latina, se mueve, dinámicamente, por debajo de los estándares internacionales:

> El aumento en el producto bruto per capita.

> Las condiciones de seguridad.

i) En el caso del PBI per capita esta es una constante que lleva ya décadas. El PBI per capita cae en la década de los años 80; en la de los 90 el crecimiento es inferior a los del Sudeste Asiático y el Pacifico y al de Asia del Sur y en lo que llevamos de esta década, hasta 2006/7 es inferior al de cualquier otra Región en desarrollo, es decir, Sudeste Asiático y Pacifico, Asia del Sur, Europa del Este y Asia Central, Oriente Medio y hasta del África Sub Sahariana.

No hay que extrañarse que en los 33 años que van desde 1975, el PBI total de América Latina cayera en forma absoluta cuatro veces (1982-83 / 1990; 2002) pero el crecimiento fue tan débil que el per capita cayó en 10 años del total de 33. Como los procesos recesivos no son neutros respecto de la distribución del ingreso, es decir, tienden a castigar más a los sectores más pobres, no cuesta mucho estimar que empeoró la situación absoluta y relativa de los sectores más pobres en, por lo menos, la mitad de los años de esas más de tres décadas,

Según el Banco Mundial la crisis de 2009 ubicaría a otros seis millones debajo de la línea de la pobreza, 2 millones recién salidos y 4 millones de clase media.

ii) En el caso de la seguridad o, mejor dicho, de la inseguridad, las cosas no son mejores. El porcentaje de personas que han sufrido delitos de robo en América Latina, entre 20% y 30 %, es más alto que para el resto del mundo y esto para los todos los niveles de ingreso. Por otro lado las pérdidas económicas por delitos que estima el Banco Mundial son muy altas en la Región.

Los datos subjetivos que ha calculado el BID, son sin embargo algo más complacientes. En el caso de la situación económica del país, América Latina es la Región del mundo donde la percepción sobre la situación económica personal (estándar de vida), supera marcadamente a la percepción sobre la situación económica del país.

Algo similar se repite en lo que hace a la diferencia entre la percepción sobre las políticas y la realidad en materia de salud, educación, vivienda y políticas laborales. Que la gente individualmente, se sienta mejor que su país y que esté más satisfecha en cuestiones y políticas sociales que lo que la realidad objetiva indica, no es un dato menor.

En lo que hace a seguridad, los países de la Región con mayores niveles de criminalidad y con mayor conciencia en los líderes sociales del problema, son precisamente los países de la Región donde las personas perciben menor insatisfacción relativa con la situación de seguridad. Quizás esto agregue una nueva paradoja, la “paradoja del acostumbramiento” a las que se identifican en el trabajo.

Esta diferencia entre lo objetivo y las percepciones subjetivas, tanto sociales como individuales, donde las percepciones son mejores que la realidad concreta, probablemente reflejen factores muy diversos de orden cultural y condiciones naturales.

Algunos positivos, como una probable mayor valoración que en otras culturas de la amistad, del deporte, del ocio y un medio ambiente natural, como la densidad poblacional y el clima, más positivo que en otras regiones en desarrollo. Otros negativos, como la tendencia al acostumbramiento, a la anomia, a la pasividad o al menor compromiso comunitario.

Entonces es válido interrogarse sobre:

¿Qué se hace frente a la “paradoja del crecimiento infeliz” por la cual el crecimiento rápido genera dis-satisfacción?

¿Qué se hace frente al conformismo de la población que acepta niveles de salud y educación inferiores a lo que sería hoy alcanzable, lo que el BID define como “paradoja de aspiraciones”?

¿O qué se hace con la “paradoja del acostumbramiento” que hace que los problemas se resientan fuertemente en el momento en que van surgiendo para luego, con el tiempo, considerarse con un menor grado de exigencia?

Las diferencias entre el Cono Sur con índices de inseguridad en aumento y la Región de América Latina con mayor criminalidad pueden reflejar un caso de acostumbramiento a factores negativos.

Mi respuesta al ¿qué se hace? es tratar de entender, entender para rechazar, estas paradojas.

La del crecimiento infeliz nos habla a las claras de que nos importa no sólo nuestro ingreso sino el de nuestros grupos de referencia y el del resto de la escala social. El conocido “efecto demostración” de la teoría económica.

La de las aspiraciones nos está casi gritando que hay problemas de transparencia informativa y educacional. No se aspira a lo que no se sabe que existe.

La del acostumbramiento refleja resignación ante hechos negativos que han durado tanto que han hecho que junto a los cambios generacionales se borrara parte de la memoria histórica de otros tiempos, de otras realidades, mejores.

Dije entender para rechazar porque los líderes políticos, sociales, intelectuales, informativos de América Latina no pueden asustarse de los efectos de acelerar el crecimiento, no pueden conformarse con que quienes deberían reclamar más, no lo hacen por falta de información-educación y porque no pueden aceptar el acostumbramiento a lo que no es ni bueno, ni justo ya que eso es sinónimo de inmovilidad, de rendición, de fatalismo.

Muchas veces la dotación de recursos y los datos históricos y culturales son de tal contundencia que le imponen límites a los deseos de la dirigencia. No creo que sea el caso de América Latina.

América Latina cuenta con:

- recursos excepcionales en materia de minería y de energía,

- recursos medio ambientales y condiciones climáticas no extremas,

- disponibilidad de tierras fértiles y de agua que son reservas globales, por ende, capacidad de producción de alimentos a escala global,

- densidad poblacional comparativamente baja,

- alta identidad cultural, lingüística y religiosa,

- lazos culturales con el mundo desarrollado y un cruce cultural con las culturas originales hoy estabilizado sin grandes conflictos y sin discriminaciones extremas,

- recursos humanos promedio medianamente formados con grupos e individuos de excelencia,

- conflictos entre los países encapsulados y con mecanismos de discusión y búsqueda de soluciones abiertos,

- democracias aun débiles e incompletas pero con infinita mayor capacidad de diálogo hacia adentro de cada una de las sociedades y hacia afuera con la Región y con el mundo.

La región cuenta con estos recursos pero, obviamente, no ha alcanzado la calidad de vida que potencialmente podría tener hoy o alcanzar recuperando los espacios relativos que la Región ha perdido, a escala global. Pero reconciliar lo potencial con lo real, efectivo, requiere más,  bastante más, que lo que hasta ahora se ha hecho.

Baste hablar de cuatro de las mayores economías y poblaciones de la Región.

No se puede ignorar

- que Argentina se debate hasta el cansancio entre políticas populistas, facilistas y ortodoxias económicas que casi nadie usa, en un péndulo inútil que no cesa;

- que Brasil con su enorme potencialidad lleve una década de crecimiento por debajo de su grupo de referencia, los BRIC, que también integran China, India y Rusia,

- que Colombia que hoy nos recibe con tanta cordialidad lleve años de focos de conflicto,

- que México tenga que escuchar hablar de “estados fallidos”.

Entre las razones mas frecuentes que explican las diferencias entre la potencialidad y la realidad pueden, a mi juicio, señalarse:

1. El concepto de sustentabilidad no forma parte de la discusión sobre las políticas económicas y sociales (pan para hoy, hambre para mañana)

Desde que los gobiernos militares se fueron retirando forzadamente de la escena en América Latina y muy particularmente en América del Sur, y la democracia se fue afirmando en esos países y/o desde que ha habido una mayor alternancia política en aquellos países que no habían sufrido interrupciones al orden constitucional, es frecuente que se hagan reflexiones sobre la sustentabilidad de formas democráticas aun frágiles e inestables. Este concepto de sustentabilidad democrática no ha alcanzado, en cambio, a las políticas económicas.

El problema radica, entonces, en cómo explicitar o al menos poner en discusión casos en que los buenos resultados económicos del presente pueden no ser más que el resultado de políticas económicas facilistas, voluntaristas, con la vista puesta exclusivamente en el corto plazo, ignorantes incluso de los cambios que en diversos planos se pueden estar produciendo en la sociedad, en la Región y/o en un mundo crecientemente global. ¿Por qué discutir entonces sobre la sustentabilidad de la democracia si no se discute, o al menos no se lo hace en un ámbito que llegue a los ciudadanos, la sustentabilidad de un determinado modelo, programa o esquema económico?

América Latina está plagada de ejemplos de reelecciones políticas que rápidamente se enfrentan a crisis económicas, y por tanto sociales, cuya administración queda en manos de quienes -jugando con los tiempos eleccionarios, o aun auto-engañándose- son los mayores responsables de dichas crisis. O peor aun, de situaciones en que nuevas administraciones deben hacerse cargo de ajustes demorados por los gobiernos salientes hipotecando así su propio período de gestión.

2. El valor económico de la institucionalidad, del respeto de las reglas de juego, no esta plenamente reconocido (las reglas se cambian si al interesado de turno le conviene).

Pareciera claro que la democracia está más cerca del campo de lo político que del campo de lo económico. Sin embargo no hay que perder de vista que mientras las opiniones políticas se transforman en decisiones de manera discreta -es decir, que se expresan cada cierto número de años en el momento de las elecciones- las decisiones económicas, las grandes y las pequeñas, se toman en un continuo total, día a día en el marco del mercado.

Cuando se compra, se vende, se invierte, se saca o se entran capitales, se busca o se crea empleo, etc., etc., millones de personas expresan su opinión. Lo hacen en el marco del poder diferente que le dan sus ingresos, es decir de manera no igualitaria, pero lo hacen.

La cuestión entonces podría plantearse de la siguiente manera: cómo lograr que desde el campo de la política, de la generación y distribución del poder, que se expresa con mecanismos discontinuos, se aporte a la economía un marco de referencia cierto y estable que acerque al óptimo las decisiones económicas múltiples y cotidianas.

A mayor institucionalidad en términos de calidad e intensidad, más positivos son los efectos sobre la formulación de la política económica.

3. La situación de liquidez o iliquidez internacional favorece la volatilidad económica y social (en el mundo global otros piensan por nosotros)

América Latina se caracterizó por no contar con un pensamiento autónomo, capaz de filtrar los impactos de las finanzas internacionales sobre su propia autonomía. La economía de la Región pasó así a ser altamente dependiente del grado de liquidez de los mercados internacionales y de los flujos de capitales en busca de diferenciales de rentabilidad respecto a lo obtenible en los mercados centrales.

En momentos de alta liquidez, el ingreso de capitales financieros determina la valorización de las monedas nacionales en los regímenes de tipo de cambio flotante o garantizan la fijación artificial de la paridad en los regímenes de tipo de cambio fijo, incluyendo el caso extremo de la convertibilidad o caja de conversión (currency board). La combinación de tasas interés internas elevadas y la permanente valorización de las monedas nacionales, las revaluaciones reales, permiten obtener altísimos rendimientos en monedas fuertes.

El sistema se torna, además, acumulativo ya que los altos rendimientos impulsan el ingreso adicional de capitales y nuevas tendencias a la valorización de las monedas nacionales por exceso de oferta en los mercados cambiarios. La valorización de las monedas nacionales a su vez opera como un instrumento de apertura de la economia, desincentivando las exportaciones, sobre todo aquellas con valor agregado e incentivando las importaciones. Obviamente, con consecuencias negativas sobre la producción real y el empleo.

4. El costo de la volatilidad económica es subestimado (las discontinuidades y la volatilidad la pagan los más pobres).

Más allá de que el “promedio” de tasas de crecimiento global y per capita fuera similar entre un sistema inestable con marcadas fluctuaciones y un sistema concentrado en torno a una tendencia de crecimiento definida, los efectos sociales son marcadamente diferentes.

Las recesiones, más aun, las depresiones económicas no son simétricas. Por el contrario, el sesgo es muy marcado y sus efectos son socialmente muy diferenciados. El impacto negativo es reducido en trabajadores con formación universitaria y va aumentando a medida en que baja el grado de formación. Otro tanto ocurre por el medio familiar, la riqueza acumulada y en muchos casos, el origen racial o religioso o el género.

5. El Estado invasor y su contrapartida el Estado invadido (el Estado bobo: Todo o Nada)

Nuestros países pasan con mucha facilidad del Estado omnipresente, invasor, regulador, que asfixia a la libre empresa, al capitalismo innovador, abierto y competitivo, al Estado inerte en su función de equilibrador, de protector y promotor de los sectores con mayores necesidades débiles. En definitiva, un Estado invadido por lobbies e intereses especiales, el crony capitalism.


Síntesis y Conclusión


Haber introducido, como lo ha hecho el BID, las percepciones entre los datos relevantes para la acción de los gobiernos es altamente elogiable.

Estas percepciones deben ser leídas no como el reflejo de la realidad objetiva, sino como una subjetividad que en el caso de los problemas mas marcados de la Región como son insuficiencia de crecimiento e inseguridad son más benévolas que la propia realidad.

Una acción política positiva debe rehuir el conformismo, la comodidad y, al revés, debe ir dirigida a transformar estas percepciones que son resultado de bajas aspiraciones, de acostumbramiento o de una dinámica de cambio que al alterar el statu quo tienen el efecto de generar sentimientos de dis-satisfacción, no obstante mejoras absolutas en los niveles de vida.

La potencialidad de la Región está muy por encima de su realidad. Muchos son los elementos que pueden explicar esto, pero hay cinco que me parecen relevantes:

- el hecho de que no se discuta la sustentabilidad de las políticas económicas que se le proponen a los paises y que con mucha frecuencia esas políticas desemboquen en crisis y desencanto,

- el escaso valor que los gobiernos y la sociedad le asignan a la institucionalidad, al respeto de las reglas de juego, sobre la economia,

- la dependencia extrema de la situación financiera internacional, con ciclos de exceso y defecto de liquidez que se trasmiten de lleno sobre los países de la Región. Los períodos de alta liquidez con valorización de las monedas nacionales están en el origen de diversas crisis de balance de pagos y de la deuda,

- el escaso reconocimiento de cómo la volatilidad afecta a los sectores más pobres de la Región, agravando los efectos de un crecimiento que, en promedio, ha sido insuficiente,

- Estados, y en consecuencia cuerpos políticos, que no encuentran el justo medio y oscilan entre ahogar la iniciativa privada o quedar en manos de intereses especiales.

No se logra previsible y durablemente un Estado que libere las fuerzas económicas e intervenga eficazmente en el campo social.