Las elecciones del 28 de junio ya no son un acto para elegir legisladores, refrendar liderazgos territoriales, ver quién controla el Parlamento o conocer si los votantes aprueban o no este modelo económico. En el fondo, Néstor Kirchner quiere saber quién manda, lo que implica en verdad conocer si Néstor Kirchner, en realidad, todavía sigue mandando, según dijo el autor en el editorial de su programa por radio AM América.
Después de algunos días de dudas, Néstor Kirchner dejó en claro que el adelantamiento de las elecciones para el 28 de junio no es un plebiscito sobre su gobierno y el de Cristina Fernández de Kirchner, sino una compulsa para ver quién tiene el verdadero poder en la Argentina.
Los planes de la Quinta de Olivos quedaron en evidencia
> el martes 17/03, cuando cortaron las negociaciones con la Mesa de Enlace, y
> el miércoles 18/03, cuando se ignoró la movilización contra la inseguridad, se lanzó el proyecto de reforma de la Ley de Radiodifusión contra el Grupo Clarín y se movieron todos los hilos parlamentarios para aprobar en Diputados el cambio de fecha de elección.
Para que no hubiera duda, el martes, en La Plata, Néstor Kirchner dijo que quiere derimir las diferencias con el campo en las urnas y, el jueves, el sorpresivo anuncio de la coparticipación engañosa de la soja que realizó Cristina Fernández de Kirchner terminaron por llevar al campo a las rutas y a un cese de comercialización por una semana.
Tan clara es la decisión de la Quinta de Olivos de poner en juego todo su poder que ninguno de los miembros del matrimonio Kirchner desmintió a Emilio Pérsico cuando sostuvo que si el gobierno perdía las elecciones entregarían el Poder a Julio Cleto Cobos y el Grupo Clarín.
Otra de las piezas para comprender la decisión de Néstor Kirchner fue develada por el propio ex Presidente, el jueves 19/03 en Merlo, cuando reclamó al campo y la oposición que “expresen sus diferencias, pero después acepten lo que decide la mayoría institucional”.
Así, para Néstor Kirchner, en el sistema democrático no se negocia con la oposición, sino que quién no gana las elecciones deben obedecer obedientemente. Es decir, el viejo apotegma peronista “el que gana, manda y el que pierde, acompaña” lo quiere convertir en un mandato universal (por eso habla de “mayoría insticional”).
Desde esta particular visión de Néstor Kirchner, quién tiene menos votos o menos legisladores que él debe callarse la boca y hacer lo que quiere Néstor Kirchner, cuando quiere Néstor Kirchner, da la forma que imponga Néstor Kirchner. No hay opción, no hay alternativa. Sólo obediencia ciega.
Esta forma de gestión del poder, en niveles propios del absolutismo europeo de fines del medioevo, hace que Néstor Kirchner considere enemigos a todos los que callan y acatan órdenes y deseos oficiales.
En este marco, las elecciones del 28 de junio ya no son un acto para elegir legisladores, refrendar liderazgos territoriales, ver quién controla el Parlamento o conocer si los votantes aprueban o no este modelo económico. En el fondo, Néstor Kirchner quiere saber quién manda, lo que implica en verdad conocer si Néstor Kirchner, en realidad, todavía sigue mandando.
La unión de la oposición, la salida del campo a las rutas, la previsible respuesta del Grupo Clarín y otros medios contra el proyecto de Ley de Radiodifusión –quizás la mayor falacia seis años de gobierno kirchnerista- es funcional con el reclamo de Poder absoluto que exige Néstor Kirchner para seguir ocupando la Quinta de Olivos y manejar el país.
Hay que entender al matrimonio gobernante: desde que ingresaron a la actividad política hace más de 20 años, es la primera vez que no tiene el control absoluto del espectro político que los rodea. No están acostumbrados a gobernar a la defensiva, negociando, dando explicaciones. Néstor Kirchner reclama de todo aquél que no lo considera fiel guardar silencio respetuoso, admirativo y humilde. Casi una actitud de temor de dios reclama el santacruceño, en donde él ocupa el rol de dios.
La gran equivocación de Néstor Kirchner es creer que aunque el oficialismo se imponga en las elecciones del 28 de junio, el poder perdido se puede recuperar. A decir verdad, el poder ganado con el 46% de los voto que logró Cristina Fernández de Kirchner les duró menos seis meses antes del derrumbe que mostraron las encuestas. ¿Por qué será diferente ahora?
Si el gobierno gana las elecciones del 28 de junio, la inseguridad no acabará, el campo no callará sus reclamos, la oposición no desaparecerá, las provincias no podrán frenar el lanzamiento de Patacones y Lecops y los medios de comunicación seguirán con su creciente perfil opositor.
Néstor Kirchner cree que puede cambiar el derrotero iniciado hace un año con sus golpes de efectos o al poner en juego su figura. Sin embargo, no se puede gobernar eternamente a golpes de efectos o poniendo en juego el poder propio en forma constante. La fórmula que funcionó más de 20 años, quizás está camino a dejar de funcionar.
Néstor Kirchner cree que siendo candidato sus problemas van camino a solucionarse, pero en Buenos Aires genera muchas dudas los acompañantes del ex Presidente, en la Capital Federal no tiene candidatos y, en las provincias, lo gobernadores no quieren la presencia del titular del Partido Justicialista por que actúa como un piantavotos.
Incluso, el oficialismo promete recurrir a la cantera de artistas y deportistas para llenar sus lista y hacerlas atractivas. Pero eso no evita que a espaldas de la Quinta de Olivos, los kirchneristas de ayer ya están armando el post-kirchnerismo de mañana (sólo basta leer los movimiento de Alberto Fernández para entender el proceso en curso).
El aporte de artistas y deportistas a los movimientos políticos es pobre y, en muchos casos, contraproducentes. Sólo hay que recordar lo ocurrido con la Unión del Centro Democrático, el menemismo decadente, el progresismo urbano y el propio kirchnerismo. Mientras esas figuras logran cargos que luego no saben cómo utilizar, los gremios sacan enormes tajadas de los puestos ganados a fuerza de rimel, maquillaje y medallas.
¿Cuál es el costo de esta estrategia? Que los puestos que ceden a famosos y gremialistas evitan que alfiles de los partidos políticos queden en sus casas y que aparezcan figuras borocotizables con facilidad.
¿Así pretende retener o recuperar el poder perdido Néstor Kirchner?
Por ahora, la mayor fortaleza que ofrece la candidatura de Néstor Kirchner es evitar la lucha por el lugar en las listas y dividir a una oposición que rechaza gestos de integración, como el lanzado por Mauricio Macri, o encabezan declaraciones farragozas que no tiene impacto en el electorado, como los protagonizadas por la Coalición Cívica y la Unión Cívica Radical.
Esta política de armado de listas crea verdaderos monstruos electorales. El kirchnerismo sufre a Hugo Moyano, Elisa Carrió sufre a Hermes Binner y Mauricio Macri debe soportar a un Felipe Sola que no aporta votos ni estructura pero frena la alianza con Francisco de Narváez, la integración del ProPeronismo y hacer trascender negociaciones con Julio Cleto Cobos y Margarita Stolbitzer para poner nervioso a sus aliados.
Pero Néstor Kirchner sigue sin entender que su estrategia electoral –cualquiera sea el resultado- no evitará que sigan bajando los índices de confianza, aceleran el gasto público y hace mayor el déficit fiscal, posterga el blanqueo de capitales cuatro meses y no frena el creciente número de empleos en negro, a causa de un derrumbe constante de los indicadores de producción.
Néstor Kirchner no puede evitar con su estrategia electoral que se haga evidente el fracaso de los planes de incentivo al consumo lanzados en enero y febrero desde el Quincho de la Quinta de Olivos, no evita que en vez de 100.000 autos sólo se hayan vendido menos de 1.000 o que se prevea que se venderán más autos del Brasil que construidos en la Argentina.
En el empresariado, entre los banqueros, entre los grandes inversores hay conciencia clara que, luego de las elecciones, vendrá un nuevo plan económico. Drástico, violento, impactante. Sin duda, Néstor Kirchner espera que, respaldado por las urnas, tenga vía libre para hacer cualquier cosa.
Sin embargo, cuando se habla de cualquier cosa se menciona una devaluación del 40% (que fabricaría 10 millones –o más- de pobres de un plumazo), de la nacionalización del comercio exterior de granos (lo que mataría al campo), de la estatización de parte de la banca (es decir, una crisis financiera potencial) o de la expropiación de empresas a voluntad (se comienza con un director en Gas Natural BAN y, el resto, es el cielo).
Néstor Kirchner, con su estrategia electoral, no sólo puso en juego su proyecto político personal. También generó una creciente desconfianza (por eso se habló toda la semana de la posible renuncia del Presidente del Banco Central, Martín Redrado, o del desdoblamiento del tipo de cambio o de la nacionalización de las reservas y los depósitos), lo que ha incentivado la conversión de plazos fijos en dólares y la fuga de divisas.
Sin duda, Néstor Kirchner juega con la idea de el caos o yo. Pero sin darse cuenta, sus acciones han logrado instalar el clima necesario para que, antes de las elecciones del 28 de junio, el caos comience a desatarse en la economía y el vacío de poder se vuelva a batir sobre la Argentina. Entonces, la opción ya no es el caos o yo sino obediencia o el caos lo creo yo.