Siempre es bueno conocer datos de la realidad que nos rodea y que sin lugar a dudas nos afecta; conocer es el presupuesto indispensable para rectificar rumbos, para impulsar nuevas políticas, cuando la realidad lo pide, cuando la realidad necesita ser modificada.
En este sentido no puede sernos ajeno que la ganadería en nuestro país se encuentra atravesando uno de sus peores momentos, producto de una histórica sequía en los campos de invernada y cría que se ve agravada por una política agropecuaria lesiva de los intereses no sólo de los productores, sino de toda la Nación.
En efecto, a pesar de que los productores de ganado bovino deben desprenderse de su ganado ante la imposibilidad de engordarlos, la política agropecuaria oficial sigue orientada para desalentar las exportaciones de carne vacuna.
A causa de ello, se está mandando a faena una excesiva cantidad de hembras que supera en mucho la tasa de equilibrio entre retención y liquidación.
Es sabido que las hembras pueden ser, en dos momentos distintos, máquina productora de terneros o producto final; cuando la faena de hembras es menor al 42 por ciento estamos en la faz de retención y si es mayor al 43 por ciento, estamos en la faz de liquidación.
A partir del año 2003 la tasa de faena de hembras superó el umbral aceptable del 42 por ciento, ascendiendo vertiginosamente año a año a medida que las políticas públicas castigaban cada vez más a los productores.
En el año 2007 la tasa promedio se ubicó en el 47,5 por ciento, elevándose al 49,3 por ciento en junio pasado. De continuarse con estos guarismos, los especialistas advierten que a partir de 2011 Argentina se verá obligada a importar carne para abastecer su mercado interno.
Huelga recordar que el stock ganadero nacional se mantiene casi invariable (55 a 60 millones de cabezas según la fuente) desde 1970, a pesar del incremento poblacional y el mantenimiento del promedio anual de consumo (66,7 kg/habitante).
Este dato nos sigue colocando a la cabeza de los países más consumidores de carne vacuna, secundados ahora por Uruguay, que ha incrementado su consumo en los últimos años, llegando a 52 kg/hab en el 2006.
Justamente por no encontrar trabas a la producción y a la exportación, el consumo de pollos se incrementó en mayor medida que el de carne bovina, llegándose a la cifra récord de 25,8 kg/habitante.
También aumentó, pero en menor medida el consumo de cerdo, que alcanza hoy en día a 8 kg/habitante.
A la situación en que hoy nos encontramos se llegó por una serie de medidas oficiales que no sólo desalentaron, sino que perjudicaron al productor; fue así que se pasó de un reintegro inicial a las exportaciones de carne del 5 por ciento a una retención del 15 por ciento a las carnes frescas y congeladas.
En marzo de 2006 se prohibieron totalmente las exportaciones durante más de 40 días, para luego autorizarlas en hasta un 50 por ciento de lo exportado en el año 2005.
También se buscó impedir las exportaciones a través de la implementación de trabas para-arancelarias como el Registro de Operaciones de Exportación (ROE), creado por Resolución Nº 31/06 del Ministerio de Economía, agravado posteriormente por el denominado ROE Rojo que obligó a la demostración de los costos totales incurridos en cada embarque y todavía más aún por el denominado "Encaje Productivo Exportador" (Resolución Nº 42/08) que impuso como condición para obtener el ROE la presentación de una declaración jurada por parte de los frigoríficos que acredite el tonelaje neto de carne que tienen en existencia, permitiéndoseles exportar sólo el 25 por ciento del total.
Menos exportaciones. Las políticas implementadas desde El Poder Ejecutivo Nacional tuvieron como resultado una fuertísima disminución de los volúmenes totales exportados. Así, según fuentes oficiales, las exportaciones de carne fresca de bovino fueron las siguientes: 2005: 405.860 toneladas.
La Capital