Los machos podrían emplearse como reproductores desde los 14-15 meses, pero en la vida a campo a esta edad se desgastan muy rápidamente.

A esa edad sólo se les puede hacer efectuar algún servicio ocasional.

A partir de los 18 meses se los puede emplear en vaquillonas o vacas chicas, ya que por su edad tienen dificultades para el servicio por un problema mecánico debido al tamaño.

En general, los toros menores de dos años pueden emplearse para servicio a corral 1 o 2 veces por semana y a campo en servicio estacionado de no más de 3 meses con no más de 20 vacas por toro.

Los toros maduros de más de dos años se utilizan en servicio a corral día por medio o todos los días en períodos cortos, y a campo, durante una estación de servicio de 3 meses con 25 a 80 vacas según aptitud reproductiva.

Por lo general, a campo los toros más jóvenes que se utilizan son los de dos años, aunque en realidad, por la época de nacimiento (fin de invierno-principio de primavera) y la época en que comienza el servicio (fin de primavera) tienen más de 25 meses (Ver: Épocas de servicio y parición).

Los toros de origen europeo se encuentran en su plenitud de trabajo a los 3 años. Un toro a campo puede ser utilizado en 4, 5 y a veces más estaciones de servicio, de acuerdo a los cuidados a que ha sido sometido, la alimentación recibida, la cantidad de vientres que se le asignaron en cada período de servicio, el carácter del toro, las posibles lesiones adquiridas durante el trabajo, etc., lo que se refleja en el examen de aptitud reproductiva anual. Es decir, que en promedio se emplearían toros entre 2 y 6 años de edad. La fertilidad tiende a disminuir después de los 6 años.

Independientemente de la edad de las hembras, cuando se emplean toros jóvenes se logra una mayor fertilidad del rodeo. Por lo tanto, es conveniente en un rodeo general con servicio a campo evitar emplear toros de más de 6 años de edad. Esto quiere decir que todos los años será necesario reemplazar alrededor de un 25 % de los reproductores.

Si el reproductor es de buena calidad zootécnica y se encuentra en condiciones físicas adecuadas, habiendo sido declarado apto en el examen de aptitud reproductiva, no debe ser reemplazado hasta los 6 o más años de edad para no desaprovechar su caudal genético mejorador.

Es muy común que el productor deseche los toros cuando estos entran a servicio en rodeos donde hay vaquillo­nas que puedan ser sus hijas, por temor a caer en problemas de consanguinidad.

En realidad, en un rodeo a campo, es muy baja la probabilidad que un toro sirva a sus propias hijas, posibilidad que se hace más remota a medida que aumenta el tamaño del rodeo. Por ejemplo:

En un rodeo de 100 vientre con 4 toros en servicio y un 90 % de destete, cada toro en promedio dejaría 22-23 crías, de las cuales la mitad serían hembras.

Calculando una reposición de vientres del 20 % anual, se incorporarían al rodeo de vientres al segundo o tercer año de trabajo unas 3 vaquillonas hijas de ese toro.

Es decir que en el rodeo de 100 vientres existirían unas 3 hijas de uno de los 4 toros que se echan al rodeo. La posibilidad de que el padre sirva a su hija es de 1 en 1200.

Repitiendo el razonamiento en un rodeo de 1.000 vientres, encontraríamos en el mismo también unas 3 hijas de uno de los 40 toros que se emplean. La probabilidad que un toro sirva a una hija suya se reduce a 1 en 120.000.

Según Wright (1931), si el apareamiento se hiciera completamente al azar en rodeos de 500 vacas con 20 toros en cada rodeo, el aumento de la consanguinidad sería del 0,65 % por generación, tasa no muy elevada y que en la práctica se reduce considerablemente.

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