El concepto resulta casi poético: una máquina que cosecha caña de azúcar mientras se alimenta con un combustible derivado de la misma caña que recoge. Un verdadero ciclo cerrado de sostenibilidad que podría redefinir el futuro de la mecanización agrícola y la descarbonización del transporte pesado.

Una cosechadora alimentada por su propio cultivo

Durante décadas, la industria del azúcar y el bioetanol soñó con máquinas agrícolas que dejaran atrás el diésel, un insumo costoso y de gran impacto ambiental. Sin embargo, los intentos previos de adaptar motores diésel al etanol fracasaron por problemas de eficiencia y durabilidad. El verdadero avance llegó con un cambio de enfoque radical: en lugar de modificar motores diésel, Case IH optó por motores de ciclo Otto diseñados originalmente para gas natural, y los adaptó al bioetanol.

El resultado es una cosechadora de dos líneas con un motor FPT Industrial de 13 litros y 400 caballos de fuerza, capaz de mover una máquina de 27 toneladas y cosechar unas 5.000 toneladas de caña por ciclo de trabajo. Estos números acercan el proyecto a una viabilidad comercial real, con pruebas de campo prometedoras que refuerzan la posibilidad de una migración masiva de maquinaria agrícola al bioetanol.

Pruebas a campo: eficiencia y desafíos

Los ensayos iniciales se llevaron a cabo en los cañaverales de São Martinho, en condiciones extremas: caña tumbada y terrenos desafiantes. A pesar de esto, el rendimiento de la cosechadora estuvo muy cerca del de su equivalente a diésel, con una potencia apenas un 5% menor.

Uno de los principales desafíos técnicos es la autonomía, ya que el consumo de bioetanol es mayor que el del diésel. Sin embargo, la solución parece estar en optimizar la logística de abastecimiento, algo que resulta más simple en un ingenio azucarero, donde el combustible se produce a pocos metros de los equipos de cosecha.

El impacto económico y ambiental

Para São Martinho, el cambio podría significar un salto en eficiencia y reducción de costos operativos, dado que su flota consume 80 millones de litros de diésel por año, lo que representa uno de sus mayores gastos. El bioetanol, al producirse in situ, elimina costos de transporte, almacenamiento y volatilidad de precios del diésel importado.

Desde el punto de vista ambiental, el impacto es aún más significativo: reemplazar diésel por bioetanol reduce drásticamente la huella de carbono de la producción azucarera y del etanol como biocombustible, ya que la propia cosecha es ahora mucho más limpia en términos de emisiones.

Una revolución en marcha

A medida que la industria avanza en la electrificación de maquinaria agrícola, el bioetanol emerge como una solución viable e inmediata para la descarbonización del sector, especialmente en equipos de gran porte. Mientras se realizan más pruebas en campo, Case IH ya planea expandir esta tecnología a tractores y otros equipos agrícolas, consolidando un modelo sustentable y económicamente competitivo.

El camino está trazado. ¿Será esta cosechadora el inicio de una nueva era en la mecanización agrícola? Lo cierto es que la posibilidad de que el bioetanol se convierta en el nuevo estándar para maquinaria pesada es más real que nunca.

Fuente: Bioeconomia.info