La situación de Brasil arrastra a los países de la región hacia cuadros nada alentadores.
En el primer año de la presidencia de Lula da Silva, 2023 el gasto público creció 12% anual en términos reales. De locos.
El déficit fiscal no parece preocupar demasiado a las autoridades del vecino país.
Por lo menos, los números dicen ello. El nivel del déficit, que el año pasado se habría aproximado al 10% del PBI, este año llegaría al 8%. Hay una baja, es cierto. Pero es irrisoria dado el problema que éste genera en relación a la fortaleza del real, cada vez más débil.
En este cuadro, la salida de dólares es verdaderamente una sangría.
De esta forma, la devaluación es una constante que presiona a la baja al precio internacional de la soja y, también, del maíz.
Abajo vemos el recorrido del dólar versus el real desde agosta a la fecha
El problema geopolítico no acaba en Brasil.
EE.UU. aumenta la tasa de retorno del Tesoro a 10 años. Ahora es del 4,5% anual. Y la amenaza de los aranceles.
China, además, viene a empeora las cosas.
El yuan sigue su camino de depreciación.
Miremos abajo: el cuadro grafica su recorrido a lo largo de diciembre.
Cada depreciación del yuan implica el encarecimiento de las materias primas en el mercado interno.
Un mercado tan enorme, al achicarse golpea duramente el precio de los productos agrícolas, fundamentalmente del de la soja.
Mientras tanto, la política agrícola de nuestro país sigue en contra de la producción. Y la cadena de valor ya está mostrando las primeras bajas.
Aunque la cosecha sea buena, el eslabón agrícola y los eslabones aguas arriba e, incluso, aguas abajo, quedarán muy golpeados. Y el país entero pagará el precio por atender el problema fiscal -en buena parte- con el aporte impositivo del agro.
Pese a la tónica de este comentario, no queda otra que mantener los brazos bien altos.
¡Feliz Año Nuevo!