Desde el lanzamiento de Chat GPT en noviembre de 2022, el concepto inteligencia artificial fue mutando desde herramienta de ayuda hasta un apocalíptico reemplazo del talento humano. Luego de que más de 100 millones de usuarios hicieron uso del chatbot en dos meses y de que surgieran competencias como Bard (hoy Gemini), Claude y Copilot, se comenzó a debatir sobre la dimensión ética en su uso. Además, por entonces se desconocía el verdadero papel que iba a tomar en sectores específicos como el agro.

Cabe destacar que, lejos de ser un fenómeno completamente nuevo, cualquier experto en este campo de la ciencia puede afirmar que el concepto  de IA es un rebranding de una tecnología cuyo origen se remonta a la década de los 40 cuando Alan Turing desarrolló las primeras ideas de computación automática. Así, lo que estamos presenciando es una fase avanzada de una revolución tecnológica que fue progresando en silencio durante décadas.

En Argentina, la adopción de la IA avanza, aunque de forma más lenta. Durante el último año, el gobierno argentino ha promovido relaciones con líderes tecnológicos como Sam Altman de OpenAI, Sundar Pichai de Google, Tim Cook de Apple, y próximamente, Mark Zuckerberg de Meta. Mientras tanto, en el sector agropecuario, nuevas regulaciones sobre drones agrícolas apuntan a mejorar la eficiencia del campo. La vigilancia aérea asistida por drones se encuentra entre las aplicaciones más destacadas de la inteligencia artificial en el agro.

Otros usos de esta tecnología en la agricultura van desde la detección temprana de enfermedades en los cultivos hasta el análisis predictivo del rendimiento y la gestión de la cadena de suministro. Estas prácticas representan un cambio profundo que podría revolucionar el sector, haciéndolo más eficiente y sostenible.

En esta línea, según el informe de Inteligencia Artificial en Agricultura de Global Data, las capacidades del lenguaje natural de la IA generativa mejorará el intercambio de conocimientos y la adquisición de habilidades en todo el sector. Esta tecnología revolucionó la agronomía al optimizar diversas prácticas agrícolas. El avance más destacado de estos últimos años es la generación y recopilación de millones de datos que genera la industria en plataformas.

Son varios los que decidieron apostar por explotar este nicho. Empresas americanas como Agrology (Argentina), con su iniciativa “Hablá con tus datos”, y Hedstrom (Estados Unidos), con su desarrollo AGpilot, son buenos ejemplos de apuestas locales para hacer que la IA se convierta en un aliado de la producción agrícola. A partir de los datos generados en el campo, buscan convertirlos en información valiosa para los productores. De esta manera, los usuarios pueden hacer preguntas específicas de sus lotes y consultar información general del mercado, como los fertilizantes o insumos más utilizados, para potenciar sus rendimientos. En el fondo, se trata de sumarle valor a los datos que ya están disponibles, prácticamente sin esfuerzo extra para el productor.

Otro caso a destacar ocurre en Kenya donde los trabajadores agrícolas hacen uso de herramientas como Virtual Agronomist para pedir consejos sobre la aplicación de fertilizantes a través de mensajes de chat, o como  PlantVillage, que ayuda a diagnosticar pestes y enfermedades en los cultivos.

Este tipo de tecnología tiene el potencial de democratizar el acceso al conocimiento en el campo, aunque es importante tener en cuenta que su implementación todavía es limitada. La realidad en Argentina es que muchas pequeñas y medianas producciones carecen de acceso a internet o dispositivos modernos como Starlink, no solo por su costo sino también por la poca oferta del mercado local. Asimismo, los lugares de plantación suelen ubicarse lejos de los recursos necesarios para su mantenimiento y desarrollo, lo que hace que este modelo de IA en agricultura sea difícil de replicar en todo el país.

Cabe destacar que no habría que tomar a la IA como una panacea de los problemas que se enfrenta el campo, ya sea en Argentina o en el mundo. La tecnología tiene un potencial enorme para transformar el sector, hacerlo más eficiente, optimizar los recursos y, potencialmente, reducir el impacto ambiental de las prácticas agrícolas. No obstante, para que esto suceda, se necesita un cambio de paradigma en la forma en que los agricultores y las instituciones ven la tecnología y cómo la adoptan en sus prácticas diarias.

Firma: Agustín Sanchez Sorondo, COO de Agrology