El problema es que este gran flujo de animales enviados a faena no es sostenible, en el sentido que excede la capacidad de producción de equilibrio del sistema (bajo los parámetros de productividad actuales). La faena de hembras representará este año más del 48% de la faena total, un porcentaje que implica descapitalización y reducción de los rodeos. Según estimaciones propias, los stocks estarían retrocediendo entre un 3% y 5% este año, para ubicarse en un rango de 51,5 - 52,6 millones de cabezas; un nivel similar existencias había en el periodo 2011-2014, es decir, el capital bovino retrocederá varios casilleros este año.

Como puede inferirse, la faena del 2024 estará fuertemente atada a las decisiones de los productores ganaderos y a sus expectativas respecto el futuro de la actividad. Se abren tres posibilidades, que se intente volver a niveles de liquidación de equilibrio, que se continúe con el proceso de ajuste y descapitalización o, por el contrario, que se inicie un proceso de retención de hembras (una reversión completa del fenómeno de este año), que apunte a ampliar los rodeos y recuperar capacidad de producción

A los efectos de tener algunas referencias cuantitativas, se construyen 4 escenarios sobre lo que puede ocurrir con la faena en el 2024, según la faena de hembras (retención fuerte, retención moderada, estabilidad del rodeo y continuidad de la descapitalización, aunque a menor ritmo que en el año 2023). En este ejercicio de simulación la variabilidad fuerte está justamente en la cantidad de hembras que se faenarían el año próximo, entre 4,7 millones a 6,6 millones de cabezas según los casos; por su parte, la faena de machos se mantiene relativamente estabilizada (entre 6,7 y 7,3 millones)

Todos los escenarios tienen probabilidad de ocurrencia y resulta difícil descartar alguno de ellos. Ahora bien, los buenos pronósticos en materia de lluvias para el verano (por la llegada del Niño) y la irrupción de un nuevo gobierno que promete mayor libertad de mercado, menos impuestos y restricciones a la exportación, hacen pensar que el sistema ganadero debería iniciar al menos un proceso de normalización de su ciclo, una búsqueda de equilibrio en el sistema con una disminución de la liquidación de vientres

De todos modos, no está tan claro si se evolucionará a una fase de retención de hembras. Si la política económica del nuevo gobierno se calibra de forma tal de promover las exportaciones (tipo de cambio real más alto, baja de retenciones, etc.), tal como fuese prometido en la campaña, los precios relativos probablemente ayuden a un cambio de signo del ciclo ganadero, con una revalorización de la hacienda respecto del resto de bienes de la economía (particularmente los servicios); el problema es que, para que la balanza se incline definitivamente hacia una recapitalización de la actividad, se requerirá además de una mejora concreta y palpable en el orden macroeconómico y de ciertas certezas respecto de la sostenibilidad de los cambios y el nuevo rumbo tomado por la economía, condiciones que no se consiguen de un día para el otro, sino que por el contrario puede llevar buen tiempo poder generarlas

Si el sistema empieza a converger hacia la normalización, se estima que el flujo de animales enviados a faena en el 2024 podría estar en torno a los 13,0-13,5 millones de cabezas, un ajuste de entre 7% y 10% aproximadamente, respecto de los animales que se terminarían faenando este año. Esta convergencia hacia el equilibrio conlleva una caída importante en la producción de carne, del orden de las 230 - 340 mil toneladas año (res con hueso). Bajo este escenario, si bien una parte del ajuste de la producción podría recaer sobre las exportaciones, la otra recaerá inexorablemente sobre el consumo interno, que de los casi 51 kilos promedio por habitante del 2023 podría bajar a 46/47 kilos

Por otra parte, si el sistema continuase desequilibrado hacia la liquidación, el flujo de animales enviados a faena, la producción y el consumo de carne serían mayores a los del escenario de convergencia, pero a costa de seguir ajustando existencias y capacidad de producción futura de carne bovina. Por el contrario, si el ciclo se revirtiese en forma drástica, pasando a una retención importante de hembras, los envíos a faena y la producción sufrirían un recorte incluso mayor al planteado en el escenario de convergencia, con un fuerte impacto sobre el mercado interno y un consumo que podría ubicarse en niveles históricamente bajos (por debajo de los 45 kilos por habitante).

Fuente: Fundación Mediterránea