Cuando la temperatura de la masa de aire más próxima al suelo es igual o inferior a cero se registra una helada, pudiendo causar daños parciales o totales de los cultivos. En este sentido, tanto las heladas primaverales como las otoñales afectan de formas distintas a los cultivos: en los frutales, los daños se producen en las flores y en los frutos recién formados, mientras que en la vid el impacto puede llegar a todos los órganos herbáceos de las plantas, como las inflorescencias, racimos cuajados y brotes.
Este fenómeno meteorológico provoca pérdidas económicas importantes debido a la reducción parcial o total de la cosecha, a causa del quemado de brotes, y puede alcanzar tal magnitud que es capaz de afectar el posterior rebrote -una normal expresión vegetativa de la planta en esa temporada- y condicionar la poda del invierno siguiente.
Mario Gallina –técnico en vid del INTA Alto Valle– explicó que “el nivel de daños en los órganos de la vid dependerá de la intensidad y duración del evento climático y del estado fenológico de las plantas. Las prácticas de manejo preventivas varían de acuerdo con el grado de daño”.
Y agregó: “La vieja y conocida práctica de defensa pasiva, con suelo descubierto, húmedo y compactado, puede prevenir daños ante heladas primaverales suaves o moderadas de corta duración. Sin embargo, ante heladas moderadas a fuertes es necesario usar métodos activos como el riego por aspersión sobre la canopia o bajo la copa, que es uno de los más utilizados”.
Frente a una situación de daño en los brotes por heladas es recomendable regar con una frecuencia acorde a la demanda atmosférica estacional, de tal manera que las plantas no sufran estrés hídrico en ningún momento. Asimismo, es importante suplir la pérdida de reservas con una fertilización adecuada con nitrógeno entre 15 % y 50 %, según la severidad del daño.
“Esta aplicación se suma a la dosis que usualmente se aplica en lo que queda de la primavera y comienzos del verano, para facilitarle a las plantas un rápido rebrote, cuaje y llenado de racimos”, señaló Gallina, y remarcó que esa práctica contribuye a obtener una adecuada cantidad y calidad de madera para la próxima poda invernal.
En la última década, son cada vez más frecuentes las heladas primaverales en fechas extremas, en cuanto a intensidad, fecha temprana y oportunidad. De acuerdo con los informes del área de agrometeorología del INTA Alto Valle, la fecha media histórica de la última helada es el 6 de octubre. Sin embargo, debido a la variabilidad interanual, las heladas se pueden extender hasta el 22 de ese mes e, incluso, aunque con menor probabilidad, hasta fin de octubre y principios de noviembre.
Andrea Rodríguez –especialista en agrometeorología del INTA– señaló que “la peligrosidad de las heladas primaverales o tardías se incrementa con el avance del desarrollo fenológico debido a la pérdida natural de tolerancia. Por lo tanto, con tan sólo un evento de estas características, las pérdidas productivas se califican como desastre y/o emergencia agropecuaria”.
En los últimos 20 años se registraron períodos largos con baja frecuencia de heladas tardías, situación que empezó a revertirse a partir del año 2013. Durante la temporada 2022-2023 ocurrieron 17 heladas, contempladas desde la última semana de agosto. En septiembre de 2022 fueron 8 en la primera quincena, con eventos importantes de -3,5 ºC y un evento el día 20, con temperatura mínima de -2,5 ºC.
En octubre de ese mismo año se registraron 3 heladas, dos en la primera quincena, con temperaturas de hasta -1 ºC, y una el día 31, con temperaturas de -2.1 ºC, mientras que en noviembre se registró una helada de -0,6 ºC.
“Sobre estas últimas heladas, las provincias de Neuquén y Río Negro declararon la emergencia agropecuaria debido al momento de ocurrencia y la intensidad de la helada, ya que lo valores en abrigo meteorológico fueron de 2 ºC bajo cero, que no se registraban en la zona desde el año 1992”, explicó Ángel Muñoz –investigador del INTA Alto Valle–.
De acuerdo con la información agroclimática relevada, es recomendable que se incorpore el uso de defensa activa contra heladas – como, por ejemplo, el de aspersión–, para evitar perder la rentabilidad del cultivo.
“En el caso de no poder aplicar ese sistema por una cuestión de costos, es fundamental que se priorice hacer una muy buena defensa pasiva, teniendo provisión de agua independiente del turnado de riego, para complementar con la labranza a suelo desnudo y un buen manejo nutricional del cultivo”, concluyó Muñoz.