La protección ambiental es un tema que se trata frecuentemente y de manera muy particular. Ponemos los sentidos en toda la flora y fauna visibles, pero ignoramos que todo esto solo es posible gracias a los microorganismos del suelo. Pasteur predijo que la vida de los animales no sería posible sin microorganismos.
“¿Podría ser viable la humanidad en un mundo sin microbios?”, pregunta la revista “Investigación y Ciencia” en su edición especial “Día Mundial del Microbioma” junio 13/2018 y agrega:
“El ciclo del nitrógeno colapsaría. Las plantas no serían capaces de fijar el nitrógeno de forma natural. También influiría en el ciclo del carbono, ya que gran parte de la actividad fotosintética la realizan microorganismos. La mayoría de las especies de seres vivos se extinguiría y la población de las especies que sobrevivieran se vería muy disminuida”.
“Si desaparecieran los microbios de forma repentina, en unas pocas semanas ya seríamos conscientes de lo que estaba ocurriendo. En menos de un año, la cadena de alimentos estaría seriamente afectada, habría grandes hambrunas, aumentarían las enfermedades, un colapso social global, guerras y anarquía. En definitiva, la asfixia de los ciclos biogeoquímicos nos llevaría a un caos total. Los microbios sostienen la vida sobre el planeta, concluye “Investigación y Ciencia”.
Los microorganismos del suelo tienen relación dinámica con las raíces de las plantas y juegan un papel fundamental en la calidad, salud y fertilidad de los cultivos, ya que están directamente relacionados con la disponibilidad y movilidad de nutrientes en el suelo, proporcionan estructura, son los responsables de la vida en el suelo y la modificación de los materiales orgánicos e inorgánicos. En el microbioma del suelo, sus propiedades son controladas en un grado significativo por las actividades microbiales.
Este contexto ha de servirnos para comprender que es indispensable desarrollar una cultura, que además de conseguir la reposición de los nutrientes del suelo, coadyuve en su restauración y no solo en su rehabilitación o recuperación.
La restauración del suelo alcanza el estado original del sistema dándole énfasis a la fertilidad del suelo y a la actividad biológica, al mismo tiempo que minimiza el uso de los recursos no renovables evitando utilizar fertilizantes y plaguicidas sintéticos. Esto solo es posible con la incorporación continua de abonos provenientes de la transformación de los mismos residuos orgánicos mediante la aplicación cultural de Buenas Prácticas Agrícolas que buscan el Manejo Ecológico y la preservación de los suelos.
Colombia, por ejemplo, emplea en promedio 25 hectáreas para cosechar 100 toneladas de maíz que las pudieran obtener en 9 ha; 4,6 hectáreas para 100 toneladas de papa que las debiera cosechar en 2 ha; 2,2 hectáreas para 100 toneladas de tomate que las debiera cosechar en 1 ha si hiciera correctamente la tarea. Esto significa un enorme daño ambiental al utilizar mayor superficie, más agua y la exposición a los efectos resultantes de la mayor carga de insumos, responsables de la contaminación de las fuentes hídricas, tanto para riego como para consumo humano.
Si los agricultores realizaran una investigación de campo antes de sembrar en gran escala, ganarían mucho dinero por cada unidad de producción (kilos, toneladas, quintales, etc.). En la imagen que presentamos a continuación, esta investigación de campo que realizamos en la costa ecuatoriana para la multinacional tomatera Heinz arrojó los siguientes resultados:
En la región Guayaquil-Santa Elena donde se cosechaban 16,8 t/ha con 3,1 grados Brix se pasó a 78 t/ha con 5,1 grados Brix haciendo todo lo que había que hacer, tanto en riego, fertilización, manejo del cultivo y acolchamiento fotoselectivo marrón. Se redujo la superficie de siembra así: 100 toneladas antes de la investigación de campo requerían 6 hectáreas; una vez concluida la investigación solo se utiliza 1,2 ha (la quinta parte).
Camino a la restauración ecológica y a convertir al agro en una actividad eficiente, rentable y competitiva, optar por la investigación de campo previa a cultivos a gran escala o a la implementación de fincas-escuelas para pequeños y medianos agricultores asociados.
En los ejemplos que presenta el enlace anterior, se puede observar que, con la misma semilla, en el mismo suelo, con los mismos agricultores y empleando tecnologías limpias, se incrementó de 5.000 a 38.000 kg/ha la producción de pepinillo. Ese nuevo rendimiento significó la reducción del costo en finca de US$ 0,46/Kilo a US$ 0,11/Kilo (la cuarta parte) y que en lugar de destinar 20 hectáreas para cosechar 100 toneladas ahora las obtiene en menos de 3 hectáreas, volviendo competitivos y rentables a estos agricultores y agroindustriales a la vez que están generando beneficios notables al medio ambiente.
Fuente: Portal Fruticola