En la campaña pasada el común denominador fue la baja carga en el perfil hídrico de los suelos y la anomalía de alternancia térmica. En el caso del trigo, la falta de agua resintió severamente la superficie sembrada que en algunos casos llegó a caer más del 50%. Por otro lado, las heladas hicieron lo suyo ocasionando pérdidas de macollos en período vegetativo, fallas en antesis o mal llenado de granos. Como si esto fuera poco, las olas de calor al final del ciclo fueron la frutilla del postre para arrebatar los pocos quintales que quedaban.
La gran pregunta hoy es ¿hacemos trigo después de todo esto? En el ciclo de Agenda Aapresid, Jorge Mazzieri (productor de Justiniano Posse) y Lucas Grajales (consultora Hit) repasaron la actualidad de la zona núcleo y ponen sobre la mesa los ingredientes claves para lograr buenos trigos este año.
Agua útil: la gran pregunta
Como dice la canción, para llegar a buen puerto en la cosecha hay que transitar y hacer las cosas bien en el camino.
El muestreo de suelo encabeza la lista de tareas. Quienes tienen historia de medición de napa, en mayo 2023 ya se marcaba un franco descenso de la misma por debajo de la línea de los sistemas radiculares. Jorge menciona que en ninguno de los sitios muestreados en el sudeste de Córdoba encontraron más de 200 milímetros de agua almacenada hasta los 2 metros, "así que hoy en cuanto a napa favorable no nos queda nada más que la historia de haberla medido". Hay que considerar también que muchos perfiles salen de sojas que aprovecharon los 40 o 60 milímetros de lluvia que cayeron en marzo en el primer metro para terminar de acumular materia seca, pero por debajo no queda remanente.
Por ende las necesidades hídricas van desde los 250 a los 300 milímetros si lo que queremos es arrancar con el perfil lleno a los dos metros de profundidad. Leyendo las proyecciones climáticas para el trimestre mayo-junio-julio se espera que con un evento Niño neutral haya una recomposición de los perfiles.
En un año como éste, es factible sembrar con un 70% de capacidad de campo en el primer metro. Asimismo será clave tener recargas gravitacionales por lluvias de intensidades bajas y larga duración, para lograr un trigo bien implantado, competitivo con las malezas y próspero.
Nada de andar pijoteando con la fertilización
La decisión de hacer trigo dependerá de cuánto estamos dispuestos a invertir en paquete tecnológico acorde al potencial de cada lote para construir cultivos exitosos. Desde el punto de vista nutricional estos son los años donde mayor protagonismo cobran los muestreos para saber dónde estamos parados.
La manera de eficientizar la nutrición en años secos es con fertilización incorporada para asegurar una mejor distribución espacial del fertilizante.
El aporte de fósforo (P) al momento de la siembra de trigo es estratégico. Favorece la proliferación radicular inicial, permite mayor exploración del volumen del suelo para la absorción de agua, y puede favorecer la resistencia al vuelco y adelantar la etapa de madurez, además tiene un efecto residual en los cultivos posteriores.
"En el caso del nitrógeno (N) es deseable dividir las dosis a la siembra y en macollaje pero siempre incorporando la urea", remarca Lucas, y pone énfasis en la importancia de planificar y no dejar nada librado al azar.
"Creo, la prioridad en este escenario es lograr calidad de implantación, buena colonización radicular para llegar bien apalancados a fines de agosto, cuando se definen los macollos (...)", destaca Jorge.
Fuente: Aapresid