Resulta francamente paradójico, que mientras los productores bregan incansablemente detrás de mitigar los efectos catastróficos de la seca y deben gestionarse declaraciones de emergencia tanto provinciales como nacionales, o sea mientras la maraña de la burocracia, los consume, el propio Gobierno, que reconoce el efecto sequía en el exterior, los obliga al peregrinaje de su propia situación personal.
Desde todos los ámbitos se ha descripto e incluso ponderado, en términos numéricos, los efectos de la sequía, las proyecciones de cosecha, las pérdidas de stocks de hacienda, las dificultades de financiamiento de futura siembra, la merma de ingresos, la imposibilidad de pagar los alquileres, la caída de ingresos en las cadenas de cada materia prima, el impacto económico de pueblos y ciudades por merma de actividad y hasta el propio abastecimiento del consumo interno, todo ello producto de la sequía, sin embargo frente a esa catástrofe, largamente anunciada, el Gobierno Nacional responde con tibieza y anuncios que no se concretan y que tampoco se dirigen a la raíz medular del problema.
Tipo de cambio unificado, presión impositiva, política crediticia, derechos de exportación, no están en el lenguaje en que el Estado enfrenta a la sequía, pese a que utiliza ésta para mejorar su perfil externo y suelta la mano a sus productores, que van penando en busca de no desaparecer como tales.
La sequía, mucho antes que la sufra el Estado en su recaudación, impacta y aniquila al productor primario, utilizarla como argumento para el FMI e ignorarla al momento de tomar medidas para los productores es una nueva burla que muestra hasta qué punto intentan, ocultar hacia adentro, la verdad productiva de nuestro país y el drama de sus productores.
Fuente: CRA