El presidente de la Nación, en su discurso de apertura de la asamblea legislativa, hizo una afirmación contundente respecto al estado del mercado laboral. Dijo que en 21 provincias se registra pleno empleo. Si bien no aclaró cuál es el criterio utilizado para definir “pleno empleo”, es probable que considere en tal situación a los aglomerados urbanos que, según la encuesta de hogares del INDEC, registran tasas de desempleo inferiores al 5%.
Es un error muy común –incluso entre economistas– asociar el pleno empleo con bajas tasas de desempleo. Esto pasa por alto que el primer indicador relevante del mercado laboral no es la tasa de desempleo, sino la tasa de participación laboral. Esta mide la Población Económicamente Activa (PEA), es decir, personas que trabajan o buscan activamente un trabajo respecto a la población total. Luego, la tasa de desempleo es la proporción de la PEA que busca activamente un trabajo y no lo encuentra.
Para analizar la situación del mercado laboral hay que analizar conjuntamente las tasas de actividad y desempleo. Por ejemplo, según los datos de la encuesta de hogares del INDEC se observa que:
En el Gran Buenos Aires la tasa de desempleo es del 8% y la PEA llega al 49% de la población.
En Córdoba y Rosario la tasa de desempleo es del 7% y la PEA llega al 50% de la población.
En Formosa, Santiago del Estero y Viedma la tasa de desempleo está debajo del 2% pero la PEA llega a apenas el 40% de la población.
Estos datos muestran que Formosa, Santiago del Estero y Viedma tienen tasas de desempleo muy bajas, pero es porque también tienen menos gente que participa del mercado laboral. Si en estos tres aglomerados la gente saliera a buscar trabajo como lo hace en el Gran Buenos Aires, Córdoba o Rosario, donde la mitad de la población participa del mercado laboral, la tasa de desempleo no sería del 2% sino del 20%. Formosa, Santiago del Estero y Viedma están lejos del “pleno empleo”. La falta de empleo se refleja en la baja tasa de participación laboral. Este fenómeno se denomina “desempleo oculto”.
La baja tasa de participación laboral se explica básicamente por tres motivos. El primero es la escasez de empleos disponibles que hace que mucha gente en edad de trabajar no salga a buscar trabajo porque percibe que no lo va encontrar. El segundo es la falta de capacidad para el empleo de las personas que hace que se desanimen a buscar un empleo porque sus capacidades están muy por debajo de lo que las empresas buscan. El tercero es la baja remuneración de los empleos disponibles que hace que muchos adultos –en general, mujeres que asumen las tareas del hogar– no vean conveniente tomar un empleo porque no compensa el costo que implica delegar en terceras personas las tareas del hogar. Estas tres dimensiones son las que deben guiar la agenda de la política laboral.
Buenas políticas macroeconómicas son imprescindibles para incentivar la inversión y la producción. Pero resultan insuficientes para generar empleos de calidad si no se enmarcan dentro de un conjunto más integral de políticas que involucran la modernización de las instituciones laborales, educativas y de cuidados de la primera infancia para liberar a las mujeres de las tareas del hogar. Saneando la macroeconomía se puede bajar la tasa de desempleo. Pero para alcanzar el pleno empleo, es decir, eliminar el desempleo oculto detrás de la baja participación laboral, se necesitan acciones más integrales.
El pleno empleo requiere un ordenamiento integral del Estado. El rol del Estado nacional es aplicar sanas políticas macroeconómicas e instituciones laborales modernas. El rol de las provincias y sus municipios es brindar servicios de alta calidad de salud, educación y cuidados infantiles que es lo que permite a la gente incorporarse al mercado laboral en empleos de calidad. Se trata de cambios disruptivos respecto a la situación actual en la que la Nación aplica pésimas políticas macroeconómicas y laborales para entrometerse en funciones locales como salud, educación y cuidados de la primera infancia.
Fuente: Idesa