Se llaman biomateriales y son la respuesta al mayor reto que tiene por delante la construcción de viviendas: que causar tanto daño en el medio ambiente. La carrera por la construcción sostenible ha comenzado. En todo el mundo se buscan materiales de origen natural capaces de reescribir la historia y acabar con el reinado del hormigón, el material de construcción más empleado en el mundo. Se postulan la madera, la paja o el cáñamo, aunque también el micelio de los hongos y hasta las colillas de cigarrillos.
Estos materiales, cuya obtención no debe comprometer las reservas naturales, buscan un objetivo claro: reducir el impacto ambiental del proceso edificatorio. “No se trata de sustituir, sino de incorporar nuevas alternativas que deshagan la hegemonía de materiales como el hormigón y el acero. No existen materiales perfectos que puedan satisfacer todas las necesidades, por lo tanto, es muy probable que una gran variedad de materiales tenga que coexistir buscando, en cada caso, la opción más adecuada”, señalan los arquitectos y, profesores de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Manuel Rodríguez y Mar Barbero.
Estos biomateriales deben cumplir su función constructiva (ser resistentes, duraderos y seguros) y, llegado el fin de su vida, ser reciclables o biodegradables. Además, su mantenimiento no ha ser costoso y tienen que ser capaces de mejorar el ambiente interior de las casas, con el mínimo consumo de energía.
La construcción sostenible, a la que ya obligan distintas directivas europeas, “está impulsando un enfoque disruptivo en el uso de materiales más ecológicos que pueden convertirse en las próximas tendencias del sector”, según el informe The Architecture of the Future, elaborado por PlanRadar, que ha analizado cuáles son los nuevos materiales que utilizarán 12 países, entre ellos España, en el futuro. El estudio identifica materiales tradicionales que un día fueron apartados y casi denostados: paja, madera, cáñamo o arcilla.
De hecho, en los últimos años cada vez son más los consumidores y arquitectos que reclaman su rescate. “El regreso de materiales de construcción orgánicos tradicionales y más sostenibles empleados durante cientos o miles de años y de fácil elaboración, junto con ajustes adicionales realizados gracias a la tecnología, pueden empezar a marcar un nuevo modelo en el sector”, recoge el documento. En los últimos dos años, sobre todo desde la pandemia, ha habido un aumento significativo de la demanda de casas de paja. “Puedo cuantificarlo en un 20% más en un año”, cuenta el arquitecto Mirco Zecchetto. “Ya no basta con calentar nuestras casas con energías renovables. Necesitamos reducir e incluso anular los gastos de calefacción, manteniendo o incluso incrementando el confort térmico. Con las casas de paja todo esto es posible”, añade.
La madera es uno de los materiales que ocupa un lugar privilegiado. La tecnología ha dado pasos agigantados y ya existen edificios de madera de hasta 85 metros de altura, como el Mjosa Tower de 18 plantas en Noruega, o el HoHo de 24 plantas en Austria. “Sin embargo, si todos nos pusiéramos a construir con madera posiblemente no habría suficiente extraída con garantías de sostenibilidad”, señalan Rodríguez y Barbero. Los dos arquitectos nombran también el corcho y la caña como derivados de especies vegetales que sería interesante recuperar en España. “Aunque no se entienda como biomaterial, la tierra es otro de los materiales olvidados y a poner en valor por sus extraordinarias cualidades de regulación higrotérmica y por su elevada inercia térmica”, añaden.
La clave es el micelio
En la lista de materiales con potencial están los ladrillos orgánicos hechos a partir de hongos, aunque su producción es muy incipiente. “Hará falta mucha innovación, pero creo que los biomateriales podrán sustituir a todos los demás en las próximas décadas. En el futuro puedo imaginar materiales tan fuertes como el acero y tan transparentes como el cristal sin ninguno de los problemas medioambientales que causan”, dice el arquitecto Christopher Maurer, fundador de la firma de arquitectura Redhouse Studio y profesor adjunto en la Universidad de Kent State, en Ohio (EE UU).
Maurer es uno de los firmes defensores de la micotectura, arquitectura viva que aprovecha las posibilidades que ofrecen los micelios de los hongos (una maraña de filamentos interconectados). En un sustrato orgánico, que pueden ser residuos agrícolas o materiales procedentes de demoliciones, se inyecta el micelio vivo para que crezca y adopte la forma deseada. Es posible crear ladrillos resistentes y todo tipo de estructuras.
El arquitecto, que también colabora con la NASA a través del programa NIAC (Innovative Advanced Concepts) para desarrollar edificios fuera de la Tierra, trabaja en proyectos en Cleveland (EE UU) y en Namibia. En el país sudafricano emplean ladrillos hechos a partir de hongos para sustituir los bloques de hormigón (en este caso el sustrato es un arbusto invasor autóctono). Por primera vez, se traslada la tecnología de micelio del laboratorio al mercado para construir casas asequibles.
“El futuro es bio. Hay muchos beneficios colaterales de trabajar con la naturaleza y demasiados problemas de trabajar contra ella. Llegará un punto en el que ni siquiera los intereses más arraigados podrán ignorar que estamos haciendo un daño irreparable a nuestros ecosistemas”, sostiene el arquitecto, que recuerda que los edificios son responsables del 40% de las emisiones de carbono en todo el mundo. Ya hay empresas como Ecovative especializadas en el uso de micomateriales (envasados, productos de construcción...).
Un paréntesis para hablar de un material cuyo origen no es natural, pero cumple una de las reglas: en su obtención no comprometen las reservas disponibles en la naturaleza. Al igual que se aprovechan los residuos de la construcción y demolición, se pueden aprovechar las colillas de cigarrillos. Se resuelven dos problemas de golpe. Abbas Mohajerani, profesor experto en ingeniería geotécnica y materiales en la Universidad australiana RMIT (Royal Melbourne Institute of Technology), ha dedicado parte de su carrera a investigar el reciclaje de colillas en ladrillos de arcilla cocida, baldosas cerámicas y hormigón asfáltico.
Cada año se producen en el mundo más de seis billones de cigarrillos que generan 1,2 millones de toneladas de residuos tóxicos. Mohajerani ha demostrado que los ladrillos de arcilla cocida con un 1% de colillas recicladas reducirían en un 10% la energía necesaria para su fabricación. Además, son más ligeros y ofrecen un mejor aislamiento, lo que se traduce en una reducción de los costes de calefacción y refrigeración de los hogares. “En el futuro, se mezclarán varios materiales de desecho (biomateriales, biosólidos, colillas de cigarrillos, polvo de vidrio...) con tierra arcillosa para fabricar ladrillos para viviendas. “La excavación masiva de suelo para la producción de ladrillos en el mundo no es sostenible. La producción anual de unos 150.000 millones de ladrillos en todo el mundo requiere más de 3.000 millones de metros cúbicos de tierra arcillosa (equivalente a más de 1.000 campos de fútbol). Sin embargo, si los gobiernos no apoyan y fomentan, el proceso de reciclado de residuos en ladrillos con volúmenes significativos llevará mucho tiempo”, reflexiona Mohajerani.
Fuente: El Pais