La agricultura basada en EC y ecológica tiene menos impactos ambientales porque forja menores emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI), contaminación y genera menos resultados nocivos sobre la biodiversidad.
Tras la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP 27, múltiples fueron las miradas que se dieron tras los resultados de establecer un fondo para ayudar a los países más vulnerables golpeados por el calentamiento del planeta. Iniciativa que, con los desafíos que involucra, es el acuerdo más significativo desde que se iniciaron las conversaciones climáticas de la ONU hace 30 años.
Sin embargo, antes de observar los resultados de la cita internacional, la pregunta es ¿Qué se puede hacer desde hoy y cómo contribuimos para disminuir las emisiones GEI y el Calentamiento Global desde el área agrícola? Para Leonardo Vera, doctor en Ciencias de los Recursos Naturales de la Facultad de Ciencias de la Vida de la UNAB, la respuesta se basa en trabajar la agricultura desde un enfoque que busque restaurar los territorios y que regenere los ecosistemas. Así como también, que involucre dentro de su trabajo la EC, no como una alternativa, sino como una necesidad urgente.
“Nuestra forma actual de ordenar el territorio fomenta el crecimiento de las ciudades y el desplazamiento de la actividad económica y la población a los centros urbanos. Por ello, se ha puesto especial atención al metabolismo urbano, ya que es el gran impulsor de la depredación de los recursos naturales, la devastación de los ecosistemas y el daño generalizado de la naturaleza”, dice el académico.
“Esto se ve reflejado a todo nivel en los territorios rurales y naturales, los que son explotados para el consumo de las ciudades, y reciben luego los desperdicios y contaminantes de las mismas”, agrega.
Según el experto, una agricultura basada en la EC, regeneración de los suelos y ecosistemas permite generar un sistema de actividad agrícola sostenible, consciente y respetuoso con la tierra. Sin la necesidad de ocupar agroquímicos ni fertilizantes industriales altamente solubles.
“Una agricultura de principios ecológicos es, sin duda, la que puede salir de mejor manera al encuentro con las necesidades del metabolismo urbano. Si complementamos esto con las diversas formas de agricultura urbana, con el consumo consciente y responsable, y una planificación territorial apropiada que gestione la relación de la ciudad y su entorno; estaremos siendo menos invasivos con la biodiversidad, generando menores impactos ambientales y, por supuesto, mitigando el Cambio Climático”, comenta.
Revolución en el campo
Vera, agricultor y académico de la carrera de Ingeniería Ambiental, comenta que luego de la revolución industrial, las ciudades crecieron enormemente. “Para satisfacer la demanda de alimentación barata de los centros urbanos en expansión, se abrieron territorios y llegó al campo la revolución verde. La revolución verde es la expresión de la revolución industrial en el campo. Es la industrialización de la producción agrícola, pecuaria y forestal”, detalla.
El experto explica que “esta revolución se desarrolló en el campo con la misma rapidez y voracidad que crecen las ciudades que la impulsan. Este proceso generó un gran impacto desertificador en el mundo, pero especialmente en los países del tercer mundo. Estos países son especialmente vulnerables al cambio climático. Por razones ecológicas, económicas y sociales”, precisa.
Siguiendo esa línea y considerando el acuerdo de la COP 27, el académico reflexiona que “hay más de 190 países se preocupan y están luchando por un fondo de emergencia para ayudar a las naciones más vulnerables ante el Cambio Climático. No obstante, hay formas locales de contribuir a mitigar las causas y consecuencias del Cambio Climático”.
Respecto de la agricultura y la ruralidad, se recomienda realizar una transición hacia una agricultura orientada a los más altos niveles de circularidad posible. Una agricultura que, en lo económico, se base en la Economía Circular y estructurada sobre la base de ordenar y gestionar la logística, el trabajo y los recursos necesarios para transformar los residuos orgánicos, a todo nivel en abonos y bio preparados regeneradores de los suelos y restauradores de la salud de los ecosistemas.
“Todas las actividades humanas en el territorio, especialmente la agricultura y las demás actividades vinculadas con los recursos naturales, deben orientarse a favor de la naturaleza.”, detalla el académico de la Facultad de Ciencias de la Vida UNAB.
Según Vera, “de esta forma se baja la dependencia de los combustibles fósiles y la necesidad de los fertilizantes industriales y de los agroquímicos. Incluso, se evita la generación GEI, se respeta y se impulsa la conservación de la biodiversidad, y se utiliza un mayor número de recursos renovables y locales. Por otro lado, los agricultores, sus familias y los vecinos de las zonas de producción agrícola, se libran de la exposición a agroquímicos; y el suelo y el agua, se libran de la contaminación.”, informa.
Si bien, se tiene la idea de que los alimentos de origen orgánico suelen tener un valor más alto comercialmente, Vera comenta que esto, no necesariamente debe ser así.
“Una agricultura basada en la EC de operaciones ajustadas, bien planificadas y con la naturaleza a nuestro favor trabajando con nosotros armónicamente, no sólo produce de manera sostenible, restaurando la tierra y la salud de todos sus habitantes; sino que produce mejor y más barato. La experiencia nacional e internacional ha demostrado en innumerables ocasiones que, la agricultura basada en EC y ecológica es posible y es económicamente la mejor opción”, recomienda.
Finalmente, el experto complementa: "Si, además, la complementamos con el reciclaje de las aguas, el uso de energías renovables y el consumo consciente y responsable, es una muy buena solución ecológica , social, económicamente viable, democratizadora y sanadora de nuestro mundo como un todo: tierra, humanidad, biodiversidad etc.".
Fuente: Portal Fruticola