Las políticas bélicas de Rusia tienen claramente un impacto sobre la economía del mundo y especialmente de Europa.
Vale destacar, entonces, la cuestión de la guerra en Ucrania y el temor a una subsecuente escalada, con derivaciones impredecibles.
Los precios de los granos y de los subproductos vienen sufriendo las consecuencias de estas políticas. Si algo domina el mercado granario es la incertidumbre global.
Días atrás, la salida de Rusia del acuerdo de exportación de granos de parte de los puertos de Ucrania fue una suerte de trampolín sobre los precios.
Y, posteriormente -en la semana pasada- debería haber afectado los precios, el reingreso de Rusia al acuerdo. Sin embargo no se notó ello.
La volatilidad de los precios del trigo alcanzó niveles extremos, pero a la postre con visibles alzas. También quedaron beneficiados los valores del maíz – Ucrania es el cuarto exportador de maíz en el mundo- y de la soja.
La vuelta al acuerdo por parte de Rusia, luego de sus amenazas y advertencias, no parece haber cambiado demasiado el rumbo de los precios. Probablemente, porque el mercado entiende que este reingreso de Rusia pende de un hilo.
Quizás ésta sea la explicación de las interesantes subas de precios de la soja en la semana pasada.
Sin embargo, no vayan a creer que las subas son tales, en rigor de verdad.
Si miramos el recorrido de valores en Chicago, notaremos que en lo que va de este año, los precios de la soja subieron cerca de un 6%. Si consideramos la inflación estadounidense, que está por encima del 8% anual, podemos afirmar que, en términos reales o adquisitivos, estos valores son prácticamente iguales a los de comienzo del año.
Otro elemento que impacta sobre los valores agrícolas procede del incierto panorama sobre el abastecimiento de combustibles.
La crisis energética, que se va pronunciando día a día en Europa, revela la fuerte dependencia del viejo continente con el suministro de Rusia. Esta es la crítica que se hace a la gestión de Angela Merkel.
Como se sabe, los biocombustibles son sustitutos del petróleo. Por lo tanto, las subas en los precios del petróleo tienden a estimular la demanda de biocombustibles. Ello lleva a una tendencia alcista en los precios de los biocombustibles, y obviamente, de los aceites vegetales.
Pero, por otra parte, cualquier suba en los precios de los combustibles, eleva los costos de transporte, sobre todo de los que tienen mayor distancia al puerto de demanda.
Así el cuadro es muy complejo establecer una conclusión sobre las repercusiones del aumento del precio de los combustibles. Prima facie, podríamos decir que las exportaciones hacia lugares cercanos saldrán beneficiadas con el alza del petróleo.
Pero el problema no termina acá. La incertidumbre también se alimenta del incremento en el valor del dólar en términos de las principales divisas.
El miércoles pasado, la Reserva Federal (FED) de EE.UU. incrementó 75 puntos básicos la tasa de interés que regula el costo del dinero en ese país.
Es nada más y nada menos que el sexto aumento de manera consecutiva. Se trata de un incremento de 375 puntos desde marzo último.
De esta forma, la tasa de interés pasó a ubicarse entre 3,75% y 4%, el nivel más elevado desde enero de 2008.
Las subas forman parte del programa antinflacionario del gobierno de EE.UU.
Y, a consecuencia de ellas, el dólar sigue fortaleciéndose, con altibajos, frente a las demás divisas.
En tanto este cuadro se afirma día a día, ayer lunes, primer día hábil de la semana, el precio de la soja cerró en baja en la rueda de Chicago, al igual que los subproductos correspondientes.
Como era más bien de aguardar, luego de las mejoras de la semana pasada, este lunes mostró una toma de ganancias de los inversores. Recordemos que las subas de la semana pasada llegaron a casi 5%.
Además de ello, sigue influyendo como factor bajista la situación de China.
La política de Covid Cero implementada allí continúa golpeando la economía y por lo tanto el consumo.
Así está el cuadro. Con elementos a favor y en contra. Cada uno sacará sus conclusiones día a día. Porque las cosas varían rápidamente.
¿Algo bueno para nosotros? Sí, los argentinos sabemos nadar mejor que nadie en las aguas de la incertidumbre.