En las últimas décadas, la Argentina experimentó un crecimiento sustancial de la productividad agrícola que, como contrapartida, promovió un progresivo aumento del nivel de las napas freáticas, las cuales, según explicó hoy el investigador Esteban Jobbágy en el Congreso CREA 2022, debería gestionarse como una variable agronómica más.
“Fabricamos otra pampa más en los últimos treinta años. No hay muchos ejemplos en el mundo de un avance tan exitoso y tan veloz sobre tierras relativamente secas; es un éxito agronómico”, explicó. “La siembra directa fue clave en ese éxito. También fue importante aprender a manejar mejor el agua, especialmente de las napas”, añadió Jobbágy.
El crecimiento del nivel de napas es coincidente con el abandono de sistemas mixtos para pasar a modelos exclusivamente agrícolas. “Tenemos que tomar una mayor conciencia sobre el poder que tiene el diseño agronómico para regular la hidrología”, argumentó.
Una proporción de la oferta hídrica que experimentarán los cultivos en una campaña depende de las precipitaciones que reciban, mientras que otra parte proviene de las reservas que el sistema tiene acumuladas. La cuantificación y gestión de esas reservas, que incluyen el agua del suelo y de la napa, es una de las grandes claves del éxito de un modelo productivo.
“A partir de 2010, comenzaron a inundarse zonas que nunca antes se habían inundado. Eso trajo problemas a la agricultura, pero también a los pueblos y la infraestructura. Creamos una nueva situación hidrológica”, explicó Jobbágy, investigador superior del Grupo de Estudios Ambientales del Instituto de Matemática Aplicada de San Luis (IMASL-CONICET-UNSL).
A partir de 2010, comenzaron a inundarse zonas nuevas. Eso trajo problemas a la agricultura, pero también a los pueblos y la infraestructura. Creamos una nueva situación hidrológica.
La mayor parte de los cultivos tradicionales tienen poca capacidad de mantener activas sus raíces en la zona saturada del suelo (donde ya no hay poros ocupados por aire). Todas la raíces necesitan de la presencia de esta porosidad ocupada por aire, salvo la de algunos cultivos como el arroz o plantas naturales de ambientes bajos, que abastecen sus raíces con aire capturado en la superficie y transportado por estructuras internas de la planta. La soja, el maíz y el trigo no tienen esa capacidad; para esas plantas, las napas ideales capaces de aportar agua no deben estar ni muy lejos ni muy cerca.
La llanura pampeana tiene sedimentos óptimos para el transporte capilar del agua de las napas hacia las raíces. Las texturas franco arenosas a franco limosas permiten un transporte capilar de buena distancia y velocidad. En la mayoría de los sedimentos pampeanos, la napa puede abastecer a los cultivos a una tasa adecuada a su consumo de agua en tiempo real con niveles freáticos ubicados un metro por debajo del frente de raíces. En tales ambientes, si la napa se ubica a dos metros de profundidad, los cultivos cuentan con un aporte óptimo.
Pero si esa profundidad se acorta a menos de un metro, comienzan a comprometerse las raíces del cultivo para experimentar problemas de anoxia, generando rendimientos inferiores a los potenciales; napas aún más superficiales generan problemas de piso y dificultan todo tipo de labores.
“Si queremos cuidar la materia orgánica de mi lote, lo podemos hacer más allá de lo que hagan mis vecinos, pero con el agua, si mis vecinos no hacen una buena gestión, no vamos a poder cambiar las cosas”, expresó el investigador. “El agua nos obliga a pensar en el lote, pero también en el paisaje y en las cuencas a una escala más grande”, remarcó.
Las napas suman complejidad horizontal al transportar agua entre lotes o dentro de parches de un mismo lote. Así, el agua que escape en una posición puede terminar siendo usada en otro lugar. Por otra parte, los cuidados que se tengan manejando su nivel pueden diluirse por los efectos de los niveles de establecimientos vecinos.
“De nada nos sirve el conocimiento si no estamos preparados para tener una mejor gobernanza del territorio”, explicó el investigador, quien resaltó, en ese sentido, a la provincia de Córdoba, que dispone de consorcios de cuencas hídricas y un programa de Buenas Prácticas Agropecuarias (BPA).
En el año 2006, un colega de Jobbágy, quien trabajaba en la zona de Vicuña Mackenna (Córdoba), le mostró intrigado un mapa de rendimiento de un cultivo de maíz en el cual se detectaban algunos sectores del campo con rendimientos de hasta 15.000 kg/ha en una campaña que se había caracterizado por precipitaciones poco abundantes en la zona. En ese lote, los rendimientos eran diez veces más altos en bajos que en lomas. La sospecha inicial era que se trataba de aportes de agua provenientes de las napas. Entonces instalaron 18 freatímetros en ese campo para poder elaborar un mapa de profundidad de napa. Y al cruzar ese mapa con los datos espacializados de rindes agrícolas, pudieron establecer una relación entre la profundidad de la napa y los rendimientos agrícolas. Se trató de un hito clave para comprender el aporte de las napas al diseño agronómico.
El investigador indicó que es importante reconocer que la variabilidad de rendimiento de un lote generada por aportes de napas freáticas es sumamente dinámica. Los mejores ambientes de una campaña pueden ser los peores de la siguiente si, por ejemplo, la napa se eleva demasiado y los bajos en su momento más rendidores pasan posteriormente a estar anegados. Con excesos hídricos las plantas desarrollan un sistema de raíces más superficial y menos abundante; pueden experimentar muchas cosas en esa situación, incluyendo la baja disponibilidad de algunos nutrientes y, como problema mucho más general, la anoxia que, paradójicamente, hace que las plantas rodeadas de agua experimenten estrés hídrico.
Con una tercera fase “Niña” consecutiva en camino, las inundaciones están lejos de ser un problema en la zona pampeana. Pero vale tener presente que las napas se han ido acercando a la superficie, con lo cual se necesitan menos acumulados de precipitaciones para generar situaciones de anegamientos.
Es decir: en los períodos secos el balde se vacía, pero no en la misma proporción que antes. Y eso representa un gran problema, porque en áreas donde la tierra es altamente productiva y tiene un valor económico elevado, cada vez son más recurrentes las inundaciones cuando se registran lluvias excesivas.
Resumiendo, Jobbágy recomendó gestionar el agua desde el lote al paisaje, mejorar la gobernanza relativa a la gestión de napas, aprender a regar con sabiduría (en caso de que esa práctica se extienda en la Argentina en algún futuro cercano) y definir el término de sostenibilidad con criterios propios.
Jobbágy recomendó gestionar el agua desde el lote al paisaje, mejorar la gobernanza relativa a la gestión de napas, aprender a regar con sabiduría y definir el término de sostenibilidad.
“El gran desafío que tenemos es definir qué es sostenible. ¿Es lo que dice el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas)? ¿Es lo que dice China al respecto? Tenemos que traer a casa la discusión de qué es sostenible y qué no”, propuso.