“Los mercados se están estructurando de tal manera que hay que respaldar la información con datos”, señaló Diego Heinrich al presentar un panel de expertos que desarrollaron los temas de la sustentabilidad de los suelos, la importancia del análisis del ciclo de vida de los productos como medida cuantitativa del su desempeño ambiental a lo largo de toda la cadena de valor y la ganadería regenerativa.
Guillermo Peralta, coordinador técnico de Brecha de Carbono de Aapresid, recordó que “los suelos constituyen la mayor reserva de carbono en los ecosistemas terrestres, con alrededor del 65% del total: “Cerca de 700.000 millones de toneladas de carbono están almacenadas en los primeros 30 centímetros de suelo”, indicó. “Por eso, se ha sugerido en los últimos años que nuestros suelos pueden transformarse de fuente de emisión a sumideros de carbono”. Que estén secuestrando carbono, removiendo parte del dióxido de carbono de la atmósfera, permitiría transformar los suelos en un componente clave en la estrategia para mitigar el impacto de los gases de efecto invernadero.
El experto, consultor técnico de la FAO, detalló cómo ese cambio impactaría positivamente sobre la calidad de los cultivos. Y remarcó que se están desarrollando a nivel mundial sistemas de monitoreo, reporte y cuantificación que permiten calcular en forma científica y práctica cuál es el secuestro de carbono y la reducción de gases de efecto invernadero que estamos teniendo en nuestros sistemas productivos, tomando desde datos del campo hasta información satelital.
Dentro del esquema, destacó el rol clave que cumple el productor agropecuario: “Es una figura central, por su papel en la generación de datos que nutren estas plataformas, como por ser el agente de cambio que va a implementar las prácticas sustentables que permitan aumentar los niveles de carbono en nuestros suelos”.
Explicó que, a nivel mundial, hay muchos protocolos para poder cuantificar el nivel de carbono en el suelo, y las estimaciones varían en función de la línea de base que se tenga en cuenta y del método que se aplique en cada caso. “Independientemente del protocolo, nos pareció importante destacar que exigen una planificación de pasos, hay que tener en cuenta que van a generar una gran cantidad de información y tenemos que estimar cómo se va a recopilar, generar y almacenar esa información; cómo se va a armonizar; identificar sobre qué indicadores y metodologías vamos a trabajar; planificar una estrategia de muestreo y monitoreo, dónde vamos a muestrear, a qué profundidad, cada cuánto; identificar los laboratorios donde enviemos las muestras, y precisar los insumos y los costos de cada paso”.
Peralta reconoció que es complejo iniciarse en estos procesos y protocolos de cuantificación de secuestro de carbono, “pero también hay que destacar que es necesario dar un primer paso, si no, no empezamos nunca”, afirmó. A medida que más empresas se sumen, se va a estar promoviendo “la adopción de prácticas de manejo sustentable que van a permitir transformar nuestros suelos en sumideros de carbono”, aseguró.
Por su parte, Leila Schein se explayó sobre el análisis del ciclo de vida de un producto como medida cuantitativa del desempeño ambiental, para lo cual se computan y agregan sus cargas ambientales a lo largo de toda la cadena de valor de su producción, lo que permite obtener un valor final. Especificó que se considera el consumo de recursos naturales, la energía y el agua como entradas de capital natural y/o servicios ecosistémicos, y también se computan las emisiones, efluentes y residuos generados en cada etapa del ciclo de vida del producto, y se los transforma en impactos ambientales cuantitativos.
“Funciona como una serie de indicadores que permiten comunicar, al consumidor o a otros eslabones de la cadena de valor, el desempeño ambiental del producto que se está vendiendo o que otro está usando como insumo para su proceso productivo. Pasamos de indicadores únicos, como puede ser la huella de carbono, la huella de agua o indicadores de circularidad, a métodos más amplios que consideran todo este perfil ambiental”, detalló Schein.
La experta precisó que los indicadores han sido estandarizados en organizaciones internacionales como la ISO, que permite establecer perfiles ambientales que hacen comparable la información, para que sea trazable y verificable por terceros independientes. De esta manera, se hacen posibles las declaraciones ambientales de producto o ecoetiquetas, que son la aplicación directa de otra norma de la misma serie de ISO, “que permite cuantificar estos perfiles ambientales para cada lote o cantidad específica del producto en cuestión a lo largo de toda su cadena”.
Schein dijo que en la actualidad existen bases de datos de ciclo de vida internacionales para algunos consumos críticos que pueden adaptarse, pero remarcó que es “clave y estratégico afianzar el proceso de construcción de bases de datos de ciclo de vida que reflejen la producción nacional”, y destacó que uno de los mayores desafíos es involucrar a todos los actores para la escalabilidad de la aplicación de la herramienta y la provisión de información ambiental en la cadena de valor.
A su turno, Florencia Trejo Fénix, de Regenera Powered by UPL Bloom AI, se explayó sobre cómo gestionar la sustentabilidad en el marco del rol del suelo como sumidero de carbono a partir de la ganadería regenerativa. “La ganadería regenerativa es un cambio de mirada, de cómo abordamos el sistema y cómo nos paramos frente al todo que manejamos en la producción agropecuaria. Ese cambio implica entender cuál es el rol de cada uno de esos elementos”.
La ingeniera agrónoma aseguró que la ganadería regenerativa busca mejorar la rentabilidad y estabilidad del negocio agropecuario desde la recuperación de los procesos vitales del ecosistema: “Se busca mantenerse en un nivel menos dependiente del uso de insumos, con buena rentabilidades”. Así, busca imitar la naturaleza, entender cómo funciona y apoyar ese funcionamiento natural para sacar la mejor producción; regenerar suelos y generar recursos forrajeros. El objetivo es lograr triple impacto: que sea económicamente viable, conservar o mejorar los recursos ambientales, y generar capital social, porque es una forma de producir que si requiere mucha interacción humana.
Trejo Fénix destacó la importancia de la planificación: “Esto es tecnología de procesos, está en lo que se conoce como leyes de pastoreo racional. Hay que preguntarse: “dónde estoy hoy, cómo leo mis sistemas, cuáles son las ventanas de mayor producción y cuáles son los eslabones más débiles del sistema, y en función de eso, cómo armo mi circuito productivo y aplicar esas herramientas, y esto genera una oportunidad enorme de mejorar el estado de los suelos”.