Dentro del panel “El potencial del trigo argentino y su inserción en el mundo”, Daniel Miralles, docente de FAUBA e investigador principal del CONICET, arrojó algunos números que sirvieron como foto del contexto actual del trigo en Argentina.
“El 70% de las exportaciones proveniente del complejo agropecuario. Más de 50 millones de dólares vienen de ahí. El complejo triguero aporta 3.500 millones de dólares por año, un 4.5% del total de exportaciones”, señaló el disertante.
Sin embargo, cada nueva campaña supone un desafío y esto podría no quedarse así por siempre. Miralles alertó que si la superficie destinada al cultivo de trigo decrece, producto de distintas variables como los precios internacionales, el costo de los insumos y el cambio climático, podría haber problemas de abastecimiento.
Hacia el cierre de su participación, el especialista aprovechó para llamar la atención sobre la falta de presencia de autoridades en los espacios de formación técnica del Congreso. “Ninguna persona que está en gestión se ha quedado a escuchar las charlas técnicas. Para hacer gestión correctamente hay que formarse”, consideró.
Fernando Vilella, director del Programa de Bioeconomía de FAUBA y profesor titular de la Cátedra de Agronegocios de esa institución, realizó un recorrido por distintas transformaciones que se vienen dando en el contexto global actual, vinculadas principalmente al crecimiento demográfico y, por consiguiente, al aumento del sector consumidor.
“Hay un tema que hay que tener presente y que es hacia dónde va a crecer la población. Se estima que África tendrá una población semejante a Asia hacia fines de este siglo. Con el crecimiento poblacional, cada vez son menos los países que tienen excedentes de alimentos.
Eso cambia el foco del consumo, de la salud y de los alimentos que estarán asociados a ese cuidado”, indicó el agrónomo.
“Hacia 2030 habrá 900 millones de personas sólo en Asia que no van a poder abastecerse con sus propios alimentos y que requerirán de terceros para hacerlo”, agregó a continuación.
En ese sentido el especialista consideró que Argentina, por sus condiciones geográficas y de recursos, podría eventualmente posicionarse como un proveedor de alimentos fuerte de cara a aquellos países que enfrenten una crisis alimentaria.
“En este panorama hay una oportunidad a escala internacional, pero también hay que repensar nuestra responsabilidad en la generación de fotosíntesis y producciones de alto valor. Una cosa viene de la mano de la otra”, sostuvo Vilella.
Respecto al consumo de trigo per cápita a nivel mundial, el número promedio ha bajado pero ha logrado mantenerse estable en los últimos años. De igual forma, la superficie implantada ha mostrado poco movimiento y se ha consolidado en las 220 millones de hectáreas.
“La proyección de producción mundial de trigo es que debería crecer al ritmo de la población”, indicó el investigador.
Posteriormente, Emilio Satorre (FAUBA- AACREA) reflexionó sobre el rendimiento actual del trigo y el uso de insumos para su producción. De las 14,683 millones de toneladas producidas en el quinqueño 1999-2003, Argentina llegó a las 19,508 millones entre 2017 y 2021.
“Se han aumentado casi 5 millones de toneladas por año en 20 años. A la tecnología y rendimientos que se obtenían en la misma superficie a principios del siglo XXI, hoy estamos produciendo casi una cosecha entera de trigo más cada 3 años”, afirmó.
Eso impactó de lleno en el desarrollo tecnológico del sector. “Los cambios más importantes vinieron de la mano de procesos y tecnologías. Las que más han crecido son aquellas que contribuyen a un manejo más eficiente de los recursos y a una actitud productiva más eficaz”, consideró el especialista.
Un ejemplo de esa mutación se dio en la aplicación de fitosanitarios, compuestos que bajaron considerablemente su toxicidad.
“La eficiencia con que estamos usando ese tipo de tecnologías lleva a los niveles de dosis letales actuales a tan solo 0,53 dosis por kilo de alimentos. Estamos produciendo alimentos casi 100 veces más sanos, o con menor efecto ambiental, que lo que lo hacíamos hace tan solo 35 años atrás”, puntualizó Satorre.
Aún así, gran parte de los resultados de la producción dependen del clima por lo que el disertante destacó la importancia de cuidar el medio ambiente, de conocer su heterogeneidad y de utilizar las tecnologías en forma eficaz.
“Ningún factor productivo se usa más eficientemente que cuando los restantes están en su óptimo”, concluyó el agrónomo.
El primer panel del Congreso finalizó con los aportes del doctor en Ciencias Agrarias y magister en Ciencias y Producción Vegetal, Pablo Abbate, quién introdujo el nuevo mapa triguero de Argentina.
¿Por qué resultó necesario actualizarlo? Porque durante 70 años se utilizó un esquema acuñado en el año 1938, lo que suponía una importante desactualización respecto a las nuevas “sub zonas” productoras de trigo.
Así se llegó a un nuevo trabajo que incluye las subregiones Pampeana, NOA, NEA, Serrana Cuyana y Patagónica, que se clasificaron en dos categorías: las “subregiones de producción permanente” y las “subregiones de producción ocasional”.
“El principal uso de este nuevo mapa es una referencia para inscribir cultivares”, indicó Abbate y afirmó que CCI, CONASE e INASE ya lo utilizan como insumo. Además se espera que permita realizar recomendaciones de manejo más precisas, mejores estimaciones de producción y calidad por subregión, y sirva como guía para todos los involucrados en la producción de este cultivo.