Con aproximadamente 50.000 hectáreas implantadas, el noreste del país lidera la producción de cítricos. A partir de enero, la Estación Agrometeorológica del INTA Concordia –Entre Ríos–registró abundantes precipitaciones, luego de sufrir durante meses sequías generales con escasas caída de agua. Esta situación favorece el rajado de los frutos.
El splitting es un desorden fisiológico que ocurre durante el proceso de crecimiento de las frutas cuando existen condiciones climáticas adversas, tales como periodos de déficit hídrico o sequias seguidos de lluvias abundantes. Las variedades de cascara fina y con desequilibrios nutricionales son las más susceptibles, estas se rajan por completo y queda la pulpa al descubierto, lo que permite la entrada rápida de hongos.
“Durante todo el período de sequía las plantas sufren, dejan de brotar manteniendo casi todas sus funciones paralizadas y, en estas condiciones, la cáscara pierde su elasticidad y frescura natural”, explicó Juan Manuel Roncaglia, investigador del INTA Chajarí –Entre Ríos–.
Cuando de repente la planta recibe riegos exagerados o lluvias abundantes, se activa la hidratación. “Se llenan de jugo las vesículas carnosas de la pulpa, comenzando así un periodo de turgencia, la cáscara endurecida y reseca, sin capacidad de reaccionar frente a tanta presión interna, termina quebrándose”, agregó el especialista.
La fruta que presenta grietas o rajado se debilita y cae al suelo en pleno desarrollo, lo que afecta la producción y la inversión realizada para que todas las frutas lleguen a cosecha. No existe un único número sobre las pérdidas ya que dependen de las condiciones climáticas, del manejo del riego y la nutrición, por eso, varían año a año.
“Las naranjas de ombligo y las variedades de mandarinas Novas, Encore, Dancy son las que muestran mayor susceptibilidad al rajado”, mencionó Roncaglia. Frente a esta situación los agentes del INTA en Entre Ríos asesoran sobre prácticas de manejo que ayudan a los productores citrícolas a prevenir y mitigar los daños producidos.
La época de desarrollo de la cáscara de las frutas cítricas, que va de octubre a diciembre, es una de las etapas críticas. Entre las recomendaciones se encuentra el manejo ordenado del riego. Este punto es fundamental para que desde el cuajado hasta el final de la etapa de desarrollo de la cáscara no ocurra un estrés hídrico.
También recalcan el manejo nutricional con fuentes de Calcio y Potasio ya que estos nutrientes fortifican las uniones entre células de la cáscara y le otorgan mayor resistencia para soportar el engorde de la fruta meses posteriores, sin ocasionar grietas o debilitamientos que generarían el rajado o splitting.
“Fertilizaciones en suelo o foliares, ricas en calcio y potasio, durante el desarrollo de la cáscara, ayudan a que esta sea más fuerte, firme y gruesa y que pueda amortiguar las rajaduras ocasionadas generalmente en mandarinas Encore, Novas y Dancy”, puntualizó Roncaglia.