Por ahora el acuerdo con el FMI no pasa de ser un acuerdo de palabra de buenas intenciones. Palabras agradables entre los funcionarios del FMI y el gobierno que no se plasman en algo concreto, con datos específicos sobre cómo se alcanzarán las metas que, según el ministro Guzmán, se acordaron con el FMI.
Por otro lado, en el mismo gobierno kirchnerista hay diferencias y ahora aparecen dudas sobre si conseguirá los votos necesarios en el Congreso para aprobar el acuerdo con el FMI. Es que el mismo gobierno kirchnerista impulsó y sancionó la ley 27612 que en su artículo 2 dice: “Dispónese que todo programa de financiamiento u operación de crédito público realizados con el Fondo Monetario Internacional (FMI), así como también cualquier ampliación de los montos de esos programas u operaciones, requerirá de una ley del Honorable Congreso de la Nación que lo apruebe expresamente”. En otras palabras, ellos solos se subieron al banquito, se pusieron la cuerda en el cuello y patearon el banquito.
Ahora La Campora y el kirchnerismo en general tienen que decidir si bajan sus banderas anti FMI o las sostienen y mandan al gobierno al default o a derogar una ley por DNU, algo que desconozco si se puede hacer.
Desde el punto de vista estrictamente económico, el gobierno tiene problemas firmando con el FMI como no firmando, pero si no firma va a estar peor que si firma.
¿Qué pasaría si Argentina no firma con el FMI y cae en default? En primer lugar, perdería el acceso al financiamiento de otros organismos multilaterales como el BID, BM, etc. Varios de los programas “sociales” se quedarían sin financiamiento.
En segundo lugar, el problema más grave que se presentaría consistiría en que difícilmente un banco otorgue cartas de crédito a los importadores locales. Es decir, si alguien tiene que importar remedios o insumos para producir, no tendría acceso al financiamiento hasta tanto el BCRA le gire los dólares al tipo de cambio oficial. Si eso ocurre habría desabastecimiento de algunos remedios e, incluso, la actividad económica tendería a paralizarse por falta de insumos para producir.
Si los productores locales quisieran importar insumos, tendrían que hacerlo vía el contado con liquidación, con lo cual tendrían que importar insumos al tipo de cambio libre, es decir, a un tipo de cambio 100% más alto que el actual si es que la brecha cambiaria no se dispara aún más por el default. Ese mayor costo de los insumos a tipo de cambio libre implicaría trasladarlo a precios si la demanda está dispuesta a pagar, entrar en pérdida para las empresas o bien directamente dejar de producir.
Como me señalaba días pasados Dick Schefer, gran conocedor del mercado financiero, ya en 1982 cuando la guerra de Malvinas, las empresas argentinas no conseguían que les abrieran cartas de crédito y tuvieron que recurrir al contado con liquidación. No es nuevo el contado con liquidación, viene, por lo menos, de 1982 como me resaltaba Dick Schefer.
De hecho, el crecimiento económico para el próximo año hay que descartarlo, lo máximo que puede esperarse es alguna reactivación adicional. Puesto en otras palabras, no caben esperar inversiones en Argentina por la falta de seguridad jurídica y lo perverso de las reglas de juego imperantes. Lo que marca el EMAE hasta ahora es un rebote de la gran caída de la actividad en 2020. En noviembre pasado, último mes disponible, recién igualó el nivel de actividad de abril 2018, cuando se produjo la crisis económica durante el gobierno de Cambiemos.
En su afán por mostrar un aumento de la actividad económica, el gobierno señala el incremento de las exportaciones en 2021. Es cierto que las exportaciones argentinas crecieron el año pasado en dólares, aunque tampoco se logró un récord si se miden en dólares constantes.
Si se toman los volúmenes exportados, dejando de lado las variaciones de los precios internacionales, se observa que desde 2007 las exportaciones no crecen en volumen. Hace 14 años que están estancadas en volumen. El aumento de volúmenes de exportación que hubo a lo largo de la década del 90 fue producto del inicio del MERCOSUR, pero llegó un punto en que se agotó ese crecimiento y solo aumentan las exportaciones si hay viento de cola del exterior por suba de precios, pero los volúmenes se mantienen estancados.
Sin firmar, entonces, los problemas se agravarían por falta de crédito comercial que generarían escases de insumos.
Si se firma, el gobierno debería empezar a poner algo de orden económico subiendo la tasa de interés, con lo cual incrementaría el déficit fiscal financiero y el cuasifiscal, tendría que tocar las tarifas de los servicios públicos y ajustar más velozmente el tipo de cambio oficial. En definitiva, tendría una caída del ingreso real hoy disfrazado por el atraso cambiario y tarifario.
Es decir, firmando, el gobierno pagaría el costo de tener que bajar las banderas anti FMI y, además, un aumento del IPC por ajuste de las tarifas de los servicios públicos, falta absoluta de crédito al sector privado y, seguramente, freno en el nivel de actividad porque no habría opciones de aumento dada la caída del ingreso real de la población, la falta de inversiones y un comercio exterior que, como se señalaba antes, no crece por volumen.
En síntesis, el dilema del gobierno es que firmando o no firmando con el FMI está complicado, pero claramente estaría más complicado si no firmara porque, además de no tener acceso al crédito comercial, seguiría con todos los problemas de distorsiones de precios relativos que complican la economía y le impiden bajar la tasa de inflación.
El gobierno tiene que elegir entre mantener las banderas anti FMI pagando el costo político de generar una parálisis y caos económico o firmar y asumir el costo político de poner algo de orden en la macro resignando las banderas anti FMI que tan caras son a los sentimientos del núcleo duro del kirchnerismo.
Fuente: Economía para Todos