Cómo ajustar la dieta y la alimentación para mitigar el impacto del estrés térmico en el consumo y la ganancia de peso, fue explicado por el Ing. Agr. Juan Elizalde. “Bajar la energía y restringir el suministro en horarios pico es clave, pero el agua es por lejos el nutriente más importante, 18 litros a 20ºC disminuyen 1ºC la temperatura corporal del animal sin que deje de comer”, afirmó.

El Ing. Agr. Juan Elizalde, de Elizade & Riffel, hizo una puesta a punto de los conocimientos sobre nutrición y manejo de la alimentación para mitigar el estrés por calor en el feedlot, durante un webinario realizado por Phibro Animal Health. Con una visión sistémica, que incluye sombra y asperjado, el especialista hizo foco en el ajuste de la dieta y la disponibilidad de agua fresca para bebida, aspectos menos difundidos en la ganadería intensiva.

“Cuando empieza el verano y va subiendo la temperatura, disminuye el consumo de materia seca del animal. Si bien no toda suba se transforma en caída de la ingesta, por su capacidad de termorregulación, a lo largo de los días la tendencia es contundente”, explicó, aludiendo a una dinámica que se presenta año tras año.


¿Por qué baja el consumo? “La producción de calor tiene una relación directa con la cantidad consumida. Cuanto más come el animal, más calor de fermentación genera para convertir la energía contenida en la materia seca en energía neta de producción. Además, el calor incrementa sus gastos de mantenimiento entre 7% y 35%”, planteó. En tal sentido al aumentar el jadeo, las pulsaciones y el ritmo cardíaco, hay contracciones musculares mecánicas que también producen calor y contribuyen a retroalimentar el cuadro.

Al mismo tiempo, hay otros procesos metabólicos que entran en juego. “Cuando el animal jadea más fuerte, compensa el gasto disminuyendo la rumia; y para disipar calor a través de la transpiración, aumenta el flujo sanguíneo hacia la superficie corporal y disminuye hacia el tracto digestivo”, ejemplificó. Y resaltó: “Si está engordando se dan también procesos ligados al engrasamiento, como la acidosis por los cambios abruptos en el consumo, que afectan la pérdida de calor. O sea que no solo disminuye el consumo, sino que hay grandes cambios metabólicos”.

¿Cuál es el nutriente más importante ante el estrés térmico? “El agua, por lejos. Más allá de ser esencial para proveer el hidrógeno y oxígeno necesario para las reacciones bioquímicas del animal, en este caso cumple un rol adicional como refrigerante, facilitando la pérdida de calor”, respondió, señalando que el consumo de agua va en línea con la temperatura ambiente.


“Cuando hay 0º C el animal no toma más de 1,5 litros (o kilos) de agua por kilo de materia seca, pero si la temperatura llega a 30º C aumenta en un 85 a 100%. No hay nutriente cuya demanda suba tanto en función de la estación del año”, argumentó Elizalde, detallando que esto se relaciona con el incremento del sudado (177%), el jadeo (54%) y el volumen de orina (25%).

También cambia la conducta del animal que está más presente en el bebedero. “Durante los episodios de estrés térmico el espacio para permitir un rápido acceso de todos los animales y evitar peleas por el agua, se triplica (de 2,5 cm a 7,5 cm)”, dijo, detallando que hay amplia bibliografía al respecto. “Cuando se diseña el bebedero, hay que hacerlo en función del consumo de verano. No obstante, si no podemos hacer ese cambio, hay que agregar sombra para quitar la presión por el agua. Y por supuesto combinar ambos factores es ideal”, aconsejó.

Otra variable crucial para sostener el consumo de materia seca, es la temperatura del agua. Según un estudio hecho con novillitos, cuando el agua de pozo está a 18ºC el consumo es de 8,5 kg/cab pero si sube a 32ºC, baja a 8,1 kg/cab, o sea, que el consumo cae 4,3% y la ganancia de peso, 10%.

“Se calcula que 18 litros de agua a 20ºC pueden reducir la temperatura corporal del novillito en 1ºC, lo que contribuye a sobrellevar el estrés térmico sin comer menos ni sacrificar la producción. El consejo es que cuando sale del pozo, habitualmente, con 17 a 18ºC, esté el menor tiempo posible circulando hasta ser tomada por el animal”, aseveró.

Según el especialista, el criterio de apelar al agua fresca permite, a su vez, usar menos cantidad para disipar el calor. “Eso aplica sobre todo cuando el agua tiene algún problema de calidad, por ejemplo, exceso de sales minerales, que además inciden en el metabolismo, perjudicando la eficiencia de conversión”, advirtió.

Menú de verano

El ajuste de la energía en la ración es clave para evitar la caída del consumo o llegar a situaciones extremas.

En vacas lecheras se usan las llamadas dietas frías que reducen el calor de fermentación, mejorando la calidad del forraje, entre otros. “Pero en novillos en engorde a corral la dieta ya es casi fría porque esta formulada buscando reducir el incremento calórico de pasar la energía metabolizable a energía neta de producción”, apuntó, presentando alternativas para rebajar aún más el calor generado por la fermentación ruminal y evitar la acidosis.

“Una posibilidad es reducir la energía metabolizable (EM) bajando su concentración en la dieta del 10 al 20% y seguir manejando el consumo voluntario”, planteó Elizalde, mostrando un ensayo que mide la variación de la temperatura corporal (timpánica) con dos tipos de dieta de verano.

“Al amanecer, el animal está confortable, con una temperatura de 38,5ºC a 39ºC. Luego, con una dieta típica de engorde (3 Mcal EM, línea negra) levanta mucho más la temperatura y, por lo tanto, tiene más problemas para disipar calor, que con otra que incluye 30% de fibra (2,65 Mcal EM, línea punteada). En concreto, es importante bajar la concentración de energía y probablemente el animal terminará consumiendo más”, reveló.

La otra opción es restringir el consumo de la misma dieta. “Lo ideal es tener 4 a 6 hs de comedero lamido, cuando se da el pico de calor, por ejemplo, que no haya comida de 10 hs a 17 hs y luego ofrecerla al atardecer. Así, además se evitan rechazos en momentos en que la ración se deteriora muy rápido”, subrayó.

Seguidamente, Elizalde presentó un ensayo realizado en Nebraska durante el verano y con alta radiación, donde se midió la temperatura corporal de novillos alimentados con 3 combinaciones de dietas. Una, con alta energía y 6% de forraje, ofrecida a voluntad, implicó una temperatura corporal de 40,6ºC; cuando esa misma dieta se restringió al 85%, bajó a 40,3ºC y una tercera dieta, modificada, con 28% de forraje, disminuyó más, a 39,7ºC. “En concreto, la segunda opción, que limita el consumo en un 15% y baja tres décimas la temperatura del animal, mucho para su metabolismo, es válida. Permite solucionar el problema sino se puede cambiar la dieta”, indicó.


Con altas temperaturas, los animales comen con mayor frecuencia, pero menores cantidades y lo hacen en las horas más frescas del día, cuando pasó el pico de temperatura ambiental. “Varios ensayos muestran que consumen el 70% del total 2 a 4 horas después de ese máximo”, reveló, aludiendo al cambio de horario en el suministro, una práctica cada vez más difundida en los feedlots.

Por último, se refirió a la importancia de apelar al uso de aditivos. “Son sustancias que actúan sobre el metabolismo de los nutrientes y favorecen el uso más eficiente de los mismos. Algunos, como la monensina y la virginiamicina, permiten controlar los episodios de acidosis causados por el estrés por calor”, sostuvo.

Finalmente, Elizalde destacó que “con sombra bien administrada, asperjado y utilizando aplicaciones para predecir las olas de calor, de modo de hacer ajustes de las dietas y después volver a las habituales, se logran las mejores eficiencias de conversión en verano”.

Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Fuente: Valor Carne