El déficit, neto de los ingresos extraordinarios varía muy poco entre el año 2021 y 2022. Esto implica que si no hay cambios en las fuentes de financiamiento hay que prepararse para un escenario de alta inflación y suba de tipo de cambio del dólar.
Las cuentas fiscales de la Tesorería no están pasando por el mejor momento. Si a los ingresos de los últimos 12 meses a noviembre de 2021 le detraemos el aporte de Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI y el impuesto a la riqueza, tenemos un déficit muy similar al logrado un año atrás. ¿Esto qué implica? El gobierno busca licuar el déficit hasta lograr, en algún momento, equilibrio presupuestario.
Los ingresos, netos de los aportes del FMI y el impuesto a la riqueza, aumentaron el 63,9% anual y los gastos el 46,5% anual. Esto denota que Argentina tuvo un muy buen año en materia de ingresos, mientras que trató de contener el gasto.
Pasamos a mostrar el resultado deficitario del Estado, a saber:
Resultado Fiscal (Con DEG e Imp. Riqueza) $ 791.523 – 1,8% PBI
Resultado Fiscal (Sin DEG y con Imp. Riqueza) $ 1.218.924 – 2,7% PBI
Resultado Fiscal (Sin DEG y sin Imp. Riqueza) $ 1.460.965 – 3,3% PBI
El gobierno podría mostrar estos tres resultados y no estaría mintiendo, sin embargo, de cara al año 2022, el presupuesto está trabajando con un déficit fiscal del 3,3% del PBI. Como en el año 2022 no habría ingreso de dinero del FMI ni tampoco impuesto a la riqueza, el gobierno buscaría congelar el nivel de déficit en términos de PBI.
El gobierno trabaja en la nominalidad del déficit, apostando que los altos niveles de inflación lo terminen licuando. Esto no estaría mal si el financiamiento de dicho déficit sería genuino, pero este no es el caso.
En los últimos 12 meses la emisión monetaria, sin tener en cuenta el ingreso extraordinario de los DEG, ascendió a $ 1.312.713 millones, esta suma es muy elevada, lo que nos habilita a pensar que el financiamiento del Estado se lleva adelante mayoritariamente con emisión de pesos.
La emisión de pesos se transforma a futuro en deuda para el Banco Central. Al 30 de noviembre la deuda del Banco Central (sumada las leliq y los pases) es de $ 4.380.832 millones. Este stock de deuda remunera una tasa del 38% anual en el caso de las leliq, que representa una tasa efectiva anual del 45,4%, o bien una tasa del 36,5% anual en el caso de los pases, que representa una tasa efectiva anual del 42,7%.
En los últimos 12 meses el stock de deuda del Banco Central creció a una tasa del 70,8% anual, esto se transforma cada vez más en una rueda imposible de detener.
Los intereses que paga la Tesorería aumentaron el 6,8% y suman $ 679.872 millones, es un monto bajo ya que surge de pagar la deuda reestructurada en septiembre de 2020 con una baja tasa de interés.
¿Qué pasa con la deuda?
Con datos al 30 de noviembre la deuda informada por el Ministerio de Economía asciende a U$S 350.973 millones, esto refleja una suba de U$S 17.998 millones en el año 2021 y, si lo medimos contra noviembre de 2019, aumenta en U$S 40.194 millones.
Resulta sumamente llamativo que en los dos últimos meses la deuda haya crecido en U$S 10.912 millones, es en los meses de septiembre a noviembre, en el mismo rango de tiempo en que se instauró el plan platita.
En lo que va del año 2021 el gobierno colocó el equivalente a U$S 19.027 millones en deuda en pesos ajustada por CER, mientras que rescató deuda nominada en moneda extranjera.
El gobierno ha transformado a la deuda ajustada por inflación en la gran atracción del mercado, esperemos que la incorporación de los precios cuidados en la muestra del índice de precios minorista que releva del INDEC no terminen generando desconfianza y el mercado deje de lado este tipo de instrumentos.
La deuda del Banco Central medida en dólares pasó de U$S 17.338 millones en noviembre de 2019 a U$S 43.407 millones a noviembre de 2021, una suba de U$S 26.069 millones. En los dos últimos meses esta deuda creció en U$S 1.388 millones, otro síntoma inequívoco del plan platita.
Conclusiones
El déficit fiscal primario en el presupuesto 2021 se ubicaba en el 4,2% del PBI. Tomando los últimos 12 meses, a noviembre de 2021, el déficit fiscal, sin contabilizar los DEG del FMI ni el impuesto a la riqueza, se ubica en el 3,3%. Algo se mejora.
El déficit fiscal primario, en el presupuesto 2022, se ubica en el 3,3% del PBI, con lo cual la idea es mantener las variables en el lugar que están, el ajuste será para otro momento.
Como podemos apreciar, el gobierno busca nominalizar el déficit y jugar a que se licue con la inflación. El problema es que no encuentra un financiamiento genuino, la emisión de billetes y de deuda en los últimos dos meses es desbordante.
Entre la deuda que coloca el Estado y la absorción de pesos del BCRA, la deuda de ambos creció en U$S 12.300 millones entre septiembre y noviembre, es lo que costó el plan platita para perder las elecciones según las lecturas aritméticas, o ganarlas según las lecturas políticas.
Con este ritmo de emisión y deuda no cabe duda que el gobierno no genera confianza, por ende, no vemos que el Banco Central tenga posibilidades de incrementar su stock de reservas, que es el indicador más relevante para una economía plagada de trucos contables.
Las reservas en noviembre de 2019 eran de U$S 43.772 millones, a noviembre de 2021 se ubicaban en U$S 41.530 millones y se espera que para el 31 de diciembre de 2021 se ubiquen por debajo de los U$S 40.000 millones.
No haber firmado un acuerdo con el FMI denota cierto grado de irracionalidad económica, ya que se hubiera podido refinanciar deuda, terminar el año con reservas por encima de los U$S 40.000 millones y haber logrado un mejor clima de negocios.
El plan platita tuvo su costo y eso lo pagaremos en el verano, cuando caiga la demanda de dinero y la mayor cantidad de dinero emitida, el aumento del stock de deuda del Banco Central y la Tesorería terminen ahogando al sector privado que cada día que pasa tienen menos financiamiento.
Por Salvador Di Stéfano
Fuente: Rosario Finanzas