En los últimos días el tema económico sobre el que todo el mundo habla es si el gobierno argentino llega a un acuerdo con el FMI.
En primer lugar, al 31 de octubre la deuda pública sumaba US$ 348.346 millones de los cuales US$ 43.294 millones son con el FMI, es decir, solo el 12% de la deuda es con el FMI. La mayor parte se concentra en bonos, tanto en pesos como en dólares.
El gobierno, repite constantemente que la deuda con el FMI que tomó Macri debe ser revisada por el FMI porque dicha institución fue irresponsable al otorgar esa deuda y, además, estamos en una situación crítica por tener que pagar la deuda de US$ 44.000 millones que tomó el gobierno anterior con el FMI.
Sin dejar de reconocer que hubo groseros errores de política económica en la gestión de Cambiemos cuya responsabilidad cae en los economistas que vendieron humo con el gradualismo y nunca presentaron un plan económico consistente, lo concreto es que, en todo caso, este gobierno no solo viene tomando deuda en forma más acelerada que el anterior, encima es una deuda más inmanejable.
En efecto, sin tomar la deuda del BCRA que es impagable, este gobierno aumentó la deuda pública en US$ 35.046 millones desde que llegó al poder en diciembre de 2019. Pero, la deuda en LELIQs y Pases creció en el equivalente a US$ 25.148 millones. En total, en 2 años el actual gobierno aumentó la deuda pública en US$ 60.194 millones, bastante más que la deuda con el FMI que tanto se quejan los jerarcas del kirchenerismo.
En Argentina un gobierno tras otro se queja de la deuda que heredó de gobierno anterior. En la época de Alfonsín se quejaban de la deuda que había contraído gobierno militar. Luego Duhalde y los Kirchner se quejaban de la deuda que había contraído Menem y ahora se ahora se quejan de la deuda que contrajo Macri.
El tema es que la deuda no surge por generación espontánea, sino que es consecuencia del déficit fiscal. Gobierno tras gobierno gasta más de lo que recauda y termina emitiendo moneda y tomando deuda para financiar ese déficit. Por eso cada tanto explotan la inflación y entramos en default, porque el populismo lleva a destruir la moneda y a tomar deuda para financiar un gasto público que la economía no está en condiciones de pagar.
Sin dejar de reconocer que las deudas hay que honrarlas y se debe acordar con el FMI, tampoco hay que hacerse ilusiones que llegando a un acuerdo con el FMI quede despejado al camino al crecimiento.
Al respecto cabe recordar que a fines de 2000 el entonces presidente De la Rúa lograba el blindaje, que no era otra cosa que un respaldo financiero conjunto del FMI, otros organismos multilaterales, España y las entonces AFJP. El monto de ese blindaje era de US$ 39.700 millones que fue anunciado a principios 2001 y a valores actuales era un apoyo financiero de US$ 63.106 millones ajustado por IPC de EE.UU., ajuste por inflación que corresponde considerando que ya pasaron 20 años de ese blindaje.
En diciembre de 2000 se anunció formalmente el famoso blindaje. El entonces presidente De la Rúa decía la famosa frase: “qué lindo es dar buenas noticias” y pronosticaba un 2001 de crecimiento y mejora.
La realidad fue que en marzo renunciaba, Machinea, el entonces ministro de Economía. Asumía Ricardo López Murphy que duraba un para de semanas en el cargo. Lo reemplazaba Cavallo que inició el proceso de megacanje, que consistía en postergar los vencimientos de ese año hasta el 2010.
También se estableció en forma “transitoria” el impuesto a los créditos y débitos bancarios.
Eso no alcanzó para revertir la confianza y a mediados de año se anunció el déficit cero por el cual se iba a gastar solo lo que ingresara en impuestos.
Como la gente seguía inquieta y se iniciaba un retiro de depósitos de los bancos, el Congreso sancionó la ley de intangibilidad de los depósitos que, finalmente, fueron tangibles. Llegó el corralito, renunció De la Rúa, asumió Rodríguez Saa que anunciaba la suspensión del pago de la deuda pública, anuncio que fue aplaudido por casi todos los legisladores como el gran logro de independencia económica y soberanía nacional. En pocos días fueron pasando un presidente detrás de otro hasta que llegó Duhalde, salió de la convertibilidad, devaluó el peso, pesificó los depósitos en dólares e hizo un gran zafarrancho económico que solo se vio favorecido por el viento de cola que comenzó a llegar a mediados de 2002.
La decisión de devaluar y pesificar los depósitos en dólares todavía hoy tiene impacto en la economía argentina porque fue una ruptura de los contratos que forzó el mismo estado. Es decir, Argentina perdió total credibilidad porque demostró que el mismo estado era capaz de romper incluso los contratos entre privados. Esto le dio tal grado de imprevisibilidad a la Argentina que tendrán que pasar décadas de buena letra para que el mundo vuelva a confiar en las instituciones argentinas.
En definitiva, el eventual acuerdo que pueda lograrse con el FMI no es garantía de nada. Las reformas estructurales que tiene que llevar a cabo Argentina son independientes de un acuerdo con el FMI. Es más, la dirigencia política argentina cree que el acceso al crédito o un acuerdo financiero son sustitutos de las reformas estructurales. Es decir, que esos apoyos financieros nos liberan de una reforma monetaria, fiscal, del sector público, laboral, desregulación de la economía, integrar la economía argentina al mundo y transformar los planes sociales en trabajo genuino.
Al creer que los arreglos financieros evitan tener que hacer las reformas, Argentina termina más hundida porque sigue con los problemas estructurales y, encima, carga con una deuda pública mayor.
En síntesis, acá se está poniendo el foco en el punto equivocado. No es un acuerdo con el FMI lo más relevante. En todo caso un eventual acuerdo puede alargar un poco más la mecha de la bomba que es el descalabro económico que rige y profundizó este gobierno.
Tampoco se soluciona nada retocando algo las tarifas de los servicios públicos o modificando la política cambiaria. El maquillaje de los precios relativos no cambia nada.
El problema de fondo es tener un gobierno creíble y un plan económico consistente de largo plazo con sólidas reformas estructurales.
El resto es puro humo y no hay acuerdo con el FMI que pueda evitar encarar las reformas estructurales por más que le disguste a gran parte de la dirigencia política.
Fuente: Economía para Todos