En plagas y enfermedades, es común que el uso de productos defensivos se
decida en función de umbrales: dependiendo de la incidencia y severidad de las
infestaciones que estén sufriendo los cultivos, se definen los momentos y dosis
de aplicación.
En las malezas, este concepto no se utiliza, pero para el asesor Martín Marzetti sí debería practicarse también, enfocándose en qué tipo de especies sean las que hay que combatir: si unas que ya tenían presencia en el lote u otras que llegan por primera vez.
“Si son malezas que no estaban en el lote y las vemos ingresar en cabeceras,
primeras plantas o manchones pequeños, hay que erradicarlas de entrada. El
umbral allí es cero: no tenemos que dejar que continúen y colonicen los lotes”,
subrayó Marzetti durante el 16° Encuentro de Monitoreo y Manejo de Plagas,
Enfermedades y Malezas, organizado por Halcón Monitoreos en el Quórum Hotel de
la ciudad de Córdoba.
En cambio, cuando se trata de especies ya “naturalizadas” en los lotes, Marzetti afirmó que sí se pueden pensar umbrales más altos. “En esos casos ya tenemos que aprender a convivir, no enloquecernos para que no quede ninguna malezas, porque el costo termina siendo muy alto y también el impacto ambiental”, continuó el experto.
Tratamientos “quirúrgicos”
En el caso de que aparezcan estas nuevas malezas que constituyen un peligro para la producción, Marzetti metaforizó que deben aplicarse prácticas “quirúrgicas” para su erradicación.
“Apenas las veamos aparecer, hay que usar herramientas para quitarlas una por una, ya sea con una mochila a mano, con una azada, con maquinaria o bien con las tecnologías más modernas de aplicaciones selectivas que únicamente arrojan el herbicida cuando escanean y detectan la maleza”, ejemplificó.
De esta manera –amplió– se evita al máximo posible el riesgo de que la colonización avance y haya que terminar con controles totales; es decir, debiendo aplicar en cada campaña herbicidas de manera generalizada en todos los lotes enteros.
En cuanto a las especies que ya tienen antecedentes en los lotes, la apuesta también es a ser “quirúrgico” en las decisiones para evitar uno de los peores males que hubo en los últimos años: la multiplicación de casos de tolerancia y resistencia a distintos principios activos, como consecuencia del mal uso y abuso de algunos tratamientos químicos.
“El peor error que muchas veces cometemos es ‘casarnos’ con un herbicida. Por más que sea la mejor ‘pareja’ que encontremos para combatir a una maleza, hay que seguir combinándolo, rotándolo con otro producto, usándolo en otro lote, o no repitiéndolo año tras año”, evaluó Marzetti.
Esto es clave –continuó– sobre todo cuando aparecen nuevos herbicidas que tienen excelente control, pero que si se extiende su utilización sin criterio, terminan perdiendo ese poder.
“Tenemos que usarlos estratégicamente, combinados con otras prácticas tanto químicas como culturales, como por ejemplo los cultivos de cobertura o labranzas puntuales en algunos casos específicos. Incluso se deben tener en cuenta aquellos productos que quizás sean menos eficaces, pero contribuyen a la estrategia de control y permiten reducir la presión de selección”, cerró Marzetti.