La irrupción de la Peste Porcina Africana (PPA) ha sido un punto de inflexión para el mercado de carnes. En dos años China perdió un tercio de su producción de carne de cerdo, generando un bache de oferta que cambió por completo la matriz mundial de comercio.
En 2018, China producía localmente 54 millones toneladas de carne porcina, consumía 55,3 millones e importaba 1,5 millón de toneladas. Dos años más tarde, su producción local caía a algo más de 36 millones de toneladas, y el consumo tocaba un piso de 44,5 millones, puesto que la importación -aun con toda la presión que se impuso sobre el mercado- solo logró abastecer 3,8 millones de toneladas adicionales, alcanzando un máximo de 5,3 millones de toneladas importadas en 2020.
En 2021 China ha estado recuperando su stock de cerdos a ritmos impensados, tras encarar una profunda reconversión productiva con mega estructuras altamente tecnificadas y celosamente controladas desde el punto de vista sanitario. La producción de carne de cerdo se estima recuperaría en 2021 unos 10 millones de toneladas. Sin embargo, este incremento no es netamente genuino puesto que viene de la mano de una fuerte liquidación. A inicios de este año, nuevos brotes de PPA hicieron entrar en pánico a muchos productores, desatando una ola de ventas anticipadas que derrumbaron el precio del cerdo localmente. Hoy el precio del cerdo en China está a un tercio de lo que valía a inicios de año. Sumado a ello, el fuerte incremento del precio de los insumos como el maíz y la energía, están llevando a una erosión muy fuerte de los márgenes, lo que agudiza la liquidación y nuevamente ponen en jaque la recuperación de la producción.
Según las últimas proyecciones dadas a conocer por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, esta dinámica de liquidación anticipada llevará a una disminución en la producción de carne de cerdo, generando nuevamente una necesidad de importación cercana a los 4,8 millones de toneladas, volviendo a subir casi un 6%, después de caer en 2021 por el aumento de la producción de carne de cerdo y el derrumbe de los precios locales.
En este contexto, el mercado de carne vacuna ha comenzado a jugar un rol cada vez más importante.
Inicialmente, fue una especie de salvataje que intentó apagar el fuego generado por la abrupta caída de la producción porcina. Localmente China producía unas 6,4 millones toneladas de carne vacuna y su consumo, hasta hace 3 años, era de 7,8 millones de toneladas. Por tanto, su necesidad de importación se limitaba a unos 1,4 millones de toneladas anuales.
Desde entonces, no han parado de crecer. Según el USDA, para 2021 China importaría 3 millones de toneladas de carne vacuna, es decir más del doble de lo importado 3 años atrás. En tanto que para 2022, su necesidad de importaciones aumentaría a unos 3,250 millones. Si estas cifras se concretan 2022 marcaría el octavo año consecutivo de crecimiento en sus importaciones.
Sin embargo, lo que comenzó siendo un salvataje temporal, terminó arraigándose mucho más fuerte en la cultura asiática de lo que se esperaba.
Si bien el crecimiento económico de China y la paulatina migración de las poblaciones rurales a la ciudad ya estaba marcando una tendencia muy sólida en cuanto a la incorporación de este tipo de proteína animal, acompañado de una mejora en la calidad de vida y los hábitos de consumo, la realidad es que estos cisnes negros que fue para el mundo primero la PPA y luego el COVID, han acelerado los tiempos en relación a los cambios en las preferencias de consumo. Estos dos eventos han cambiado no solo la forma en que la población de China come, sino también lo que come. La occidentalización de sus dietas se ha acelerado de la mano del sector de servicios (hoteles, restaurantes y catering) pero también a través del sector minorista y el cambio en el consumo de los hogares. Hoy la demanda por carne vacuna en China se rige por fundamentos propios y crece a tasas promedio del orden del 5% anual.
Los valores que hoy está pagando China se sitúan entre un 40% y un 50% por sobre los valores pagados un año atrás, superando en algunos casos incluso los últimos récords conseguidos allá por noviembre de 2019, en plena burbuja de compras.
Según las proyecciones del USDA, el crecimiento de la producción previsto en principales países proveedores -Brasil, Argentina y Australia- (170 mil toneladas) es menor al crecimiento previsto en la necesidad de importación de China (+250 mil toneladas).
En este sentido, el contexto sigue siendo de extrema firmeza y más aún si se extiende la suspensión de las exportaciones de Brasil a este destino. La realidad es que más se prolonga esta suspensión, más se agudizan las consecuencias para la producción local brasilera. Lo que inicialmente suponía una pérdida para el eslabón comercial, concretamente para los frigoríficos exportadores, hoy comienza a trasladarse hacia el engorde y la producción primaria, dado que la baja en el precio del ganado hace recomponer los márgenes para el procesamiento en detrimento de los eslabones anteriores. Esta dinámica hace que varios expertos ya comiencen a vislumbrar un posible bache en la oferta de hacienda gorda en Brasil para los próximos meses, momento en que China vuelve a ingresar al mercado tras los festejos del Año Nuevo.
Bajo este escenario, con Australia nuevamente en la mira sin avances positivos en cuanto a la resolución del conflicto comercial y con EE. UU, con una ligera caída en su saldo exportable, Argentina se enfrenta a una oportunidad excepcional para capitalizar este escenario, de cara ya al próximo ciclo comercial.