Precios razonables, aumentos desmedidos, ganancias extraordinarias son algunas de las frases que viene utilizando la militancia oficialista para fundamentar los precios máximos que impuso Roberto Feletti.
Al más puro estilo populista, el oficialismo inventa un enemigo al cual hacer responsable del destrozo monetario que está haciendo el gobierno para financiar el déficit fiscal.
En esta oportunidad son los formadores de precios, los desalmados comerciantes, las cadenas de supermercados, es decir, una legión de enemigos que quiere hambrear al pueblo argentino en beneficio del FMI y los cipayos que acaba de resucitar Insfrán recreando el viejo enemigo de Estados Unidos. Solo le bastaba decir al eterno gobernador de Formosa: Braden o Perón y estábamos definitivamente en el túnel del tiempo.
Lo concreto es que quieren crear la épica de que ellos, los buenos, vienen a salvar al pueblo argentino de los malos que quieren meterse con la mesa de los argentinos. Hacerles pasar hambre por codicia.
Al establecer precios máximos y congelados, Feletti hace gala de un altísimo grado de soberbia, lo que Hayek llamó La Fatal Arrogancia, o bien de un enorme desconocimiento del ABC de la economía.
Feletti demuestra que: 1) desconoce la teoría subjetiva del valor, 2) al desconocer 1) desconoce cómo se forman los precios y 3) traba la eficiente asignación de los recursos.
¿Por qué desconoce la teoría subjetiva del valor? Porque al fijar un precio máximo está decidiendo él por el resto de cada uno de los consumidores cuál es el valor de cada bien.
Feletti no sabe que cada persona valora de forma diferente cada bien y servicios que se ofrece en la economía. Desconoce que para una personal un bien tiene valor y para otra persona no lo tiene. Es más, para la misma persona un bien puede valer mucho o poco dependiendo de las circunstancias. Una persona valora mucho un vaso de agua en el desierto y esa misma persona, en la ciudad, lo valora menos porque con solo abrir la canilla tiene agua para beber.
Para un amante de la opera una entrada para ver rock puede valer cero y viceversa. El vegetariano no valora la carne y para el vegano no tiene valor nada que venga de los animales. Para el que no es vegano ni vegetariano, un asado de tira tiene valor.
Si se entiende esto, se entiende que la gente compra un bien o deja de comprarlo de acuerdo a cómo él valora ese bien según su subjetivo punto de vista. En otras palabras, los precios son la expresión de las valoraciones subjetivas de millones de consumidores. Los bienes tienen valor porque la gente los valora. No por los costos de producirlos. Se incurre en costos para producir un bien si la gente los valora y está dispuesta a entregar determinada cantidad de dinero por esos bienes. Así se van formando los precios.
La cantidad de gente y la valoración que le otorgue a determinados bienes determina si un empresario tiene que incurrir en costos para producir ese bien. Así que el primer punto que no conoce Feletti es cuáles son los precios que están dispuestos a pagar los consumidores, los que determinan los costos de producción en que pueden incurrir las empresas, con lo cual lo que está haciendo hoy Feletti no es fijar precios, sino poner un número cualquiera que a él le gusta y delante de ese número le pone el signo pesos. Es un número con un signo $ delante, no un precio.
Feletti desconoce, entonces, la teoría del valor subjetiva que es la que determina si la gente compra o no compra y, por lo tanto, los precios de mercado. Cuánto valora la gente los pesos que tiene en el bolsillo y la mercadería que le ofrecen. Si valora más los pesos que tiene que la mercadería que le ofrece o si los valora de igual manera, no hay intercambio. Solo si el consumidor valora más la mercadería que le ofrecen que los pesos que tiene en el bolsillo, es que está dispuesta a comprar. Lección número 1, Feletti, las subjetivas valoraciones de los consumidores de cada producto, determina el precio y los costos en que puede incurrir una empresa.
Lección 2, la gente va cambiando sus subjetivas valoraciones de los bienes. Es lo que se llama utilidad marginal. Si tengo mucha hambre, la primera porción de pizza me da mucho placer, la segunda algo menos de placer, la tercera otro poco menos hasta que llega un momento que no quiero más pizza. Prefiero gastarme la plata en otra cosa, entonces cambio la demanda de pizza a otra cosa.
Esto va produciendo un cambio de precios relativos en la economía, por lo tanto, modifica la asignación de recursos (capital y trabajo) y comienza a aumentar la demanda de otros bienes, baja la demanda de pizza, suben los precios de los otros bienes, aumenta la rentabilidad y atrae inversores que están dispuestos a arriesgar su capital y trabajo para producir esa nueva necesidad que muestra la gente.
Por eso no hay tal cosa como tasa de rentabilidad exorbitante. Lo que hay es un aumento de la tasa de rentabilidad de un sector de la economía que actúa como indicador para atraer inversiones, aumentar la oferta, bajar el precio y la tasa de rentabilidad tiende a igualarse al resto de los sectores productivos.
En la mediada en que haya mercados sin regulaciones, los recursos productivos se van asignando de acuerdo a las valoraciones subjetivas de los consumidores que transmiten sus valoraciones mediante el sistema de precios y tasas de rentabilidad.
Feletti pretende conocer él solo cómo valora cada uno de los consumidores cada bien y servicios, cuánto está dispuesto a pagar por cada uno ellos, cómo es la utilidad marginal de cada unidad consumida por cada uno de los millones de consumidores y, como corolario de todo esto, pretende decidir cómo se asignan los recursos productivos.
En definitiva, Feletti pretende, desde su sillón de secretario, decir que él está por encima de todo los consumidores y él sabe mejor que cada uno de los millones de los consumidores, qué tienen que consumir, qué calidades tienen que consumir, qué precios tienen que pagar y cuánto tiene que ganar cada uno. Se considera a si mismo un Dios que está por encima de toda la sociedad.
En definitiva, eso y decir que cada uno de los consumidores y productores son una colección de ignorantes que no sabe lo que es bueno para ellos, es lo mismo que decir que él se considera un ser superior al resto de los argentinos. La fatal arrogancia de la que hablaba Hayek.
Mientras el oficialismo ataca a los malvados comerciantes y productores porque quieren lucrar con el hambre del pueblo argentino, el BCRA ya tiene emitidos $ 1,12 billones de pesos para financiar el gasto público en esta fiesta populista en que está embarcado el gobierno para ver si logra torcer el adverso resultado de las PASO.
Fuente: Economía para Todos