El gran desafío para el sector agroalimentario en la actualidad es incrementar la productividad y la competitividad, haciéndolo de una manera sustentable. La remediación o recuperación de la funcionalidad de los agroecosistemas puede realizarse a través de actividades productivas con el compromiso social de mejorar la calidad del ambiente. Por esto, un equipo de investigadoras del INTA promueve prácticas de manejo para recuperar mallines en la Patagonia, humedales en el Litoral y arroyos en el sudeste bonaerense.
“El cuestionamiento por gran parte de la sociedad requiere respuestas, cambios que demuestren la capacidad del sector de contribuir a la seguridad alimentaria, nutricional, y a la preservación de ambientes sostenibles”, señaló Carolina Sasal, profesional del INTA Paraná y coordinadora del proyecto Remediación de suelos y aguas y Restauración ecológica de sistemas degradados por uso agropecuario, agroindustrial y actividades extractivas del INTA.
Los cambios en el uso de la tierra en las últimas décadas contribuyeron a obtener innumerables beneficios en el bienestar humano y el desarrollo económico, pero tuvieron como costo la degradación de algunos ecosistemas. Debido a que las fuentes de agua dulce para bebida, agricultura e industria sólo representan el 0,003% del agua total del planeta, resulta de central relevancia estudiar el efecto de los cambios en el uso de la tierra sobre la calidad de los ecosistemas acuáticos, monitorear sus cambios en el tiempo e implementar estrategias para la recuperación de su estructura y funcionalidad.
Para esto, el INTA trabaja en la remediación y la restauración ecológica de ambientes impactados o degradados por actividades agropecuarias mediante una red de unidades de caracterización y monitoreo. “En el INTA contamos con enormes fortalezas: equipos capacitados, laboratorios especializados, dispositivos, ensayos y unidades de monitoreo instalados a campo”, manifestó Sasal.
“La remediación ambiental consiste en implementar estrategias para eliminar o
metabolizar sustancias contaminantes en el suelo o el agua, incluyendo químicos
industriales, productos derivados del petróleo, nutrientes y plaguicidas”,
explicó Sasal.
Mallines en la Patagonia
En los sistemas ganaderos patagónicos, los mallines son proveedores de buena parte del forraje que los animales consumen, por lo que sufren una elevada presión de pastoreo. La pérdida de cobertura, la reducción de productividad aérea y subterránea y de la materia orgánica del suelo, junto con el pisoteo y compactación asociada, pueden cambiar la dinámica del agua.
En un mallín en proceso de deterioro, el agua, en lugar de ingresar de manera homogénea al suelo, escurre superficialmente desencadenando procesos de erosión, descenso de la napa freática y la vegetación empieza a parecerse cada vez más a la de la estepa que lo rodea.
“Los productores ganaderos patagónicos vienen desde hace muchos años implementando prácticas de manejo de agua en mallines y en otros ambientes con diferente grado de éxito. Desde el INTA evaluamos esas prácticas en el marco de distintos proyectos, observando que los resultados no siempre son los deseados”, expresó María Victoria Cremona, especialista del INTA Bariloche –Río Negro–, y agregó: “Es por ello que urgía la necesidad de sistematizar los datos que veníamos recopilando, pero teniendo también en cuenta la experiencia de otros actores”.
“Con esa idea, hoy estamos elaborando un protocolo de restauración hidrológica de mallines, en el marco de este proyecto y en colaboración con otras instituciones, como la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad del Comahue”, indicó Cremona quien señaló que el protocolo recoge la experiencia de intervenciones con un impacto positivo y da una propuesta de diseño agronómico acorde a las condiciones de cada lugar en donde se propone implementar.
En este sentido, Valeria Aramayo, especialista del INTA Bariloche, describió la metodología utilizada: “El trabajo consiste en diques que interceptan las cárcavas principales o secundarias buscando amortiguar los excesos de escurrimiento que luego son conducidos por canales sin pendiente desde esos diques, favoreciendo que el agua vuelva a infiltrar en el suelo del mallín”.
“Los trabajos a campo se complementan con análisis de imágenes satelitales y desarrollo de un conjunto de indicadores para el monitoreo de los efectos de la obra, que puedan ser incorporados como recomendaciones dentro del protocolo del método de restauración y que puedan ser utilizados por los productores”, añadió Andrea Enriquez, especialista del mismo equipo de trabajo.
Monitoreo agroambiental en Entre Ríos
En el campo experimental del INTA Paraná existe una unidad de monitoreo ambiental constituida por una microcuenca de 29 hectáreas bajo producción agrícola donde se realizan cultivos de soja, maíz y trigo. En diciembre de 2008 se instaló un sistema de monitoreo de calidad de agua superficial y subterránea.
“En los últimos años, con el creciente interés y preocupación por los impactos desde los sistemas productivos al ambiente, se vienen incorporando nuevos análisis y determinaciones, que incluyen detección y medición de concentraciones de nutrientes y plaguicidas en agua superficial y suelo del lote”, indicó Natalia Van Opstal, profesional del INTA Paraná.
“Un suceso reciente es la suspensión de aplicaciones de plaguicidas dentro de esta Unidad por cercanía al ejido urbano lindero, que propició la investigación respecto a nuevas tecnologías para dar continuidad a la producción agrícola”, señaló Mariela Seehaus, profesional del INTA Paraná, quien recordó que en 2019 se abrió una nueva línea de trabajo relacionada a la remediación del agua superficial que pueden brindar las especies nativas acuáticas características de estos ambientes.
Para eso, se iniciaron muestreos para estimar el potencial de captación de las pérdidas de nutrientes y plaguicidas desde los lotes productivos para evitar su impacto en los cuerpos de agua. El objetivo es identificar especies que beneficien a los sistemas productivos con el servicio ambiental de captación y filtrado de excedentes hídricos.
Este tipo de unidades de estudio, con una duración de largo plazo y a escala
real de producción, permiten entender el sistema, detectar impactos,
posibilidades de mitigación y de mejoras para poder anticiparnos y generar
recomendaciones agronómicas integrales. En esta unidad se lleva adelante una
investigación adaptativa que permite gestionar la incertidumbre, evaluando los
cambios en el ambiente agrícola asociados a las prácticas agronómicas, los
mercados, al clima y a las normativas en una zona de interfase crítica
urbano-rural y los efectos de las decisiones que tomamos.
Arroyos del sudeste bonaerense
En Balcarce –Buenos Aires–, el INTA trabaja en varias líneas de investigación tendientes a mitigar la llegada y reducir el impacto de contaminantes de origen agropecuario en la biota acuática.
“Nuestro equipo está focalizado en el monitoreo de ecosistemas acuáticos en el sudeste pampeano, en los cuales medimos diversos contaminantes derivados de la producción agrícola extensiva e intensiva y también de la producción animal, como plaguicidas, fármacos de uso veterinario y nutrientes. En principio, queremos comprender la dinámica ambiental de estos contaminantes y el riesgo ecológico sobre los organismos acuáticos no blanco”, señaló Elena Okada, especialista del INTA Balcarce.
De forma simultánea, en diversos arroyos del sudeste bonaerense, “se realiza la identificación de las especies de plantas acuáticas más frecuentes y con potencial de ser utilizadas como especies fitorremediadoras, que pueden propiciar el saneamiento de las aguas que contengan este tipo de contaminantes”, expresó Débora Pérez y agregó: “Para ello, se realizan muestreos en distintas épocas del año para conocer la flora acuática espontánea que, por experiencia previa, tenemos conocimientos de cuáles especies pueden ser propagadas en laboratorio e invernáculo”.
El desafío final que nos proponemos es utilizar distintas especies acuáticas, que puedan captar del medio estos contaminantes, reducir su carga a través de su metabolización a compuestos menos tóxicos, e implementar un sistema que permita mitigar el ingreso de contaminantes emergentes y nutrientes a los ecosistemas acuáticos afectados.
“La evaluación de los potenciales impactos negativos de la implementación de prácticas productivas sobre el ambiente y de su remediación es compleja, ya que deben contemplarse múltiples aspectos”, subrayó Sasal y explicó: “En este contexto, la utilización de dispositivos experimentales adecuados donde puedan evaluarse indicadores de calidad resulta indispensable para conocer las tendencias a la recuperación o a la degradación de un recurso natural bajo determinada práctica de manejo y, eventualmente, generar alertas tempranas”.