Respecto a éstos es de larga data -en especial luego del Concilio Vaticano Segundo- considerar que el derecho de propiedad es secundario antes otros derechos, como ser por ejemplo el de la vida y el de la libertad. De esta manera, se ha simplificado en un formato binario y de dialéctica confrontativa de “vida” contra” propiedad” en una interpretación contraria a los pensamientos de los propios doctores de la Iglesia, en especial de Santo Tomás de Aquino quien es el alma intelectual de las ideas filosóficas del derecho natural. El Aquinatense hace una clara referencia en In IV Sententiarum, d33, q1, a2, c. a la imposibilidad de determinar tajantemente las preeminencias entre uno y otro derecho concediendo que no tienen eficacia en todos los casos sino en los más, pues los tiempos, personas y circunstancias varían.
Considerar que el derecho de propiedad está subordinado “al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso”, si bien se percibe como un gesto de justicia es de una imprecisión que admite su utilización en cualquier sentido. Veamos: ¿Qué significa “el destino universal de los bienes de la tierra”? ¿Implica ello que todo puede ser utilizado por todos? ¿Qué bienes que pueden ser utilizados por todos? Si significara por caso que los bienes de una persona o empresa no son de ellos sino de la comunidad, el auto de un particular sería propiedad de cualquier otro, los beneficios de los derechos de invención deberían ser repartidos a todos y hasta los tesoros y reliquias vaticanas incluyendo sus construcciones -que si no son las más caras del mundo están cerca de serlo- serían de todos los habitantes. Evidentemente, por los propios actos de la Sede Vaticana esto no es así. Ahora bien, si se considerara que el derecho de propiedad que tiene una persona sobre un auto tiene que estar, en caso de necesidad a beneficio del bien común, permitiendo por caso ser utilizado para trasladar un enfermo de emergencia o hasta para llevar a otro automovilista cuyo vehículo se ha roto en una ruta despoblada y de noche; la razón dicta que la segunda hipótesis se impone y es acorde con el respeto a la propiedad privada y con la actual ética de la sociedad .
Porque cuando un bien es de todos, no es de nadie, eso lo ha probado la misma Iglesia cuando en sus principios sus seguidores vendieron todos sus bienes y los compartieron; el resultado fue que al poco tiempo estaban sin recursos y debieron pedir dinero a los feligreses -y desde ese momento hasta la actualidad- para el mantenimiento de la institución. Por otra parte, si todos los habitantes vendieran sus bienes en beneficio de los pobres, ante tal oferta no había compradores con lo cual sería vano el intento. Lo demuestra que debe privar la razón y la realidad ante las frases que suenan como verdad revelada.
De la misma manera “el derecho de todos a su uso”, resulta una frase ambigua que nuevamente cae en la simplificación de considerar que todos tienen el derecho a los bienes de los otros. Ninguna duda cabe que la Creación es patrimonio de la humanidad, pero eso no se contrapone al derecho de propiedad ni admite la denostación del dinero, el que no es bueno ni malo en sí, sino un instrumento que hasta la propia Iglesia necesita y que, al igual que casi todos, a veces también hace mal uso.
Estamos en una era donde, debido a las actuales estructuras sociales, a cada minuto desciende la cantidad de pobres, en los últimos 25 años más de 1.000 millones de personas lograron salir de la pobreza extrema, y actualmente la tasa mundial de pobreza es la más baja de que se tenga registro , lo que lleva a pensar que multinacionales tampoco son buenas o malas, siéndolo el obrar de quienes la dirigen; el propio Pontífice está vivo gracias a los equipos que éstas han creado y vendido, que permitieron operarlo de su pulmón, o las farmacéuticas que con gastos astronómicos han podido inventar las vacunas que hoy están salvando a la humanidad, las que además dan trabajo a millones de personas. Como el mismo Pontífice ha dicho “Todas las actividades humanas, también la empresarial, pueden ser un ejercicio de la misericordia” a lo que debería agregarse que ello no les impide ganar dinero con el que viven sus millones de empleados y miles de inversores lo que evitaría la dialéctica confrontativa de un bien contra el otro.
Tampoco son los sindicatos la panacea universal ni la solución de los problemas de la clase obrera, son también herramientas que carecen de cualquier contenido Bíblico, y que en la misma alocución se previene del daño que causa cuando están corrompidas, lo que podemos ver, lamentablemente, habitualmente en nuestro país.
En definitiva, no son las herramientas o bienes materiales (salvo contadas excepciones como las drogas) buenos o malos en sí, si no el uso que le da el ser humano, y es la conciencia de éste la que -usando términos mercantilistas- debe ser “comprada” para que opte la ayuda al prójimo, que es a la vez la salvación individual.
Al ser humano se lo compra más con amor que con juzgar sus actos, y ello surge sin duda alguna en los Sagrados Evangelios.
Por Javier Reigada
D.N.I. 13.416.795