En sus diferentes variantes, la carne ha sido históricamente uno de los
principales alimentos consumidos por los argentinos y su principal fuente de
proteínas, indispensables e insustituibles para su bienestar nutricional. En
rigor, contribuye enormemente al crecimiento y desarrollo infantil.
Hoy, la carne continúa siendo elegida por nuestros compatriotas para
compartir la mesa con familiares y amigos; es emblema de nuestra identidad
nacional y un producto que nos representa en el mundo como ningún otro.
La producción, industrialización y comercialización de carnes genera decenas
de miles de puestos de trabajo, actividad económica, inversión e ingreso de
divisas, y cumple un rol estratégico, ya que es una de las pocas actividades que
pueden desarrollarse en prácticamente todo el territorio nacional, incluso en
aquellas zonas geográficas de nuestro país en las que la ganadería es la única
actividad económica posible.
Cabe destacar, por otro lado, que el rumiante es el único animal que tiene la
capacidad de transformar el pasto en proteína de alto valor biológico, proceso
que no ha podido ser reemplazado por ningún otro mecanismo.
Siguiendo las buenas prácticas agropecuarias, la producción de carnes en
Argentina tiene muy bajo impacto ambiental puesto que 7 de cada 10 animales
faenados se producen a través del sistema pastoril que tiene probadamente un
resultado neutro en materia de emisiones.
La alimentación variada siempre es saludable, pero también resulta imprescindible alentar el consumo de carnes como principal fuente de proteínas de los argentinos, así como preservar a la cadena de valor de la carne y a todos sus integrantes: productores, trabajadores, industriales, matarifes, carniceros, exportadores y a las miles de familias argentinas que viven de esta arraigada y noble actividad en todo el país.