En la actividad agrícola, por ejemplo, los tiempos requeridos para llegar a los resultados finales son prolongados y, por ello, ésta exige, como condición sine que non, un horizonte claro. El sesgo ideológico del Gobierno y de buena parte del Congreso conlleva amenazas como aumentos de impuestos (derechos de exportación) que oscurecen la vista de la producción. En lugar de estimular, se elige el miedo, con el presunto propósito de bajar los precios.
La visión de los políticos, especialmente la de los últimos años, está determinada por el electoralismo. Y así la mayor parte de los gobernantes se focalizan en el corto plazo. Los estadistas apenas se cuentan con los dedos de una mano.
La visión de corto plazo se advierte con claridad en la estrategia de aplicación de anclas cambiaria, salarial y tarifaria, que hace estragos en la capacidad adquisitiva de los argentinos, y en definitiva apenas logra morigerar la tasa de inflación con el costo de asegurar una suba de precios mayor en el mediano plazo.
La inflación del primer trimestre llega al 13% y la suba de precios interanual es de 42,6%. Una estimación del primer cuatrimestre nos lleva a un ratio del 17%. Se evidencia la inercia de la expansión monetaria del año pasado y las expectativas negativas al respecto.
Así, el cuadro, la tasa de inflación para este año difícilmente sea menor al 50%. Para colmo, a juzgar por la experiencia de estos meses, la pandemia agravará el cuadro.
El fracaso de la política económica es evidente. Y los políticos de turno buscan responsables. Las políticas aplicadas, influidas por la ya superada escuela estructuralista latinoamericana, han fallado en el mundo, entre otras cosas por negar la raíz monetaria de la inflación y por abocarse al mercado interno.
Para esta escuela, las limitaciones de oferta a causa de rigideces productivas originan la inflación. Y su propagación y reproducción se debe a la pugna distributiva entre los diferentes sectores de la economía que tratan de no perder posición y logran ubicarse mejor o peor según su poder, por lo que así se acentúa la demanda.
Y, en lugar de centrar la atención en la capacidad exportadora, lo hacen en el mercado interno. De allí surgen slogans vacíos de racionalidad como “desacople de precios” y “cuidar la mesa de los argentinos”. A esta altura de la historia reciente, quienes afirman ello o se han auto-convencido por fidelidad a sus ideologías, o directamente mienten, por puro oportunismo.
¿Un ejemplo?
La Resolución del Ministerio de Agricultura establece requisitos a cumplir por los operadores inscriptos en el Registro Único de Operadores de la Cadena Agroindustrial (RUCA) que pretendan exportar granos, carne o leche. Se trata de artilugios cuyos efectos provocan siempre una menor inversión y, consecuentemente, una baja en la producción.
Hay que remarcarlo: la inflación es un fenómeno expresado en el aumento sostenido del nivel general de precios. Repito: un aumento general. No es problema de un precio o de un par de ellos, sino de la mayoría de los precios Pera entender el problema es necesario distinguir entre el alza de precios de una sola vez y el aumento sostenido a lo largo del tiempo del nivel general de precios.
La inflación, a la larga, no es una cuestión de costos ni de demanda ni de oferta, como difunden y machacan las autoridades. La raíz de la inflación reside en la cantidad de dinero.
Sin embargo, un salto inflacionario puede no estar ligado a la expansión de dinero y, por el contrario, puede resultar del aumento del precio de un servicio o producto, como es el caso de los granos. Pero se trata de un salto. Es decir que en el muy corto plazo, el incremento de la tasa de inflación, podría resultar del aumento de precio un o dos productos. Aunque, por no ser un fenómeno sostenido en el tiempo, no debería confundirse con lo que es realmente inflación.
En negro sobre blanco: una cosa es un salto en un momento dado y otra es el incremento sostenido de todos los precios, durante un plazo largo.
Este último caso sólo puede tener estar originado en un aumento en la cantidad de dinero. Este aumento general de precios resulta, a su vez, determinado por el nivel de confianza y de expectativas que incide en la demanda de dinero y, por tanto, en la velocidad con que éste circula en la economía. Si el dinero circula más velozmente, el efecto es parecido al de un aumento en la cantidad de dinero.
Así son las cosas. Si despejamos el debate sobre la inflación, vamos a encontrar la verdadera razón de la estrategia antinflacionaria: la necesidad de recursos para cubrir el desmedido gasto público, a consecuencia de la ineficiente y electoralista forma de utilizarlo.
Por Manuel Alvarado Ledesma – Economista
Fuente: Agroeducacion