Muchos gobernantes y políticos argentinos desconocen las causales del progreso. Adam Smith las explicó claramente en su libro La Riqueza de las Naciones, en 1776. “Un operario aislado puede producir un alfiler por día de trabajo. Pero integrando su esfuerzo con otros, logran producir, cada uno, 5.000 alfileres diarios”. El milagro de la libre colaboración multiplicadora de los ingresos.
Las competencias individuales contribuyen a satisfacer necesidades ajenas mediante el aprendizaje especializado en los oficios que mejor remuneran a cada uno. Libremente, sin intervención de funcionarios. Un proceso win win, todos ganan. Los países progresan tanto como liberan trabas artificiales impuestas por burócratas y personajes poderosos. Muchos políticos apenas reconocen que los ingresos satisfacen necesidades individuales. A mayores ingresos, mayores consumos.
Cambio de paradigma
Empujando juntos la liberación de obstáculos podrán aumentar inmensamente los
ingresos conjuntos. Tanto que la Argentina podría constituir la oportunidad de
negocios, el mayor emprendimiento social del planeta. El ingreso promedio podría
pasar de los actuales USD 9.000 al cambio mayorista oficial equivalente anual, a
USD 26.000 al cambio libre, como registra España. Incluso a los USD 50.000 de
Australia, en poco tiempo. Sería el mayor logro del siglo.
Los países progresan tanto como liberan trabas artificiales impuestas por
burócratas y personajes poderosos
Insisto. Se progresa liberando trabas redundantes, reglas injustas, que
violentan a las gentes. Se puede lograrlo cediendo cada uno el anzuelo de
privilegios particulares. Ceder ingresos actuales inferiores para obtener el
triple de ganancias.
Las instituciones competitivas abren intercambios valiosos. Integran y completan a las personas en tanto acuerdan reglas iguales para todos. Favorecen las actividades, impidiendo intromisiones forzadas. Expone el libro Por un País mas Justo y Floreciente: “La Argentina se convirtió en un reino feudal, decretando privilegios que empobrecen, corrompiendo la organización de la Constitución de 1853/60. Que había impulsado la Paz interior y los ingresos mas elevados del planeta, atrayendo a millones de inmigrantes de buena voluntad”.
Corrompe aplicar normas diferentes para actividades similares. La violencia es mayor cuando las impone el Estado. Léase impuestos, requisitos, distintos según “prioridades estratégicas”. Un impuesto mayor a Juan que a Pedro deciden funcionarios. Contratar al pariente, pero no al postulante más competente. Vender dólares a precios distintos por disposición burocrática. Los funcionarios deciden la “utilidad social” de cada actividad particular.
El Estado debiera garantizar la paz interior con decisiones justas, liberando las actividades personales de sufrir la violencia de consideraciones, trabas, arbitrarias, desiguales, impuestas por funcionarios. El bien público por excelencia es la igualdad ante la ley. Segregando con regulaciones normativas violentan libertades, imponiendo preferencias políticas que empobrecen a la población sometida a tales injusticias.
Se progresa cuando las transacciones satisfacen tratos justos. Los comercios privados llegan hasta garantizar la devolución de lo adquirido, si el comprador no queda satisfecho. Opción que no tienen quienes reciben pesos y bonos públicos de gobiernos de baja reputación. Inflación y pérdida de valor de las deudas estatales evidencian administraciones irrespetuosas de compromisos fundamentales.
Corrompe vender dólares a precios distintos por disposición burocrática. Los
funcionarios deciden la “utilidad social” de cada actividad particular
Los Estados empobrecen a las poblaciones abusando, corrompiendo los derechos y
promesas. Privilegian a simpatizantes y funcionarios frente a los particulares.
Tanto que poco les importa las consecuencias: corrompen los derechos a la paz
interior. Las vidas, el valor de los activos y los ingresos de mayorías.
La corrupción encadena secuencias multifacéticas. Hasta el significado mismo de las palabras. En Babel, la construcción de la torre que llegaría al cielo fue interrumpida por la conmoción de hablar súbitamente idiomas distintos: aplicar a los mismos actos señales, criterios, diferentes. La incomprensión de la palabra, lo incierto del significado y la norma, incomunica y desarregla las actividades. Incertidumbre, imprecisión, incompetencia, que obstruyen las transacciones y mercados. La corrupción degrada a la sociedad de los conocimientos que consiguieron las naciones avanzadas. Sin significados acordados se derrumba la Justicia: normas y criterios iguales, según el dictamen de profesionales reputados; las sociedades se agrietan y rezagan.
En columnas anteriores se mostró el impacto económico de la arbitrariedad
normativa, debilitante de las propiedades privadas. Sudán del Sur apenas rasguña
un ingreso anual por habitante de USD 250 por año, mientras Suiza genera USD
82.000. Entre ambos extremos, 195 países desgranan los diferentes costos de
corromper las propiedades privadas.
Los gobiernos han impuesto un archipiélago de feudos que impiden mejores remuneraciones al trabajador, con el propósito de “proteger” a favorecidos. No se dan cuenta que proteger a unos, trabando al resto, empobrece al conjunto. Una muestra de “conquistas” que expropian propiedades:
1. Exceso de empleo público y regulaciones. Exige impuestos elevados, entorpece empleos productivos. Todos pierden;
2. Impuestos y trabas desiguales redistribuyen, traban. Los dirigentes publicitan exenciones impositivas y esconden las mayores cargas consiguientes; y
3. La inflación patentiza el engaño de entregar pesos cuyo valor se derrite, tornando imprecisa la coordinación de actividades.
La inflación materializa la pretensión de Humpty Dumpty, en “A Través del Espejo”. Ante la refutación de Alicia, que la palabra no puede significar cosas tan diferentes, responde: “mi palabra significa exactamente lo que yo decido. Nada más, nada menos. Yo soy el que manda”. El poder corrompe hasta apropiarse del valor de las palabras, disimulando promesas y decisiones incoherentes. Precios, tarifas, inciertos confunden. Súbditos a merced de gobernantes sin respeto.
Incumpliendo contratos, condenan a carestías de recursos, hasta para comprar vacunas para frenar la pandemia.
Por Enrique Blasco Garma - Consejero Académico de la Fundación Libertad y
Progreso
Fuente: Infobae