El maíz necesita entre 500 y 600 milímetros de agua en la estación de crecimiento, pudiendo variar de acuerdo a la zona del país. Hoy, la gran mayoría de las regiones están por debajo del 60% de esa cantidad. El dato lo aporta Luis Mayer, Gerente del Cultivo de Maíz en Nidera Semillas. Y explica que “en muchos casos, la falta de agua se ha dado en el período crítico, alrededor de 30 días entre la etapa previa y posterior de floración. Es un momento muy acotado cuando el maíz define el número de granos. Si la deficiencia se da entonces, el rendimiento se resiente y no hay posibilidad de recuperación como pasa con otros cultivos”, sintetiza.
Pero no todas son malas noticias. La plasticidad del maíz, el aporte de la genética y la acumulación de conocimientos ofrecen herramientas de manejo que hacen posible disminuir el impacto del estrés hídrico en el cultivo en años con pronósticos de escasas lluvias.
Atrasar la fecha de siembra es una de las estrategias más difundidas. “De esta manera, se trata de sortear la coincidencia del período crítico con la etapa de mayor demanda atmosférica, que se da aproximadamente entre finales de diciembre y mediados de enero”, asegura el ejecutivo de Nidera y aclara que si el efecto Niña persiste en el tiempo, los maíces tardíos también pueden verse afectados.
Mayer destaca que las distintas respuestas ecofisiológicas de los maíces son unos de los grandes secretos a la hora de establecer estrategias de escape al estrés hídrico. Pero como los ciclos no se diferencian mucho en maíz, “lo más importante es la estrategia de tolerar. Y para tolerar hay distintas características fenotípicas de los cultivos que permiten mantener un consumo más exacerbado de agua independientemente de que la condición hídrica en el suelo sea baja. Es decir, el material hace un uso menos conservador del agua, y si el estrés hídrico es temporario, esa estrategia es beneficiosa porque cuando faltó el agua, el cultivo siguió refrigerando su canopeo y favoreciendo el intercambio de dióxido de carbono para la fotosíntesis”, describe.
Así, hay híbridos que son más eficientes en el uso del agua. Es el caso del NS 7921 Víptera 3 CL y el AX 7761 VT3P. El primero es el último lanzamiento de Nidera Semillas. Se trata de un material con alta estabilidad y gran potencial de rinde tanto para siembras tardías como tempranas. “En ambientes restrictivos y apretados, donde la cantidad de agua tiende a ser limitante, ha demostrado una alta partición a grano y muy buena performance”, detalla Mayer. Además, es un material único en el mercado al conjugar la tecnología Clearfield con el evento biotecnológico Agrisure Viptera 3, lo que le brinda tolerancia a glifosato, a glufosinato de amonio y al grupo de Imidazolinonas.
“En un escenario donde hay que ser muy cuidadoso con el uso del agua, poder controlar las malezas eficientemente es súper importante para que no compitan por el recurso agua. Además, cuenta con la mejor biotecnología para el control de insectos, lo que le otorga una enorme versatilidad para sembrar en fechas tardías, donde abundan o prevalecen en mayor medida las distintas plagas”, informa Mayer.
En tanto, el AX 7761 se ha mostrado ideal para planteos ofensivos donde se buscan rindes máximos con altas densidades por hectárea. Sin embargo, el Gerente del Cultivo de Maíz de Nidera advierte que se trata también de un híbrido muy flexible que tolera modificaciones en el manejo de la densidad. “Es un material que tiene tolerancia al estrés. Si es sembrado con altas densidades incluso en ambientes restrictivos, logra mitigar el efecto manteniendo una tasa de crecimiento elevada por planta durante el período crítico”, confirma.
La clave, tomar decisiones en base a los datos
“Tenemos testeados todos nuestros materiales en los distintos índices ambientales, desde aquellas zonas donde hay mayores restricciones para el crecimiento hasta los ambientes de mejor calidad donde hay una gran disponibilidad de recursos”, explica Mayer. Toda esa información se puede encontrar en el Asistente Dinámico Nidera (ADN) una plataforma digital que suma más de 35 mil datos de ensayos propios recogidos durante más de 5 años en más de 2 mil localidades de todo el país. “Con esta herramienta se puede seleccionar el híbrido, la zona y visualizar su performance en relación a otros productos de la competencia”, ejemplifica.
A su vez, el ADN se complementa con Sistema de Manejo Variable, otra herramienta digital provista por Nidera que permite entender que dentro de un mismo lote conviven ambientes más y menos productivos. A partir de imágenes satelitales y mapas georeferenciados se segmenta el lote de acuerdo a sus calidades ambientales, y con estos estos datos se brinda una recomendación de densidad y fertilización variable para lograr un manejo más preciso y eficiente.
“La idea es asistir al productor en lo que refiere a agricultura de precisión y optimizar el uso de recursos. Es decir, no usar ni semilla, ni fertilizante de más en la parte del lote que es de menor calidad, ni quedarse corto en los sectores que son más productivos”, apunta Mayer, quien aclara que la recomendación de densidad no solo se basa en la respuesta biológica específica de cada material, sino también en el resultado económico que más beneficia al productor.
“En otra línea de trabajo, desde Nidera estamos analizando la respuesta de cada uno nuestros materiales a la fertilización nitrogenada con ocho ensayos por año distribuidos a lo largo de todo el país. Si el producto se va a sembrar en un ambiente de alto potencial, indudablemente la fertilización tiene que ser mayor. Y viceversa. Pero además hay variaciones genotípicas que hacen que algunos materiales requieran de más nitrógeno que otros para lograr un mismo rendimiento”, concluye el especialista.