Desde la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (Fearca) hablamos con aeroaplicadores de diversos cultivos extensivos sobre cómo se realiza el trabajo con avión y las ventajas que tiene a la hora de hablar de rentabilidad.
"El trabajo de aplicación aérea en soja se concentra principalmente en el control de enfermedades y malezas, tratamientos de enfermedades foliares o aplicación de fertilizantes líquidos", cuenta Walter Malfatto, aeroaplicador de la Cámara de la Provincia de Buenos Aires (CAPBA) y resume que "para los que vivimos en esta actividad y para los productores, son aplicaciones con insecticidas, fungicidas y/o fertilizantes". Malfatto explicó que los cuidados que se tienen en cuenta a la hora de realizar una aplicación aérea, son muchos, desde la protección de quienes asisten en la carga y logística mediante el suministro de Elementos de Protección Personal (EPP), para evitar problemas de exposición con fitosanitarios al momento de manipularlos y, en lo que respecta puntualmente al momento de la aplicación es, principalmente contar con las condiciones climáticas apropiadas para la realización del tratamiento.
Con respecto a la aplicación de fitosanitarios en soja vía aérea es importante "respetar las técnicas y protocolos conocidos en la materia y en cumplimiento con la normativa legal vigente", resalta el aeroaplicador y añade que "deben evitarse las altas temperaturas, con lo cual, la mañana, muy temprano y, en menor medida, la última hora de la tarde son los horarios óptimos para obtener resultados eficientes". Malfatto sostiene que "la aeroaplicación se ha transformado en un servicio de emergencia que, año tras año, cede terreno frente a la aplicación terrestre" y opina que "si consideramos todo el cúmulo de aplicaciones que realiza el sistema productivo, la aplicación aérea sólo representa alrededor del 20% del total".
Por otro lado, sostiene que "los especialistas técnicos, tienen mucho material que respalda la mayor calidad de la aplicación aérea por sobre la terrestre, en cuanto al efecto logrado por el tratamiento, al umbral de daño que se genera en el cultivo y hasta en el resultado económico, termina siendo menos onerosa respecto a la aplicación con terrestres" y añade que "sin embargo, la cuestión financiera es lo que hace que el terrestre se imponga al aéreo".
"Hablar de números en este momento resulta complicado por la volatilidad económica, pero los técnicos indican alrededor de un 2% sólo en concepto de daños por pisado en el cultivo, sin hacer una cuantificación monetaria, se entiende que esto, sin evaluar la mejor eficiencia del tratamiento, representa ya de por sí un factor preponderante para optar por la aplicación aérea", finalizó Malfatto.
También hablamos sobre el trabajo de aplicación aérea en soja y maíz con Mauricio Irigoyen, piloto aeroaplicador de la Cámara de Santa Fe (CEASFE). Según Irigoyen, "los trabajos de aeroaplicación en soja, en condiciones de suelo normal, empiezan cuando el cultivo ya cerró el surco y en general son tratamientos de fungicidas, insecticidas y herbicidas" y agrega que "muchas veces son una combinación de algunos de los tres o los tres inclusive".
Con respecto a los cuidados que se tienen, el aeroaplicador explica que "tienen relación con la zona que trabajamos ya que primero chequeamos que los productos se puedan utilizar dependiendo del lugar donde haya que hacer la aplicación".
Irigoyen sostiene que "es muy difícil de precisar cuál es el porcentaje de trabajo en aplicación aérea ya que depende mucho de los distintos lugares, pero en mi zona no se supera un 30% en total de tareas aplicadas con avión".
En cuanto a la eficiencia, Irigoyen señala que "las aplicaciones realizadas en forma aérea son más eficientes por varios motivos, uno de ellos es que los productos utilizados se aplican mucho más concentrados que en una aplicación terrestre y se utiliza mucho menor volumen de agua" y opina que "la turbulencia que generan los aviones en los cultivos ayuda a tener una mejor penetración en el mismo".
"Por lo general una aplicación terrestre tiene una pérdida de entre un 2% a un 5% dependiendo de la maquinaria que se utilice y el cultivo que sea", explica Irigoyen y ejemplifica: "Si ponemos, por ejemplo, que en soja pisamos un 3% eso equivaldría en un cultivo que tenga como potencial de rinde entre 30 a 40 quintales, lo que equivaldría a 1,2 quintales de pérdida y en dinero serían $3000 aproximadamente. Si a eso le sumamos el costo de una aplicación terrestre, que ronda los $400 o $500, tendríamos un costo para la aplicación terrestre de $3500 aproximadamente siendo que una aplicación aérea nos costaría menos de la tercera parte".
Con respecto al maíz, existen otros problemas para las aplicaciones terrestres porque es un cultivo de mucha altura el cual no es fácil de transitar con la maquinaria agrícola convencional. En este cultivo se pulveriza antes de sembrar y después normalmente no se aplica más. "Lo único que se aplica es fungicidas que se hacen con avión porque no se puede entrar con una máquina terrestre ya que el cultivo tiene entre un metro y medio a dos metros de alto", explica Irigoyen y opina que "en general no está tan impuesto el trabajo aéreo, todavía hay muchísima gente que ni siquiera lo hace o lo conoce, pero no lo quiere hacer".
Tecnología de punta en maní
Las estimaciones de siembra para la campaña 20/21 aumentaron en un 9,63% con respecto a las cifras de la última campaña, la cual presentaba una disminución significativa respecto de las hectáreas producidas en los ciclos previos. Para hablar sobre aplicación aérea en maní dialogamos con Diego Cerioni de la empresa Prodeman y miembro de la Cámara de Aeroaplicadores de Córdoba (CEAC).
"Nuestra empresa estableció como prioridad la aplicación aérea sobre la terrestre en cultivos de maní, para los fungicidas, contrariamente a lo que la mayoría acostumbra, ya que el cultivo de maní mantiene sus frutos enterrados de manera que el equipo terrestre no los daña, como ocurre con otros cultivos, como soja, maíz girasol, etc.", explica Cerioni. Cabe destacar que la empresa es pionera en el tema ya que es la única productora de maní que posee aeronaves propias.
Para hablar sobre los cuidados en las aplicaciones, Cerioni cuenta que "en fungicidas e insecticidas hay que buscar coadyuvantes y productos que no manchen la hoja y, respecto a herbicidas, las mismas consideraciones que cualquier cultivo en cuanto a la deriva".
El maní es un cultivo de costo muy elevado, entre dos a tres veces de lo que cuesta la soja o el maíz. Siendo una planta rastrera, es más sensible a la competencia de malezas, a los hongos de hoja y a insectos arañuela. De manera que un cultivo de maní puede necesitar unas seis a ocho aplicaciones, de las cuales 3/4 serían fungicidas. "Es muy importante el pre emergente ya que es una planta rastrera y la paleta de herbicidas muchas afectan al maní", añade Cerioni y sostiene que, para los horarios de aplicación, "hay que evitar temperaturas altas y baja humedad". Aquí es donde la aeronave juega un papel preponderante ya que en una misma franja horaria de condiciones ideales de aplicación el avión aplica diez veces más hectáreas que un equipo terrestre. El avión aplica a unos 220 km/h mientras que el equipo terrestre lo hace a 15 km/h.
La aplicación aérea en el cultivo de maní es más eficiente que la terrestre por varias razones, una es el sistema de aplicación Micronair es el de más alta tecnología ya que su sistema rotario genera gotas uniformes, del tamaño ideal y con distribución uniforme haciendo que el objetivo reciba la mayor cantidad de impactos comparado con otros sistemas como el de picos, si bien es lo más caro en sistemas de aplicación hace que la dosis efectiva sea mayor respecto a los otros sistemas. Otra de las ventajas es el "Efecto Downwash" de ala. "El ala de la aeronave al generar sustentación impulsa un movimiento de masa de aire hacia abajo que mueve las hojas haciendo que la distribución de gotas llegue a más lugares, esto es debajo de las hojas, a insectos en el suelo debajo del follaje, malezas que se encuentran debajo de cultivos más altos, etc.", explica Cerioni y resalta que otra de las ventajas es la utilización de agua de lluvia. "Las aguas duras que se encuentran en los tanques de los campos poseen un efecto de degradación de los activos químicos, la utilización de agua en condiciones adecuadas además de obtener mejor efectos activos tenemos un ahorro en correctores de agua que no ponemos en la mezcla". Por otro lado, el bajo volumen de utilización de agua (entre dos a seis litros por hectárea) también es menor efecto "invasivo" contra los activos químicos que queremos. Otra de las ventajas es la velocidad de aplicación ya que se realiza de 200 a 240 km/h comparado con los 15 km/h del equipo terrestre. Esto permite que en el lapso de tiempo de condiciones óptimas de meteorología abarcar más del doble de hectáreas. Además, la velocidad de traslado y de carga son muy superiores, la carga del avión se realiza entre tres a cinco minutos. "La manipulación de fitosanitarios es una ventaja a tener en cuenta. Asimismo, la capacitación del operador es muy relevante. Es importante destacar que el piloto posee una capacitación y certificación anual muy exigente comparado con los operadores terrestres y cuya licencia debe mantener a través de la prolijidad de su carrera. El piloto del avión está obligado a seguir procedimientos muy estrictos, sea en la operación aérea como en la forma de trabajar las aplicaciones. Otra ventaja que hay con respecto a la aplicación terrestre es el porcentaje de pérdida por pisado de cultivo que, en el caso de la soja y el maíz llega a un 3%. Asimismo, no podemos dejar de hablar de la compactación del terreno por las máquinas terrestres y destacar que el suelo no compactado es más productivo que el pisado por maquinaria terrestre. "Es muy importante no pisar en la siembra de cobertura", resalta el aeroaplicador.
Cerioni señala que, según estudios realizados por la Universidad de Río Cuarto, cátedra especializada en maní, "hemos logrado hasta un 13% de rendimiento extra en años húmedos, bajó a 5% si es muy seco, sin analizar la pérdida por pisada". Cabe aclarar que este estudio fue analizado en un lote de 100 hectáreas, mitad con aplicación aérea y mitad con máquina terrestre.
El noble algodón
Según datos de la campaña 2018/2019, doscientos productores siembran el 85% de la superficie total de algodón, es decir unas 23.996 hectáreas, quedando en manos de los pequeños productores sólo 258.318 hectáreas. Las principales provincias productoras de este cultivo son Santiago del Estero y Chaco y, en menor medida Santa Fe y Salta.
"El trabajo aéreo en algodón es similar a cualquier otro cultivo", cuenta Guido Kindwerley, aeroaplicador de la Cámara del Chaco (CEACH) y explica que "se buscan los horarios de menor temperatura para trabajar y la aplicación se hace con una gota de entre 150 y 250 micrones". El porcentaje que se hace con avión es del 10% al 15%; lo demás hacen con terrestre. No hay problema de pérdida de pisada como en otros cultivos porque el algodón se siembra a 70cm. "Cuando el productor, debido a las extensiones del campo, no llega a tiempo para tratar con los insecticidas en picudo o los reguladores de crecimiento ahí utilizan el avión", destaca Kindwerley.