Estos dos conceptos, son los que reúne la nueva central de generación eléctrica a biogás de Seeds Energy inaugurada hace un par de semanas en Venado Tuerto. Es la segunda de la empresa y es idéntica a la que posee en Pergamino, que se encuentra operando desde hace unos pocos meses. Ambas plantas cuentan con una potencia instalada de 2,5 MW eléctricos cada una, y procesan los marlos y la chala que descartan los semilleros vecinos.
El maíz producido para la elaboración de semillas, a diferencia del que se
produce para grano, se debe cosechar en espiga y con alta humedad para no
afectar su poder germinativo. Para ello se utilizan cosechadoras especiales que
cuidan al máximo la integridad de los granos. Una vez que la espiga llega al
semillero, ingresa a un proceso de secado muy cuidadoso. Cuando alcanza la
humedad requerida, se trilla en forma estacionaria para separar las semillas del
marlo y la chala.
Hasta el desembarco de Seeds Energy, ambos productos eran tratados como
residuos. Pero ahora, además de ser convertidos en un producto de alto valor,
como son los electrones verdes, permiten el aprovechamiento del lodo que queda
en el fondo del biodigestor, llamado digestato, muy rico en nutrientes y materia
orgánica, que puede volver al campo en forma de fertilizante biológico.
De las más de 6 millones de hectáreas que proyecta la Bolsa de Cereales que
serán cultivadas con maíz, menos del 0,5% serán destinadas a la producción de
semillas. Esto nos indica, a priori, que hay un inmenso potencial energético en
los rastrojos que no estamos aprovechando, del cual podríamos obtener un
beneficio económico. Aplicando una regla de tres simple, si el 0,5% de los
marlos y chalas del total del maíz nos permiten generar 5 MW (suponiendo que
todo el marlo y la chala derivada de la producción de semilla abastecen los
biodigestores de Seeds Energy), el 99,5% nos permitirían obtener casi 1.000 MW
de potencia. Suponiendo que las centrales operen un mínimo de 6 mil horas al
año, hay un potencial para producir casi 8 millones de MW-h. A una tarifa de U$S
160 -sin considerar los incentivos que gozan estas centrales- el valor de los
rastrojos supera los U$S 1.000 millones. Una cifra para nada despreciable. Pero
claro, una cosa es cuando está todo junto, como es el caso de Seed Energy que
ubicó sus plantas en los dos polos semilleros más importantes del país, y otra
cuando la biomasa está desparramada en el campo, hay que recogerla del suelo y
trasladarla hasta su lugar de procesamiento. Aquí es donde se presentan los
desafíos logísticos.
Hace un par de semanas, POET, la principal compañía productora de etanol de
maíz, anunció el cierre definitivo de su destilería de etanol celulósico del
estado Iowa, EEUU. El proyecto Liberty, como se lo denominó, demandó una
inversión de casi U$S 300 millones y consistía en producir 100.000 m3 de
bioetanol por año a partir de 285 mil toneladas de rastrojos de maíz. Durante
sus 7 años de vida, apenas llegaron a producir una muy pequeña fracción de ese
volumen. El fracaso se explica, justamente, por las dificultades logísticas que
implicaba recolectar, transportar y almacenar semejante volumen de rastrojos.
Sin embargo, otros proyectos, de menor envergadura han prosperado.
En Canadá, la empresa Praire Clean Energy (PCE), está comprando a productores de la provincia de Saskatchewan rastrojos de paja de lino. La compañía los retira del campo del productor y el precio que paga por la tonelada depende de la distancia a su planta y de si tiene que prestarle o no el servicio de enfardado. Los productores que quieran vender sus rastrojos a PCE deberán firmar antes un contrato indicando la superficie de lino que van a cosechar.
Algunos ingenieros agrónomos cuestionan la extracción de biomasa de rastrojos de los suelos, por el aporte que tienen a la salud del mismo. Estudios elaborados para las plantas de bioetanol celulósico en EEUU, como el proyecto Liberty descripto anteriormente, indicaron que en la medida que se disminuye la intensidad del laboreo se reduce la tasa de oxidación de la materia orgánica y permite aumentar el volumen de retiro de rastrojo. Del mismo modo, el creciente potencial de rendimiento de los cultivos, que tiene una relación lineal con la cantidad de rastrojo, brinda mayores posibilidades de extraer biomasa sin afectar la sustentabilidad. Un tema que reviste particular importancia para la Argentina, donde se ha generalizado el sistema de siembra bajo cubierta de rastrojo, al mismo tiempo que se incrementó el potencial de rendimiento gracias a los nuevos paquetes tecnológicos y el mayor uso de fertilizantes.
En la planta de maíz, el grano representa en peso seco la mitad del total. En la otra mitad, el 20% corresponde a los marlos y la chala. Es decir, que el volumen total de rastrojos que habría que extraer es apenas un 10% del peso total del cultivo. Y parte del mismo podría recuperarse con el aporte extra del digestato. Un tema incipiente del que, por ahora, no hay mucha experiencia. Pero antes, habrá que pensar un sistema logístico eficiente.
Fuente: Bioeconomia.info - Emiliano Huergo