Para ello es necesaria la formulación de más y mejores políticas públicas; identificar y contabilizar resultados en los países; impulsar la inversión en tecnología y establecerla como prioridad en los presupuestos de ciencia; además de combinar esfuerzos entre países para afrontar mejor los recortes que vendrán con la pandemia.
Así lo aseguraron expertos que participaron de la V sesión plenaria titulada “Bioeconomía para la recuperación económica post COVID-19”, en el marco de la Conferencia Internacional de Bioeconomía Aplicada ICABR 2020 que se llevó a cabo de forma virtual a través de las plataformas online del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
El panel estuvo conformado por David Zilberman, profesor de la Universidad de California, Berkeley; Ariel Coremberg, director del Centro de Estudios de la Productividad y Profesor de la Universidad de Buenos Aires, Argentina; Eduardo Trigo, consultor de Bioeconomía y Desarrollo Productivo del IICA y profesor del Centro de Agroindustria de la Universidad Austral, Argentina; Roberto Bisang; profesor de la Universidad de Buenos Aires, Argentina; Ruben Echeverría, director general emérito del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) y Máximo Torero, economista jefe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La moderadora fue la especialista del Programa Bioeconomía y Desarrollo Productivo del IICA, Gabriela Quiroga.
Coremberg subrayó la necesidad de cuantificar con precisión los aportes que hace la bioeconomía a la economía para mejorar el mejor diseño de políticas públicas. Presentó los detalles de las mediciones realizadas en Argentina y en Uruguay, que comparó gracias a la implementación de una metodología de medición estandarizada desarrollada en conjunto con IICA.
Análisis
Uno de los resultados fue la mayor incidencia en el PIB biobasado de la industria de biocombutibles uruguaya, que registró un aporte del 2% sobre el total, duplicando el aporte argentino, que se ubicó en el 1%.
Por su parte, Eduardo Trigo destacó que la bioeconomía ha revalorado la
percepción que tiene la sociedad sobre la agricultura; y que existe una visión
que la ubica como un sector de progreso, provocando cambios en los tres niveles
de la economía: macro, micro y meso.
Trigo estimó que en el largo plazo los impulsores que movilizan la transición hacia el nuevo paradigma de la bioeconomía se intensificarán. Pero en el corto y mediano plazo, las restricciones fiscales que provoca el Covid-19 en los presupuestos públicos impactarán negativamente en los planes de impulso a la bioeconomía.
A su turno, Roberto Bisang se refirió al concepto de ‘biofábrica’ como la “célula madre” de la bioeconomía. Comparó las fábricas tradicionales del siglo XX, donde se utilizaban los bienes de capital creados por el hombre para procesar materias primas de origen mineral para obtener un determinado producto.
En cambio, bajo el nuevo paradigma de la bioeconomía, se instala el concepto de ‘co-producto’, que Bisang ejemplificó diciendo que “ya no se trata de hacer trigo, sino que se trata de captar la energía del sol, envasarlo en maíz, hacer cracking del maíz para transformarlo en alimentos, bioenergías, biomateriales; y además generar un servicio ecosistémico de captura de carbono”.
Posteriormente, Ruben Echeverría enfocó su exposición en la necesidad de reforzar la inversión en investigación en ciencias agrícolas y de alimentos en los países de América Latina y el Caribe.
Describió que el promedio de inversión en la región se ubica por debajo del 1% del PIB Agrícola, mientras que los países de altos ingresos, la cifra se ubica en torno al 3%.
Según Echeverría, los presupuestos en investigación podrían incluso reducirse luego del Covid-19, por lo que recomendó redefinir las prioridades, e incluir la bioeconomía en áreas como la biotecnología, los alimentos bajos en carbono, las bioenergías y la restauración de ecosistemas. También sugirió combinar esfuerzos entre países para afrontar mejor el menor presupuesto.
Máximo Torero, a su turno, destacó que las consecuencias del Covid-19 agravarán los problemas de acceso a los alimentos, sobre todo en las comunidades más vulnerables. Agregó que la bioeconomía puede ser parte de la solución si se aborda correctamente, al ser una herramienta muy útil para expandir la frontera agropecuaria.
Por último, David Zilberman destacó que en la bioeconomía está la clave para la descarbonización de la economía. Abogó por eliminar los prejuicios sobre los organismos transgénicos y la edición genómica, especialmente en Europa; y aseguró que la agricultura ecológica y la biotecnología no deben verse como sustitutos, sino como enfoques complementarios.
Conferencia
La Conferencia Internacional de Bioeconomía Aplicada 2020 sesionó por primera vez en la historia en América Latina, de la mano del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Argentina y del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), junto al Consorcio Internacional de Investigación en Bioeconomía Aplicada (ICABR por sus siglas en inglés).
La Conferencia es considerada como el principal espacio en el mundo dedicado a definir, discutir y desarrollar el potencial de la bioeconomía para el desarrollo, y reúne cada año la participación y la atención de los profesionales de ciencias agronómicas y las universidades y centros de enseñanza más importantes del mundo.