Se da como cierto para nuestros gobernantes, que producir soja es un proceso mucho más sencillo que extraer aceite y expeller del grano.
Veamos:
• cada semilla que enterramos en el suelo para lograr un cultivo lleva incorporado los últimos avances en biotecnología que nos permiten altos rendimientos y sortear enfermedades y plagas con menor uso de fitosanitarios y mayor cuidado del medio ambiente;
• los fertilizantes usados para lograr altas producciones provienen de la industria química más desarrollada y se usan, en la mayoría de los casos, luego de un minucioso análisis químico y económico;
• los equipos de siembra utilizados, en su mayoría, están provistos de sistemas GPS y sofisticados monitores de precisión;
• el cuidado del cultivo lleva importantes insumos químicos y biológicos, y mucho conocimiento agronómico, realizado por profesionales en las ciencias agrarias;
• los equipos de aplicación de fitosanitarios, al igual que las sembradoras, poseen la más novedosa tecnología satelital y de precisión;
• las cosechadoras, verdaderas maravillas tecnológicas, casi autónomas y con un costo de inversión de cientos de miles de dólares, terminan por cumplir este maravilloso ciclo biológico/tecnológico.
Ahora, si analizamos la producción industrial de harinas y aceites, vemos que los procesos por prensado o solventes son absolutamente menos complejos en tecnología aplicada, sin incluir en este análisis el factor climático, inmanejable para el productor de granos, mientras que la industria procesa bajo techo.
Conclusión, ¿cuál es el proceso más complejo y riesgoso?, ¿la producción de granos o la de aceites y harinas? Entonces, ¿Por qué se castiga el proceso más riesgoso y de más inversión?
¿Será que la agroindustria está concentrada en ocho grandes operadores, con gran capacidad de lobby, mientras del otro lado del mostrador hay miles de productores, incluso con escasa participación gremial? Los resultados están a la vista y son concluyentes.
Fuente: Asociación de Productores Rurales Marcos Juárez