Hubo varios intentos por automatizar la cosecha. Pero las tecnologías disponibles suelen dañar a la propia fruta o resultan en pérdidas por caídas al suelo. Hasta ahora.
Porque Tevel Aerobotics Technologies, una startup israelita, ha creado lo que
podría ser la solución a estos problemas. Drones autónomos equipados con una
garra mecánica de un metro de largo que puede recoger fruta y realizar tareas de
raleo y poda en huertos.
Las máquinas voladoras están equipadas con tecnología de inteligencia artificial que les permite identificar los tipos de fruta, las imperfecciones y su nivel de madurez. Cosecha la fruta en el momento óptimo, a cualquier hora del día, en el lugar que sea y a cualquier altura de la planta.
Si bien la versión actual de la compañía solo puede recoger manzanas y
naranjas, Tevel está trabajando para expandir las capacidades de sus drones para
incluir más frutas.
En Nueva Zelanda, Newton Research Labs, una compañía de diseño y desarrollo industrial está también trabajando en drones autónomos para cosecha de frutas. Según afirma Future Farming, su objetivo es tener «zánganos recolectores de frutas zumbando por los huertos neozelandeses día y noche».
Para la cosecha de frutas los drones parecen ser una opción realista en un
futuro cercano. Pero para cultivos como cereales, oleaginosas o tubérculos, los
drones no parecen ser una opción viable por ahora. Una pena porque el uso de
máquinas cada vez más potentes, de mayor capacidad de trabajo y por ende, de
mayor ancho de labor, hace que sean cada vez pesadas. Un factor que está
poniendo en juego la sustentabilidad de los suelos.
La compactación es un problema que crece y amenaza a la siembra directa. La técnica que hizo de la agricultura argentina la más sostenible del mundo, y que está comenzando a imponerse en el hemisferio norte.
Para estos cultivos, la esperanza está puesta en la llegada de vehículos más livianos para ejecutar las labores agrícolas y el transporte de granos con el menor impacto posible en la estructura del suelo. El mejor ejemplo de esto, ha sido la aparición del botalón de fibra de carbono en pulverizadores. Otro desarrollo que tuvo su origen en Argentina.
Por el momento, las soluciones vienen por el lado de aumentar la superficie de apoyo de las maquinarias para ejercer una menor presión en el suelo. Pero quizás pronto nos sorprenda alguna novedad. A estar atentos.
Fuente: Bioeconomia.info - Emiliano Huergo