De acuerdo con el informe publicado por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires,
se proyecta una posibilidad de expansión del 1,5 % del área de trigo en el país
para la campaña 2020/21 en relación con las 6.600.000 de hectáreas implantadas
durante el ciclo previo. Pese a que el relevamiento también destaca los niveles
de incertidumbre en los productores a causa de la emergencia sanitaria, el
aumento de la superficie ocupada por cultivo estaría promovido por un escenario
de perspectivas climáticas favorables durante la ventana de siembra.
En este contexto, los técnicos destacan la producción de cultivos de invierno
no sólo por los márgenes de productividad y rentabilidad, sino por el aporte de
carbono que realiza a la rotación, una decisión prioritaria para conservar la
sustentabilidad del sistema agrícola a largo plazo. En el marco de las tareas de
planificación del cultivo, especialmente de trigo, uno de los aspectos claves es
la previsión de una nutrición balanceada basada en un diagnóstico de las
necesidades del lote y que comience al inicio del cultivo. Este tema fue
presentado en la jornada “Charlas virtuales para producciones reales” organizada
por Rizobacter.
“El manejo adecuado de la nutrición constituye uno de los principales
factores para maximizar la producción actual y mejorar la calidad de los
granos”, reconoció Fernando García, consultor privado y profesor libre de la
Facultad de Ciencias Agrarias de Balcarce.
Desde el punto de vista de la experimentación, García destacó los resultados
observados en ensayos de la Red de Nutrición CREA Sur de Santa Fe que muestran
la mejora de los rindes a partir de la fertilización con nitrógeno, fósforo,
azufre y otros nutrientes en trigo a lo largo de 18 años. Según el esquema de
rotaciones, los rindes aumentaron entre un 70 y 140 % en comparación con
cultivos sin tratamiento de fertilización, lo cual permite ponderar las ventajas
de una buena nutrición en la proyección de rendimientos del cultivo.
De cara al manejo, el investigador remarcó la importancia de realizar
diagnósticos de los lotes –a partir de análisis de suelo y del cultivo durante
el ciclo– para identificar los sitios que requieren la incorporación de
nitrógeno, fósforo y azufre, generalmente deficitarios y de primera necesidad, y
cuáles son los otros nutrientes que deberían reforzarse. Además, la
disponibilidad de información sobre el estado del lote es fundamental para
definir la fuente nutricional, la dosis y el momento de aplicación óptimos.
De igual manera, el investigador señaló las ventajas de realizar
fertilizaciones al arranque del cultivo. “La siembra temprana acompañada por una
buena nutrición inicial es una decisión significativa en los cultivos de
invierno, debido a que la temprana disponibilidad de nutrientes es vital para
que el cultivo se establezca adecuadamente y desarrolle un buen enraizamiento y
número de macollos”, amplió García.
En este sentido, Fernando Sánchez –responsable de la línea de fertilizantes
de Rizobacter– explicó que la decisión de fertilizar al inicio de cultivo
“implica proveer de una manera direccionada una cantidad de nutrientes macro y
micro necesarios para nutrir la semilla desde los primeros estadios”. Como
resultado de la nutrición, “es posible mejorar el desarrollo radicular, muy
importante para un correcto anclaje y exploración temprana del suelo, y activar
los procesos fisiológicos relacionados con el desarrollo de la planta”, apuntó.
Nutrientes básicos
A la pregunta de qué nutrientes priorizar para lograr una nutrición
balanceada, García no dudó en responder: “N, P, S” (nitrógeno, fósforo y azufre,
según su símbolo en la tabla periódica de los elementos químicos). En una
segunda instancia, también puede considerarse la reposición de zinc, boro y
otros micronutrientes.
En el caso de nitrógeno, el investigador recomendó la aplicación desde la
siembra hasta el macollaje y luego continuar con monitoreos durante el
desarrollo del cultivo para realizar suplementaciones. “En el mercado, hay
ofertas de productos de eficiencia mejorada e inhibidores que previenen pérdidas
por volatilización, lavado y desnitrificación”, indicó.
Respecto del fósforo, García sugirió la fertilización entre la presiembra y
la siembra mediante voleos, para los que deben tenerse en cuenta las pendientes
y el registro de lluvias. “En cuanto a productos, es interesante el uso de
arrancadores de eficiencia mejorada que incluyen varios nutrientes y tienen
presentaciones innovadoras como los fertilizantes microgranulados y otros”,
ponderó.
En esta línea, Sánchez señaló que “el microgranulado facilita la aplicación
de las dosis recomendadas junto a la semilla, correcto posicionamiento de la
tecnología, sin generar ningún tipo de fitotoxicidad”. Y añadió: “El menor
tamaño asegura una rápida disolución del fertilizante y optimiza la absorción de
los nutrientes esenciales por parte del cultivo, dentro de los cuales el fósforo
y el zinc son muy poco móviles y su eficiencia de uso (EUF) es máxima”.
En el caso de Microstar PZ, uno de los productos ofrecidos por Rizobacter,
aporta nitrógeno, fósforo, azufre y zinc, mientras que Microstar CMB presenta
fósforo, azufre, zinc, calcio, cobalto, molibdeno y boro.
De acuerdo con García, se recomienda la aplicación de azufre entre la presiembra y el macollaje en combinación con nitrógeno y/o fosforo. “Se puede aplicar al voleo o en línea y genera un buen efecto de residualidad en el suelo, sobre todo para beneficio productivo de cultivos posteriores como soja de segunda”, agregó.
Fuente: Agronoa