Ayer se celebro el Día Internacional de la Tierra, en coincidencia con el Súper Año de la Biodiversidad. Este 22 de abril la atención se centra en el papel fundamental que cumple la diversidad biológica para los habitantes del planeta y su importancia como indicador de la salud de la Tierra y la salud humana, principalmente en tiempos donde nos enfrentamos a la pandemia del COVID-19.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la pandemia sanitaria mundial tiene una fuerte relación con la salud de nuestro ecosistema, y si bien explica que el brote de coronavirus representa un gran riesgo para la salud pública y para la economía mundial, asegura que la biodiversidad puede ser parte de la solución al coronavirus: la diversidad de especies dificulta la propagación rápida de los patógenos.
“El cambio climático, los cambios provocados por el hombre en la Naturaleza, así como las acciones que perturban la biodiversidad, pueden aumentar el contacto y la transmisión de enfermedades infecciosas de animales a humanos (enfermedades zoonóticas). Los ecosistemas sanos nos ayudan a protegernos de las enfermedades porque la diversidad de especies hace más difícil la propagación de patógenos”, explica.
La directora de la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la Facultad de Agronomía de la UBA, Dra. María Semmartin, reflexiona sobre cómo responden las distintas propiedades de los ambientes frente al coronavirus y, en consecuencia, a la reducción generalizada de la actividad humana.
“Es como si se hubiera hecho un experimento a escala global, posiblemente por primera vez en la historia de la humanidad, en el que se reduce la actividad humana a nivel mundial. La tragedia de esta pandemia nos da la oportunidad de evaluar y aprender sobre los tiempos y cómo responden los distintos ecosistemas a una disminución de la actividad humana a escala global. Es decir, a la reducción del tráfico aéreo, marítimo, de automóviles, la combustión de energía fósil derivada de la actividad industrial, la generación de residuos, etc. Es una oportunidad para evaluar qué sucede con los ambientes cuando los humanos presionamos menos sobre los recursos naturales”, expresa la Dra.
De esta manera, la ONU afirma que este impacto visible que produjo virus, ya sea a través de la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, es temporal. “A pesar de los esfuerzos actuales, la biodiversidad se está deteriorando en todo el mundo a un ritmo sin precedentes en la historia humana. Se estima que alrededor de un millón de especies animales y vegetales se encuentran actualmente en peligro de extinción. Con este panorama general y el escenario del coronavirus, nuestra prioridad inmediata es evitar la propagación de COVID-19, pero a largo plazo, es importante abordar la pérdida de hábitat y biodiversidad”.
En este sentido, María Semmartin añade: “Más allá de la importancia de preservar las propiedades de la Tierra como sistema, en nuestro país tenemos una impronta no sólo sobre lo agrícola que parte importante de nuestra economía se basa en la producción y transformación de nuestros pastizales y bosques en sistemas agrícolas, sino que también tenemos una población crecientemente urbana, también con problemas de pérdida de hábitat y diversidad pero a los que se le suman otros de contaminación del agua y el aire, por ejemplo”.
“Ha corrido mucha agua bajo el puente”
Hace 50 años se conmemoraba por primera vez el Día de la Tierra, por iniciativa de Gaylord Nelson, un senador norteamericano y activista ambiental. Meses después, el presidente Nixon creaba la Agencia de Protección Ambiental de los EEU (EPA, por sus siglas en inglés) con el objeto de proteger la salud humana y el ambiente.
“Estas acciones fueron el resultado de las preocupaciones ambientales que surgieron en ese país y otros durante la década anterior, notoriamente a partir de la publicación de la Primavera Silenciosa, el libro de Rachel Carson que denunciaba los peligros del abuso de los pesticidas en el agro”, cuenta el Dr. Roberto Fernández Aldúncin, Profesor de la Cátedra de Ecología de la FAUBA.
Muy poco tiempo después, en 1972, tuvo lugar en Estocolmo la primera reunión convocada por Naciones Unidas para discutir estos temas (Cumbre de la Tierra), que marcó un punto de inflexión en la visibilización de las cuestiones ambientales.
“A partir de los objetivos de Desarrollo Sustentable promovido por las Naciones Unidas desde 2015, queda claro que no es conveniente encarar estas cuestiones como algo separado del bienestar y desarrollo humano pleno, sino todo lo contrario, incluyéndolo en la agenda política sobre adónde nos queremos dirigir con nuestras sociedades”, relata el Profesor.
En este sentido, la Constitución Argentina de 1994 establece el derecho de nuestros habitantes a un “…ambiente sano, equilibrado y apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo”.
“Mucha agua ha corrido bajo el puente luego de los hitos tempranos en la breve historia de las cuestiones ambientales, pero iniciativas como ésta (y las posteriores al instaurar el Día del Medio Ambiente y el Día de la Naturaleza), nos recuerdan todos los años la necesidad de atender el cuidado integral del planeta: su atmósfera, clima, ecosistemas acuáticos y terrestres, y su biodiversidad”, resume el Dr. Roberto Fernández Aldúncin.
Fuente: Facultad de Agronomía - UBA