Sin estadísticas ciertas, allá por el mes de septiembre del año pasado, surgió toda una campaña de crisis alimentaria. Era como si medio país estuviera pasando hambre.
No es la primera vez que al final de un gobierno no peronista surge este tipo de ¿campañas? en las que pareciera que estamos peor que Biafra con su hambruna.
Al final del gobierno de Alfonsín hubo saqueos. Recuerdo estar en el exterior por trabajo y ver por televisión lo que estaban transmitiendo de Argentina. El día que llegué a Buenos Aires, al aterrizar en Ezeiza, me imaginaba los tanques en la calle parando los saqueos. Nada de eso ocurrió desde Ezeiza hasta mi casa. Normalidad absoluta.
Los saqueos volvieron en el 2001, con el gobierno de De la Rúa. La única manifestación espontánea que recuerdo, fue cuando pusieron el corralito. Las otras lucían a armadas.
Y al final del gobierno de Macri hubo toda una movida, primero con muchos medios hablando de los sin techo. Gente que dormía en la calle en días de mucho frío. Algunos estadios de fútbol recibiendo a los sin techo para darles de comer algo caliente, una ducha también caliente y un lugar donde pasar la noche. De golpe, por arte de magia, desaparecieron los sin techo y empezó este tema de la crisis de hambre. Periodistas hablando en los medios que no podía ser que en el país productor de alimentos hubiese hambre y cosas por el estilo. ¿En qué datos se basaban para dar esa información? ¿Cuál era la fuente estadística para mostrar un incremento repentino del hambre en Argentina? Todavía es un misterio.
Al llegar a este punto, una vez más voy a aclarar que no soy radical que apoyó ni a Alfonsín, ni a De la Rúa y tampoco fui ni soy de Cambiemos o del PRO.
Continúo, días pasados puse en las redes sociales que la tarjeta alimentaria era un sistema que se prestaba a la siguiente maniobra: el que recibe la tarjeta, que ya recibe otros planes sociales, puede ir al almacén del barrio, pasar la tarjeta por la compra de, digamos, $ 4.000, el negocio le entrega $ 3.000 en efectivo por pasar la tarjeta, obviamente en negro, y se queda con la mercadería para vender. El comerciante se queda así con la mercadería y $ 1.000 en su bolsillo. Solo estoy ejemplificando, y los valores pueden variar.
Consulté con varios contadores si era posible esta maniobra y todos coincidieron que era posible y el Estado no estaba en condiciones de poder controlarla.
¿Es una locura lo que estoy pensando? No, a fines de los 80 se habían dado las cajas PAN en el gobierno de Alfonsín y hubo casos de corrupción. Eso me consta porque en esa época yo escribía una columna semanal para el diario La Prensa. En un viaje que hice a Corrientes para dar una conferencia, un senador provincial me pasó información sobre los casos de corrupción que se estaban produciendo en la provincia con las cajas PAN para que lo publicara el diario La Prensa, lo cual ocurrió cuando le pasé la información detallada a Daniel Lupa columnista de ese diario en esos años.
¿Cómo supe que era cierto y afectaba intereses de alguien? Porque al llegar a Buenos Aires recibí un llamado telefónico donde alguien se hacía pasar por el senador que me había proporcionado la información y me dijo que no la diera porque no era necesario. Dejé pasar un rato, llamé al senador y le pregunté si me había llamado. Me dijo que no y ahí descubrimos que él tenía pinchado los teléfonos del senado provincial. Cuento esta anécdota porque nadie tiene que sorprenderse si uno piensa en las posibles maniobras que se implementan con estos planes llamados sociales. ¿O acaso en Argentina no apareció 1 millón de inválidos laborales en menos de 10 años? ¿O acaso en la localidad de Guanaco Muerto, Córdoba, el 120% de la población no tiene pensiones por invalidez laboral?
Gráfico 1
Pero vayamos a algunos datos que llaman la atención sobre esta emergencia alimentaria. El gráfico 1 muestra la evolución de los programas de Emergencia Alimentaria y Seguridad Alimentaria (fueron cambiando de nombre a lo largo del tiempo) desde 2002 hasta 2019 en pesos constantes de 2019. El promedio anual da $ 15.708 millones anuales de recursos destinados a paliar los problemas de alimentación.
Pero el dato que llama la atención surge al comparar 2002 con 2019. En ese año se destinaron $ 13.000 millones, a pesos de 2019, en Emergencia Alimentaria. Recordemos que la tasa de pobreza saltó al 57,5% de acuerdo a los datos del INDEC, que hasta ese momento era confiable. La tasa de pobreza de 2019, según el Observatorio Social de la UCA que corrigió el dato original, da para el año que acaba de termina 32% de pobreza. No 40% como había informado inicialmente. Sin embargo, en 2019, que hubo menos pobreza que en 2002 se destinaron a planes alimentarios $ 12.582 millones y la ley de emergencia alimentaria establece $ 21.000 millones para 2020.
Pero hay otro dato a tener en cuenta. En 2002 los precios de los alimentos terminaron aumentando el 58% y en 2019 el 57% de acuerdo a los datos del INDEC de ambos años. Es decir, 2002 terminó con mucha más pobreza y con un aumento levemente mayor al de 2019 y sin embargo pareciera ser que hoy se vive una situación de crisis alimentaria nunca visto en Argentina.
Entre 2002 y 2019 se destinaron $ 282.751 millones, a pesos constantes de 2019, a planes alimentarios. Bajo el nombre Emergencia Alimentaria o Seguridad Alimentaria se volcaron gigantescos recursos a ese rubro que no parece ser el mejor camino para terminar con el hambre en Argentina.
Finalmente un dato que me también me llamó la atención. En el sitio oficial del Ministerio de Desarrollo Social se explica cómo acceder a la tarjeta alimentaria, pero hay un párrafo sumamente llamativo. Dice textualmente: “ANSES dará aviso por teléfono o mensaje de texto al número que está registrado en su base de datos”. Esto es para avisarle al indigente que tiene la tarjeta disponible. Pregunto: ¿es lógico imaginar que una familia que no tiene plata para comer, tenga plata para pagar el teléfono o un celular para recibir un mensaje de texto?
Sigo pensando que el mejor plan social es un puesto de trabajo.
Fuente: Economía para Todos